Ya va haciendo frío en las calles
y aunque tú no lo sepas, amor,
los jovencitos han salido de sus casas,
como de costumbre, a tratar de divertirse
un poco. Allá van las chicas jóvenes
con los pantalones ajustados
y alguna que otra cintura al aire.
¡Tan frescas, tan hermosas, tan nuevas
como un cuaderno por estrenar;
con la vida por delante y sin saber
adónde! Allá van también
los muchachos, siempre en pos de ellas,
tratando de hacerse los importantes,
pero siempre delante, siempre delante,
porque si ellas no están, ¿para qué?
Y empieza a girar la rueda dentada
del mundo, la ciega rodadora,
y el frío resbala lo mismo sobre
mis hombros que sobre las caderas
de aquella muchacha. Pero yo ya no,
no tengo en mi alma esa ceguera
y esa alegría y quizá lo diera todo,
todo por volver a tenerla.