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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 17 de mayo de 2024

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El humanismo en el mundo contemporáneo

 

No es la primera vez que el ser humano camina a la búsqueda de un lugar en el que redefinirse ante la pujanza de otras fuerzas poderosas que compiten con él a la hora de diseñar su interpretación del mundo. En el renacimiento nació el humanismo como una vuelta a los clásicos para encontrar en sus fuentes literarias, filosóficas y artísticas valores que oponer a los que la omnipresencia de la explicación teológica había impuesto, convirtiendo al individuo en un ser tan reducido que apenas le quedaba espacio para la manifestación de sus potencialidades. Más adelante, en el siglo XIX, entre el arrastre de las ciencias positivas y el creciente desarrollo económico, el hombre vuelve a quedar subsumido en una descripción del mundo ofrecida en este caso por la ciencia, según la cual los valores humanos permanecen marginados ante la fuerza de lo biológico. El siglo XX ha continuado esta tónica, pues en la actualidad la ciencia y la técnica proporcionan una buena parte de las respuestas a las grandes preguntas. Evidentemente, resulta innegable la presencia de lo biológico en el hombre, sin embargo, a menudo vemos cómo se prescinde de las peculiaridades de cada individuo para cosificar al ser humano y convertirlo en un número más de la sociedad de masas. En el mundo contemporáneo los hombres y las mujeres nos vemos diluidos de nuevo ante la definición que el economicismo ha hecho de nosotros. La consideración del ser humano como recurso económico, ya sea en su faceta de productor, ya sea en su faceta de consumidor, reduce las potencialidades del hombre a una sola. La capacidad de esta presión economicista es de gran calibre pues, ante la urgente necesidad de ubicarse en la visión del mundo que se nos ofrece (la dualidad ganadores-perdedores), se fomenta en el ser humano el egoísmo y la ausencia de compromiso.

El rescate del carácter multifacético del ser humano puede aliviar un tanto la tensión en la que vive el individuo en la sociedad actual. Uno de los mejores ámbitos para este desarrollo integral del hombre es, desde luego, una educación volcada no sólo al logro del trabajo más rentable económicamente hablando, sino a la formación de seres humanos sólidos, que no se quiebren ante los desafíos de la vida y que no necesiten de elementos exteriores (objetos o substancias) para mantenerse a flote.

 

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