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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Gran hermano literario

 

¿Y si el sentido común dictado por la época hubiera llevado a Jane Austen a esconder una sensibilidad lésbica entre las líneas de sus novelas? ¿Mr Darcy era en realidad una mujer? ¿Cambiaría esto la obra de Austen de alguna manera? ¿Sería mejor o peor? Nunca he tenido muy claro hasta qué punto es realmente importante -o necesario- conocer los impulsos íntimos de los escritores para comprender mejor su obra.

Según el número de publicaciones dedicadas al tema, podemos decir que bien sea como investigación filológica o como mera curiosidad, la vida privada de los escritores despierta interés. En noviembre del 2006 se publicaron en el Reino Unido las biografías de dos escritores: Thomas Hardy: The Time-Torn Man (Claire Tomalin, Viking 2006), The Life of Kingsley Amis (Zachary Leader, Cape 2006), y el segundo tomo de la biografía de un crítico: William Empson: Volume II: Against the Christians (John Haffenden, OUP 2006). A principios del 2007 aparecerá, además, la película Becoming Jane, que presenta a una Jane Austen enamorada del irlandés Tom Lefroy. Un romance poco conocido pero verdadero, según Julian Jarrold, director de la película. Bien, Austen una vez más. Todo parece indicar, como apunta con ironía Bryan Appleyard en el artículo que abre el suplemento dominical ("Just their Type", The Sunday Times Culture, Nov 19, 06), que después de todo la escritora tenía una vida sexual: "One way or another, it seems, we shall just have to accept the awful, the incredible truth: Jane Austen had sex. Gosh." 

George Orwell se preguntaba si daríamos el mismo valor estético a la obra de Shakespeare en el caso de que, por ejemplo, éste hubiera sido pedófilo. Yo creo que seguramente leeríamos a Shakespeare de forma muy distinta, sería interesante saber incluso si lo leeríamos.

Se supone que el valor de la obra de arte debería ser independiente de la vida del artista, y sin embargo a lo largo de la historia hemos asistido a distintas ideas de equivalencia. Para Giorgio Vasari en sus Vidas todo gran artista es un gran humano. En el otro lado del espectro encontramos la idea romántica de que todo gran artista tiene una vida turbulenta e interesante, definitivamente diferente a la vida del común de los mortales. Appleyard dice en su artículo que las biografías del XXI buscan presentar al individuo de manera aséptica, sin valoraciones morales. A mí me parece que en el fondo, muchas de ellas, tienen un gusto de conmiseración. Es como si el biógrafo buscara justificar al artista. La biografía de Kinsgley Amis, por ejemplo, es un catálogo de las patologías del escritor; todo en él era patológico. Lo asolaba un miedo constante -a la oscuridad, a volar, a andar solo por la calle-, era adicto a la comida, el alcohol y el sexo. Según la biografía, Amis agredía intencionalmente a quien lo rodeaba, era mal marido y peor padre, machista, homófobo, antisemita, pero todo esto no sería sino un mecanismo de defensa que el escritor usaba "para mantener el miedo a raya". El biógrafo de Amis sigue la idea freudiana de la obra de arte como síntoma; la misoginia que hay en Stanley and the Women sería fruto del segundo fracaso matrimonial de Kinsley Amis y la promiscuidad irrefrenable se vería reflejada en Take a Girl like You y That Uncertain Feeling.  

Pero mientras el enfoque de la biografía de Amis me parece interesante aplicado a su obra, el libro dedicado a William Empson me despierta reflexiones muy diferentes. Against the Christians -al menos en el extracto publicado en The Times- ofrece los detalles más jugosos de la bisexualidad de Empson, los secretos de los triángulos amorosos entre Hetta, mujer del crítico, el propio Empson y el amante de turno elegido por los dos. Interesante, sin duda, pero ¿para qué? Appleyard sostiene que las biografías contemporáneas, independientemente de lo que digan sobre el artista, son documentos de nuestra época que marcan nuestros prejuicios y preferencias. Totalmente de acuerdo. Cabría preguntarse entonces qué parte de nosotros se plasma en biografías como la de Empson. Supongo que responden a una curiosidad de lo íntimo que creo propia de nuestro tiempo; el placer de la ventana indiscreta tipo Gran Hermano. Mirilla que sirve, según me parece, para adorar la figura del antihéroe, para dar alegría al lector neurótico que comprueba con placer que quien parecía tan grande por su obra tiene en realidad tantas y, ¡ja!, aún más taras que el observador.

 

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