La transparencia de su cuerpo
me dejaría ver el mío.
Pero no. Mis ojos no me permiten
ver más allá de su rosotro.
La claridad de su alma
se ve teñida por mis sentimientos
y yo me traduzco,
me convierto en él.
Poco a poco y minuto a minuto
mis marrones ojos se vuelven verdes,
mi cabello oscuro es ahora claro,
los labios, antes míos, los suyos,
suaves y calientes son fogosidad.
Sus manos, mis manos, dos amantes
que se pierden en la inmensidad.
Pero el tiempo transcurre
y la realidad regresa
con artificiales rayos que la iluminan.
Se ha ido, fugaz como la luz.
Vuelvo a ser yo de nuevo.
Sólo yo.
Víctima del espejismo del amor.