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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Fausto

   (lat. faustus). Feliz, afortunado.

Creado por J. W. Goethe en 1806, Fausto es uno de los personajes con más trascendencia en la historia de la literatura alemana.

Con un nombre irónico, toda su existencia está marcada por un malestar con el mundo que le rodea y, sobre todo, con él mismo. Quizá por eso sea tan importante, porque es el reflejo de lo que todos hemos sentido alguna vez; el ansia de saber más, el rechazo a nosotros mismos y la duda sobre cuál es el verdadero valor de la moral.

Nadie puede juzgar. Sólo uno mismo conoce la ausencia de sentido de su vida, la dimensión de su propio sufrimiento.

El objetivo principal de la vida es la felicidad. Vivimos en la constante búsqueda de medios para conseguir este ansiado fin. A medida que pasan los años, la tarea se complica. Más preocupaciones, tensiones, responsabilidades... De niño todo era más fácil. Pero también me preocupaba por mis asuntos infantiles, tenía una ligera responsabilidad sobre mis apreciados juguetes, entonces, ¿cuál es la gran diferencia?

De niño no sabía todo lo que ahora sé. Y así llego a la conclusión de que el conocimiento nos tiende a la infelicidad. Tanta información me oprime el pensamiento y, en vez de sonreír inocente ante el mínimo detalle, lo pienso, lo razono, conozco las miserias de la tierra. Y me entristezco. 

Aun así, necesito saber más, la ambición humana no conoce límite. Es una forma como otra cualquiera de destacar entre toda esa mediocridad. Si consigo llamar su atención me aseguro de que no me olvidarán, cuando escuche mi nombre en sus bocas sabré que de verdad he vivido para algo. Lograré desprenderme de este sentimiento de inferioridad que vengo arrastrando desde hace años... ¿Cómo iba a saber que es un sentimiento por todos compartido? Por unos más que por otros, por supuesto. No es igual el sentimiento que pesa sobre quien labra su campo al sol y conoce poco más que la extensión de su huerta que sobre quien maneja millones en un despacho cualquiera de un importante edificio de oficinas cualquiera. La cultura decide con qué te conformarás. Unos necesitan demostrar más que otros para poder  conciliar el sueño. Y si el afán de superioridad es castigable, no podemos saberlo, ya que es algo que todos deseamos y por lo que damos sentido a la existencia. Si tuviéramos que condenar a todo aquel que quiere ser mejor... Compararnos con los demás es lo que nos incita a desearlo, quienes viven aislados tienen menos necesidad de sobresalir.

En vez de aferrarse con fuerza a una sola cosa, el hombre sabio se salpica de cientos de conocimientos, sin llegar a empaparse. Es su eterno conflicto, ¿cuánto tiempo se necesitaría para dominar todas las artes? ¿Es suficiente una vida entera? Podrías pasar tus mejores años devorando libro tras libro y jamás llegarías a saberlo absolutamente todo.

Quizá te llamen loco por tus delirios constantes. Quizá te crean fuera de su realidad. Pero lo tienes tan claro que dudas de si la verdadera realidad no será la tuya y ellos sean los extraños. Después de todo, la realidad no es necesariamente lo mejor, ni lo más lógico, sino lo que se adaptó al deseo colectivo. Es lo que la mayoría de la gente cree que es. Así es difícil distinguir el bien del mal. Después de todo, no existen apenas referencias sobre lo que consideramos un buen comportamiento, no es extraño tomar el Evangelio para ello, por eso Dios está tan presente en la obra. Las leyes morales no están escritas y se supone que todos debemos conocerlas. Pero la misma acción puede resultar una auténtica locura o simple rutina, dependiendo del sujeto, entonces, no tienen por qué concebir el bien o el mal de la misma manera. Fausto se tortura porque desea conocer toda la verdad, pero es algo imposible, ya que es completamente relativa.

Solemos tomar nuestro propio interés como punto de referencia. Tanta subjetividad puede transformar el modo de plantearnos un hecho, tomando un fin como una justificación satisfactoria a nuestro modo de actuar. A veces ni siquiera nos tomamos la molestia de razonar, si el objetivo es tentador. La carne humana ha sido débil desde el principio de los tiempos, desde que la eterna Eva mordió la manzana.

Fausto no tiene nada que le importe en su vida, por eso es completamente libre para actuar. Siente la tristeza, desea saberlo todo y así ser superior, y cae ante la tentación. No es un comportamiento tan extraño sabiendo que proviene de un ser humano.

 

 

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