Tras varios minutos de reflexión, Andrea se preguntó qué hacía en aquella casa. Los rayos de sol que atravesaban la ventana, la habían despertado. Se encontraba en una cama extraña, una
habitación extraña, un lugar extraño, ...
Tras varios minutos de reflexión, Andrea se preguntó qué hacía en aquella casa. Los rayos de sol que atravesaban la ventana, la habían despertado. Se encontraba en una cama extraña, una
habitación extraña, un lugar extraño, ...
Se levantó mareada. No recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior.
Andrea decidió recorrer la casa, parecía recuperada del mareo aunque lo veía todo difuminado, como si una intensa niebla hubiera inundado el lugar. Lo que vio no la dejó indiferente. Descubrió que había muchos objetos similares a los de su casa.
Tras echar un vistazo por aquel lugar, Andrea encontró la cocina. Sobre la encimera descubrió un cuchillo, ensangrentado, con un extraño grabado en el mango. Salió dando tumbos de allí y cuando iba a cruzar la puerta de la entrada tropezó y cayó de bruces.
Lentamente, bajó la mirada a sus pies para visualizar el obstáculo. Un grito mudo salió de su garganta: ¡No podía ser! Con lo que se había tropezado era un cuerpo inerte, su cuerpo inerte.
Salió corriendo a la calle. Vio que ésta le resultaba familiar, se parecía a su barrio pero con pequeñas diferencias.
Llamó histérica puerta por puerta hasta que en la última de todas las casas le abrieron. Era su amiga Cecilia, pero extrañamente más vieja. Ésta la miró sorprendida.
De repente Andrea se volvió a encontrar mal, se le iba la vista, ... se desmayó.
Cuando despertó se encontraba en su habitación. Bajó rápidamente las escaleras. Todo era igual, igual que siempre. El alivio recorrió su cuerpo. Sólo había sido un
sueño.
Salió a la calle y corriendo se dirigió a la casa de Cecilia. Ésta le abrió la puerta y la invitó a tomar un café y un trozo de pastel.
Andrea le iba a contar el sueño que había tenido cuando de repente vio que el cuchillo con el que Cecilia iba a cortar el pastel tenía el mismo grabado que el de su sueño. Entonces Andrea lo comprendió todo y salió corriendo de la casa para no volver jamás.
Fin
Laura de Andrés Sáiz
Verónica del Álamo Mayo