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Viernes, 10 de mayo de 2024

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No tiene límites el averno...

 

"No tiene límites el averno ni se circunscribe/ a un solo lugar: donde estamos nosotros está el infierno" .Ésta es la respuesta que da Mefistófeles a un todavía asustado Fausto al ser interrogado sobre el infierno en la que es, posiblemente, la escena cómica más inteligente de la obra marlowiana: Fausto intenta convencerse de que la condenación eterna no existe, poco después de haberle vendido su alma al demonio. Así, Mefistófeles se convierte a la vez tanto en la personificación del objeto de deseo del mago de Wittemberg (el conocimiento), como de lo que más teme: el averno.

La tradición que asocia el saber con el dolor y la caída es bien antigua: no hay más que leer la Biblia para ver que la famosísima manzana prohibida era un fruto del árbol del conocimiento. Así, no resulta sorprendente que el Virgilio particular de Fausto en su periplo por el mundo de la razón, sea uno de los ex-arcángeles a quien algunas tradiciones consideran uno de los tres maestros del infierno junto con Satán y Belcebú.

Por esto, Mefistófeles se convirtió en uno de los personajes favoritos de los escritores durante el Romanticismo, pues su guerra abierta contra el sistema de valores impuesto por el cristianismo y, a la vez, la conciencia total de la inutilidad de su batalla le convirtió en uno de los paradigmas de una revolución intelectual marcada por la libertad, la valentía y el amor al conocimiento. Este diablo fue elevado a los altares por un grupo de artistas tan malditos como él, tan atormentados y perseguidos como cualquier demonio podría sentirse.

Sin embargo, este personaje surge en plena época isabelina de la mano de Christopher Marlowe, cuando Inglaterra aún era una tierra convulsa agitándose bajo el corsé del puritanismo. Nace doscientos años antes de que la libertad fuera un ideal a perseguir, cuando el conocimiento comenzaba a dejar de ser patrimonio de la Iglesia y aparecían las primeras traducciones de los clásicos grecolatinos. Aunque no es del todo sorprendente esta temprana creación de Mefistófeles, pues Marlowe es uno de los dramaturgos más fascinantes de la historia: existe documentación que permite creer que vivió una doble vida como espía, se cree que pertenecía a sociedades dedicadas al estudio de la magia; y la teoría de que Shakespeare y él son la misma persona tiene numerosos seguidores.

Pese a los tintes trágicos que Mefistófeles podría tener, la tradición iniciada por Marlowe le presenta como figura tragicómica, que se debate entre la victoria lograda al conseguir que las personas se alejen de Dios, y su fracaso al perder él mismo trascendencia justo por esa razón. El humor es la única vía de escape que tiene para huir de la angustia vital creada por la paradoja de poner su alma en la búsqueda del conocimiento, para perderla cuando por fin lo ha alcanzado.

 

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