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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Un viejo plumier

Esta es la historia de un plumier. En él, vivían varios personajes: un lápiz, una goma, un sacapuntas y dos bolígrafos. Los bolígrafos siempre se estaban peleando por ver quién era el mejor, el que tenía más tinta, o al que según ellos querían más, al ser más usado.

Esta es la historia de un plumier. En él, vivían varios personajes: un lápiz, una goma, un sacapuntas y dos bolígrafos. Los bolígrafos siempre se estaban peleando por ver quién era el mejor, el que tenía más tinta, o al que según ellos querían más, al ser más usado.
El lápiz, sin embargo, era más tranquilo. Él vivía feliz, aunque no le gustaba que borraran lo que escribía, ni que de vez en cuando el sacapuntas le hiciera daño, pero comprendía que así sería de más utilidad. El sacapuntas disfrutaba devorando al lápiz, y la goma rodando por el papel para borrar, sin saber que cada vez que lo hacía se iba haciendo más pequeña. El sacapuntas y la goma no se llevaban muy bien con los bolígrafos, ya que éstos no les necesitaban para nada. Un día, uno de los bolígrafos desapareció. Quienes peor lo llevaron fueron el lápiz y su compañero el otro bolígrafo, que aunque se peleaban mucho, en el fondo se tenían cariño. Después de esta pérdida, empezaron a usar más el lápiz, que era feliz porque sabía que estaba siendo útil para alguien, aunque sabía que si seguían usándolo tanto, acabaría destruyéndose. Un día cualquiera, llegó al plumier un nuevo inquilino. Nadie sabía de qué se trataba: era una especie de lápiz de plástico el cuál no necesitaba que se le sacara punta, pero sí podía borrarse. Su nombre era Portaminas. El sacapuntas y el lápiz se quedaron en un segundo plano, ya que nadie los necesitaba. El lápiz se dio cuenta de que había quedado inservible, no tenía punta y era demasiado pequeño para ser utilizado. Y a su vez, el sacapuntas se quedó sin trabajo, pero por poco tiempo, ya que días más tarde aparecieron en el plumier unos lápices de colores... El lápiz ya se estaba haciendo a la idea de que un día prescindirián de sus servicios, sobre todo con la llegada del portaminas. Hasta que un día, le arrojaron a una papelera. Cayó en medio de un mar de papeles que había escrito anteriormente. En medio de todo, notó la presencia de alguien conocido: era el bolígrafo perdido. Según le contó esté, se había quedado sin tinta y lo habían tirado. Los dos se pusieron tristes, no sabían qué sería de ellos a partir de ese momento. Hasta que un día, los sacaron de la papelera. El bolígrafo no sabe cómo pero se despertó un día rodeado de otros como él, repletos de tinta. A lo lejos divisó un lápiz nuevo, al cual reconoció: era su viejo amigo del plumier, que volvía a estar utilizable. Alguien los había reciclado y volvían a estar llenos de vida. Un día, se los llevaron de la tienda. Quién sabe si ése que los compró eras tú, que estás leyendo esto... El lápiz y el bolígrafo volvieron a ser felices porque alguien los había reciclado. Seguirán siendo utilizados hasta que haya alguien que se olvide de ellos...

Sara Herguedas Pérez

 

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