Si todos fueran como Yo,
qué distinto mundo sería,
avidez, envidia, codicia,
un gran vicio te envolvería.
Y hacia el prójimo mirarías,
deseando sus bienes
por encima de sus sienes.
La más guapa te creerías,
y cada mañana ante el espejo,
con mucho gusto sonreirías.
Ningún médico, fontanero o abogado habría,
pues no hay placer que más me plazca
que tirarme a rascarme la barriga.
El esfuerzo es mi enemigo,
no hacer nada, mi costumbre,
y prefiero pasar hambre,
que sudar sobre la lumbre.
Los amores serían grandes,
populares, lo que más,
pues no hay nada más divino
que lucirme al compás
de los aplausos y adornos
que iluminan mi destino.
Y mirando de reojo,
tu camino sería confuso,
pues las firmes decisiones
no caben en mi mundo.
Divagando y deambulando,
un gran caos todo sería,
y mi alegría,
¿dónde está?
Ay, cuando pensando,
imagino qué de mí sería
si todos fueran como Yo.