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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Escribir con tinta blanca

En La risa de la Medusa, el difundido texto de Hélène Cixous, publicado en L'Arc  en 1975,  se dice que la mujer "escribe con tinta blanca". La frase aparece en un contexto en el que la autora reclama para la escritura de las mujeres la escucha en el espacio de "fuera de lo doméstico". Frente al silencio histórico y la exclusión de una comunidad sorda, resistente al habla de las mujeres, "escribir -nos dice- marcará la Toma de la Palabra por la mujer, por lo tanto su estrepitosa entrada en la Historia, que siempre se ha constituido sobre su represión. Escribir para forjarse el arma antilogos. Para convertirse al fin en interesada e iniciadora según su voluntad, por su propio derecho, en todo sistema simbólico, en todo proceso político." 

El aire del texto es claramente el de un manifiesto, una proclama, que pronto, el mismo año de su publicación,  será atenuada en su virulencia por la propia Hélène para eliminar sus resonancias visionarias y futuristas, para excluir "el énfasis en lo utópico" de sus palabras. 

Más de treinta años nos separan de aquel "manifiesto", y sin embargo hoy es precisamente su tono utópico, su apelación al futuro lo que en mi opinión sigue prestándole al texto su nervio y su viveza, al recordarnos lo mucho que aún queda por hacer, al recordarnos el programa. La casi totalidad del legado cultural se nos ha transmitido a partir de las lecturas y las interpretaciones de pensadores, filósofos, artistas, hombres de ciencia. El universo entero de los símbolos cuenta con pocos textos en los que las firmas de las mujeres aparezcan rubricando esa mirada otra, cuya procedencia, cuyos ojos, cuyo cuerpo, condiciona e instituye esa escritura, escrita con tinta blanca, el arma antilogos, "antifalogocéntrica".

Si nos remontamos a los mitos, a los relatos de orígenes, a cuanto ha constituido nuestro imaginario, las lecturas que dan cuenta de ese riquísimo universo de los signos han corrido a cargo de los "expertos", entendiendo por tales aquellos que la Academia o la cultura canónica han ido incorporando a sus fondos. Pero el imaginario habrá de enriquecerse y constituirse también con la mirada del otro, de las otras.

Christa Wolf puede ser un ejemplo. En sus dos novelas, Casandra y Medea, reclama también esta mirada, aquella misma escucha. Con su escritura el mito se enriquece y descubre junto a la profetisa loca, deslegitimada por Apolo e incapaz de evitar el destino trágico de los personajes del drama y de ella misma, a la dueña de un habla silenciada e ignorada que no desea héroes junto a ella sino seres humanos. De igual manera  su Medea recoge una multitud de voces que, en igualdad de audiencia (todos tienen la palabra), constituyen la polifonía del relato y de la vida. Y así los textos bíblicos, las imágenes de los grandes pintores o los pensamientos de la filosofía desvelarán aspectos ocultos, incógnitos, esclarecedores, a veces complementarios y a veces antagónicos, en los que aprenderemos a conocernos mejor y también a entendernos mejor.

Situada en el último cuarto del pasado siglo XX, La risa de la Medusa, de Hélène Cixous,  "escrita con tinta blanca", constituye sin duda una auténtica VANGUARDIA.

 

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