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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 21 de diciembre de 2024

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De Estrecho a Alvarado

[Relato ganador del concurso de literatura de la UCM "La Biblioteca de Babel"]

LAURA, esta mañana ha elegido un sobrio conjunto negro: pantalón, chaqueta, zapatos, bolso y un prendido en el pelo a tono.

De cuando en cuando, entorna los ojos para retener la última conservación con él, su última mirada y su inconfundible aroma.


Viene del notario. Hacía días que había recibido la citación, esa que tanto esperaba, y que era la trigesimocuarta vez desde que le conoció hace tres años. Nunca se mermó en Laura las ganas de que llegasen los 6,16 y 26 de cada mes, a las 17 horas en el número 42. Pero hoy, todo ha acabado como finalizan los encuentros con los notarios: con unas volátiles palabras, una mueca de monalisa y el propósito vano de nueva cita, que ya no viene a cuento. Su relación se ha esfumado, como las cenizas del tío Augusto a los aires del sur; el pecado y el remordimiento; o la herencia del finado en manos de sus herepídetas.

Laura, ataviada con el mismo traje de cuando se abrió el testamento del tío Augusto, dijo adiós a la trincafía de meses. Y con la misma negritud que la hermoseó un día de lutos y primera cita, hoy, sin tales, pero igualmente espléndida, recobra la libertad.

Sentada con las piernas muy juntas y el bolso en el regado, pese a llevar los ojos entornados, el carmín de su boca no puede reprimir la afufa sonrisa.

CRIS, afincada en su particular universo, no cuesta adivinar que sus oídos están llenos de váyase a saber que sintonía. Mira al frente con una impertinencia que se pierde en el horizonte y sin emitir ningún signo de traspaso sensorial, cruza una pierna sobre otra. La ropa ancha desdibuja un cuerpo delgado a punto de desfallecer, a la par unánime con la palidez de sus mejillas y sus lacios cabellos de dos o tres tintas, según el reflejo de la luz.

Sólo tiene dieciséis años, pero lleva a su espalda una carga que parecen treinta. Se levanta temprano porque duerme mal y quema sus pulmones con los cinco o seis cigarros primeros de la mañana; tortura su estómago con doce o catorce horas de ayuno, y taladra su cerebro con decibelios no permitidos.

A Cris le gusta estudiar, es lo que la salva, dice su madre, porque si no, con esas trazas y esas formas, su futuro augura una negrura tan rotunda como la vestimenta de Laura. También la gusta leer, pero sólo gore; y en más de una ocasión ha afirmado que el sabor de la sangre la fascina.

Cambia de postura y ahora flexiona la pierna mientras posa un talón sobre el asiento a la vez que enrosca el resto de su frágil silueta sobre la rodilla. Ahora, la profunda y dulce mirada se le ha caído al suelo.

CAMILA lleva un libro entre las manos: Madame Bovary. Va por la página 32 pero su impaciencia la arrastra hasta la 50, sigue a la 69 y luego a la 83, con ojeadas rápidas. Como acto reflejo cierra el libro y lo vuelve a abrir. Sigue leyendo.

Mientras sujeta el volumen con una mano, con la otra acaricia la oreja que soporta cuatro arillos de diferentes tamaños, algunos a juego con las tres sortijas de la mano y una del pie. Este año Camila se ha puesto pronto las sandalias de hace cinco temporadas, pero que soportan bien sus más de 80 kilos, porque la comodidad impera. Las mismas, ofrecen la extraña cualidad de que solo dejan ver tres dedos de cada pie ¿Dónde están los otros? ¿Tal vez, Camila esté mutilada? Como sea que fuere, su calzo del 35 es demasiado pequeño para su 1'53 de altura y un 110 de sostén.

Madame Bovary, es un préstamo de la biblioteca donde acude cada día ocho horas a limpiar. La eligió por la cubierta, de color rosa, y la tipografía, pues su presbicia sale al encuentro con dos diotrias, y ella, coqueta, no pasa por adjuntarse a unas gafas. Le gusta lucir la mirada y no dejarla caer como Cris.

La cara de preocupación de JIMENA delata la pérdida de cobertura del móvil. La conversación es crucial para su mejora. ¿Laboral o personal? Pero mientras las ondas llegan se afana practicando respuestas a las hipotéticas preguntas del 600300999, y meditando si devolver la perdida al 611223445. O mejor, contactar directamente con el 666888777.

Jamás intuyó Jimena que su afán por las letras la llevara a los números de manera tan irremediable; y lo más significativo es que, pese a la memoria del impertinente, molesto e imprescindible artilugio multimodélico y polifónico, las neuronas de Jimena está tan exultantes que se sabe de "pe a pa" los listines, y que su pulgar, más largo que el de Camila, se desliza por las teclillas apelmazadas, con la misma rapidez con que Laura se ha desecho de ataduras y Cris deja caer la mirada.

Nunca pensó llegar a ejecutiva, ejecutando como nadie, todo con lo que antes había estado en contra, contra su voluntad. Y a voluntad de las redes, la cobertura sigue ausente y la impaciencia empieza a horadarse, intuyendo que entre la ausencia de comunicación se han colado tres mensajes, un 606060607 y un 622344566, lo que la lleva a entonar una cancioncilla improvisada mientras se acompaña, a golpe tamborilero, con los dedos, sobre la barra que sostiene su figura de "barbie".

AURORA es callada. Siempre lo ha sido. Sus frases son cortas. No habla por no pecar. No le gusta el ruido. No soportaría los decibelios de Cris. Ni las sandalias de Camila. Hoy hace calor. Teme que siga así todo el verano. La gusta la lluvia. Poca gente hay que le guste la lluvia. Pero Aurora es especial. Dice que el nombre se lo puso su madre. Que nació al alba. Alba se llama su nieta. Ella, Aurora. Guarda silencio hasta con la mente. Silencio, silencio, silencio.

Descubrió los pantalones a más de los 70 bien cumplidos y desde entonces, dice, esconde las varices. Pensó que perdería feminidad. Pero luego afirmó que ganaba comodidad. Ahora a los 80 más que cumplidos se atreve con el vaquero. Aurora es callada y no da explicaciones. Tampoco las dio cuando decidió oponerse al luto. Jamás se vestiría como Laura. Salvo los pantalones. Y a decir verdad, cuando se los puso se sintió protagonista. Al fin podía tomar las riendas de su voluntad tantas veces ultrajada de palabra y obra. ¿Y la soledad? No la afecta. Cada día recorre el mismo camino para tomarse un café de invierno o una horchata de verano. Dos gustos distintos y estimulantes.

Cómo pregonar a los vientos que asesinaría al ocurrente que la inscribió como Bonifacia en plenos 60, para llamarla BONI, pudiendo haber engrosado la lista de maricarménes o marialuisas. Que era nombrarla en el colegio y la daba un subidón sin nombre: Bonifacia de tal y tal. Boni, respondía ella; y enseguida quedaba asociada a un bollito de chocolate, rico en colesterol e hipercalórico que regalaba cromos.

Llevaba como dolorosa cruz su doble identidad, inidentificándose con ella, hasta que un día, entre copas y magno augurio de atracción ¿fatal? le salió: Ivón. Me llamo Ivón. Desde ese día anda más segura que con una Evax.

Una voz enlatada anuncia que la siguiente estación está próxima y noto cómo se me acaba el tiempo. En un arranque de furiosa contrariedad, hubiera tirado de la manivela para detener el convoy durante los minutos precisos para acabar la imaginada vida de sus ocupantes; viajeras distantes, extrañas unas a otras y al margen de mis devaneos. Observo cómo cada una va cerrada en su burbuja transparente que trasluce solo unos pocos detalles, que yo, observadora de vocación y construye-historias de profesión, sin desprender mi mirada de un cartel que indica la línea completa del trayecto, por no dar muestras de mis desatinos, voy trazando sus vidas tangenciales e ¿irreales? Nadie nos ha presentado ni lo hará nunca a menos que el destino caprichoso así lo quisiera; por eso, a empeño de mi mente, adjudico a cada una pasaporte que yo misma me encargo de rellenar.

De Estrecho a Alvarado no da para más. Dos de ellas se ponen en pie mientras el convoy va perdiendo velocidad pero, a escasos diez metros de entrar en la iluminada estación, el semáforo obra el milagro de cortarle los vuelos.

Así es como puedo deducir y concluir que Laura permaneció al lado del notario mientras los trámites legales de la herencia se llevaron a cabo, pero que una vez comprobada su escasa fuerza de amante decidió cambiar de toga. Aquella mañana Laura tomó el metro porque el coche oficial del notario había olvidado por completo el camino de regreso a casa.

Cris siempre va en metro porque es donde mejor se cuela. Está decidida a ser médico aunque todavía le queden mucha doctrina por asimilar. El contacto con la sangre le es tan vital que aspira a ser cirujano, claro que con esta pinta, como dice su madre, ¿habrá quien se fíe de sus manos? Con que lo haga de su mirada, basta.

A Camila no le queda más remedio que seguir escogiendo las lecturas por la cubierta y la tipografía; y trabajar como una mula para llenar de arillos la otra oreja. Pero como piensa que mientras tenga trayectos de una hora y le presten los libros...

Jimena, anda como loca en busca de la cobertura. Saca una botellita de agua y da un trago en prevención de la boca seca antes que answer the question ¿Tendrá que dar explicaciones? ¿Y si no fuese agua? Puesta en pie, arde en deseos porque las puertas se abran.

Aurora, está en una encrucijada. Hace tiempo de café y de horchata a la par pero no quiere fusionar sabores. Hace años mezcló lo amargo y dulce de la vida y no le sentó bien; por eso, mientras se decide, opta por comprar unas lanas para tejer. Sigue sentada hasta quién sabe qué objetivo.

Ivón desterró para siempre a Boni con la voluntad, pero no es suficiente. Hoy tiene dos citas importantes: una con un cirujano plástico, y otra con un banquero. La llaman loca, pero ella anda cuerda. Se me escapa y temo no reconocerla la próxima vez.

Y de mí que decir, cuando llegué al vagón ya estaban ellas y al cerrarse las puertas conté que íbamos siete mujeres en un vagón y entonces me solté. El reino femenino solo ha durado un breve trayecto, pues enseguida unas lo han abandonado, y han llegado otras y otros con talante invasor. Yo, cual espectro de Ghost y superada mi claustrofobia, sin prisa, acomodada en el último asiento del metropolitano vagón, saco unas cuartillas de la cartera y comienzo a escribir esta historia antes de que otra me asalte el espíritu.


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