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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Sólo nos queda el progreso...

 

Y ¿qué es bueno?  Pues no es tan fácil decirlo, ¿verdad?  No es tan fácil decirlo como saberlo, o como sentirlo.  Porque encontrar alguna bondad que nos sirva para explicar y entender todo el resto de bondades que nos han saltado al paso, más bien me parecería una traición de las otras y verdaderas, y cambiar su recuerdo vivo por una idea, siempre inexacta y falsificadora de lo que ellas eran.  Sería algo así como tratar de explicar a qué sabe un melocotón y además, no contentos con eso, tratar de explicar qué es el sabor en general.  Cualquiera que haya sufrido alguna que otra clase de psicología en que se le haya explicado con pelos y señales qué es el sabor, sabe muy bien que eso es un puro tongo, que hay gato en cerrado, y que ni papilas gustativas, ni glándulas salivares, ni terrenos vedados del cerebro, ni perro muerto que valga me pueden decir a mí qué es eso que estoy sintiendo cuando le pego un muerdo a un melocotón o a una pera, por no decir ya a un quigüi o una sandía.  (Yo no sé bien lo que es el sabor, podríamos decir, pero sé bien que no es eso.)

Pero hay otra forma de saber lo que es bueno, aunque quizás no satisfaga al lector de estas letras.  Hay otra forma que no es tan directa y definitiva como la de arriba, pero que tiene un regusto de practicidad y de utilidad de la buena que quizás le pueda servir a ese otro lector con menos aspiraciones y más incrédulo en general a estas palabras mías.  Se trata de la desventurada vía negativa, es decir, que ya que lo bueno no se deja saber, a lo mejor podamos saber qué es lo que no es bueno.  Aunque tampoco así quizás encontremos nada contundente, no piense el lector que le voy a solucionar la vida, pero a lo mejor encontramos algo.

Puesto que parecía que no resultaba fácil, y hasta que era bastante traidor y mentecato, tratar de descubrir el bien así a las claras, la primera vía negativa que se nos presenta es la de sospechar de primeras de cualquiera cosa que nos vengan vendiendo como superbuena y requetebuena y la hostia y lo último y lo más y todo eso que tanto nos suena.  Sospechar por tanto de lo que nos venden como bueno.  (Porque cuando una cosa es buena se suele decir en bajito, ¿no es así?  ¿No se acuerda?).   Y no solamente son motivos los gritos y los pantallazos y los cacareos para sospechar de que una cosa sea buena, sino que hasta casi podríamos decir que podrías, lector, sospechar que todo eso que tanto te gritan y te dicen que es bueno y lo mejor y el sumun, no es sino simple y llanamente, malo.  Lo bueno se dice en bajito, para que no se sepa.

Así que de golpe ya puedes empezar a sospechar, lector, de los automóviles, que en todas partes aparecen vendiéndose a grandes letras y fotos.  Puedes empezar a sospechar que los automóviles no sean buenos, lector .  Y de las televisiones y hasta del televisor mismo, también puedes empezar, que ya ves cómo se anuncian en tiendas de electrodoméstica y canales televisivos.  La última tele, el mejor deuvedé, el último grito en electrónica.  La nueva serie, el último programa, los nuevos capítulos, lo nunca visto.  Lo bueno, lo mejor, el novamás anunciado a gritos desde las pantallas y las hojas de la prensa. 

Yo no te puedo decir lo que es bueno, humilde lector, ni tampoco lo pretendo, pero si oyes que se alza la voz o el tipo de imprenta, si ves que los colores se hacen más fuertes e intensos y te dañan la vista, si ves que se te ofrece el bien con seguridad y certeza, y que se proclama a la vista de todos... sospecha, lector, sospecha.

 

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