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Viernes, 10 de mayo de 2024

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>>Cyber>>Memoria>>Punk>>

 

Can you offer me a valid code of your existence? How can you, when neither modern science nor philosophy can explain what life is? - ‘Kôkaku kidôtai' (‘Ghost in the Shell'), Dir. Mamoru Oshii, 1995.

 

El siglo XX abrió con el Futurismo y cerró con el Cyberpunk. Redefinir la identidad humana a través de la tecnología/máquinas, supone un avance-retroceso bastante significativo en todos los ámbitos y en consecuencia, el advenimiento del colapso cuando el sistema (que nosotros llamamos "ser") ya no reconozca otro comando que el de la autoinmunidad necesaria.

El ser humano, siempre en constante batalla con su entorno, con lo inabarcable y consigo mismo, se centra primero en la longitud de sus posibilidades y no en la amplitud de sus capacidades. La búsqueda del "¿Qué tan lejos puedo llegar?", "¿Cómo puedo hacerlo más rápido?", son en primera instancia más importantes que "¿Quién lo necesita?", "¿Por qué lo hago?"    

Por un lado, la tecnología ha resuelto y hace más simple el trabajo y las actividades, por otro lado, la vida es ahora más compleja debido al abrumador mar de información. Esto último ya no es nada nuevo en estos días, pero si la visión del propio Marinetti hubiera alcanzado lo que hoy acontece, tal vez su ‘Manifiesto del Futurismo' habría quedado redactado como un ‘Manual para hackear a Microsoft'.  

Marinetti, logró encauzar su fetichismo por los metales convirtiendo en verso libre aquellos postulados que defendían, proponían e idolatraban a las máquinas por encima del humano. Él vislumbraba un progreso utópico y el superhombre era su protagonista. Sin embargo, en el ocaso del siglo surge el Cyberpunk una versión actualizada, la bofetada irreverente, que retoma el modelo de la deshumanización pero ya no como el ideal, sino como una distopía y sus consecuencias.

Shinya Tsukamoto, director de cine japonés, señala muy a tiempo el ambiente marginal y solitario que inspira el esplendor de las máquinas. En un principio parecería que coincide con el excitante poderío bélico que ilusionaba a Marinetti y su solución para limpiar al planeta del exceso de producción humana; la realidad, desde la perspectiva de Tsukamoto es otra. La metamorfosis hombre-máquina es dolorosa y trae más trastornos ontológicos que beneficios progresistas.

Estas contradicciones del individuo son expuestas en pantalla por medio de los personajes que el Cyberpunk y el cine de Tsukamoto han declarado como los verdaderos antihéroes postmodernos, ya no el superhombre del Futurismo, sino el producto de un ambicioso experimento fallido.

El discurso de Tsukamoto, agota en cada una de sus películas el ilusorio y metafórico ambiente de la unión entre hombre y máquina (casi siempre de manera grotesca) que sólo puede ser mediante el contagio. Considera que los metales son portadores de un virus electrónico y éste se propaga a través del óxido, desata la enfermedad y el cuerpo se transforma poco a poco en una máquina irascible.

El cambio sucede hacia el exterior del cuerpo humano, que es una manera de establecer simbólicamente que el Futurismo es el antecedente médico. Sin embargo, Tsukamoto logra tocar fondo y decide que lo externo no importa porque quien está dentro de esa armadura tecnológica, es un solitario ser que se ha quedado deshumanizado.

Tetsuo (1989) y Vital (2004), son ejemplos perfectos de lo anterior, pues son polos opuestos. La primera presenta la idea de la replicación artificial externa y la segunda busca en el interior la causa de la originalidad orgánica: el ADN. 

Los genes son un sistema de memoria para los organismos. El hombre es un individuo sólo por su memoria intangible, y la memoria no puede ser definida, pero define a la humanidad.

Mientras que el Futurismo promovía con sentido inductivo (particular < universal) sus teorías, el Cyberpunk le contesta de manera deductiva (universal > particular), puesto que todo cambio, toda revolución, es un círculo-circuito-ciclo que termina donde una vez comenzó. 

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