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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Un gran futuro a las espaldas

Mientras escribo esto se conmemoran los cien años de la publicación, el 20 de febrero de 1909, del Primer Manifiesto Futurista, firmado, ideado y redactado por F.T. Marinetti, intelectual, escritor, dramaturgo y activista, considerado no sólo el padre del Futurismo europeo, sino su más notable representante. Su personalidad provocadora así como su explícita y comprometida adhesión al Fascismo, acabaron planeando como una sombra sobre su obra, que es en efecto una ejemplar puesta en práctica de sus revolucionarias convicciones estético/ideológicas. Aunque los "manifiestos" generados por el Futurismo rondaron la decena, casi todos de tipo más técnico que el primero y referidos a las diversas artes, ninguno logró nunca competir con la fuerza, la originalidad y la provocación que el de Marinetti aún hoy tiene. Tanta es esta fuerza que, una y otra vez se cae en la tentación de huir de la paráfrasis para ir directamente al texto, algunas de cuyas aseveraciones son la mejor síntesis del tono del movimiento (Queremos cantar el amor por el peligro... exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera... destruir las bibliotecas, los museos...lanzamos al mundo este manifiesto de violencia avasalladora e incendiaria con el que fundamos nuestro Futurismo...). En lo referente a su poética, el Futurismo basó su programa esencialmente sobre tres propuestas: el llamado "programa negativo" por el cual se rechazó todo arte del pasado, especialmente el simbolismo, considerado lánguido e incapaz de superar sus agotados clichés; la exaltación de un presente neoindustrial ensalzado e interiorizado como un esperanzador futuro que se traduce textualmente en una radical destrucción de la sintaxis y de su soporte de significados para dejar que la palabra fluya "en libertad" para construir una nueva sintaxis, la de la "imaginación sin hilos" que garantizara la expresión inmediata y absolutamente libre de imágenes y analogías. En los textos todo ello se tradujo en unas formas que experimentaron con las posibilidades "sustantivas" de las palabras, integraron los ideogramas y caligramas, utilizaron todo medio técnico para re-presentar esa simultaneidad de presente que es, pese a todo, la base del Futurismo. Sus contenidos exaltaron la máquina, la velocidad, las fábricas, la ciudad y las masas, así como la guerra y la violencia efervescente. Son evidentes los influjos del pensamiento positivista y del vitalista de comienzos de siglo, así como los del psicoanálisis. Pese a la centralidad de Marinetti sería injusto omitir a otros representantes del movimiento, algunos, más profundos y sutiles interpretes del germen renovador que, más allá de sus provocaciones, éste contenía. Baste citar los nombres de G.P.Lucini y Aldo Palazzeschi. En la valoración retrospectiva del Futurismo cabe destacar que su aportación tuvo el valor revulsivo y anticipador de colocar en el centro de la reflexión intelectual la cuestión de la forma. Si su defensa de algunos valores repugna a menudo, su vocación de renovación de las formas artísticas sigue siendo fascinante. En Italia el Futurismo fue sólo una de las grandes vanguardias; otras (Decadentismo, Ermetismo, Crepuscolarismo...) cuyos contenidos y fines son radicalmente distintos, también subrayaron esa necesaria atención a la forma en que los nuevos contenidos debían traducirse y con ello colocaron una de los más indiscutibles cimientos de la contemporaneidad. Todas ellas pusieron una base sólida para que el concepto de vanguardia haya revivido en las artes italianas hasta hoy. La Neo Vanguardia italiana, que se instituyó como tal en los años 60, planteaba, entre otras muchas cosas, una especie de homenaje implícito a todas las vanguardias europeas hacia las que, cada vez con mayor claridad, el XX y el XXI vuelven una mirada conscientemente deudora.

 

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