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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 9 de mayo de 2024

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La residencia de estudiantes de Antonio Flórez. Habitando entre la tradición y la modernidad por el camino de la sobria renovación funcional

 

Ya el cielo está gris y rosa el anochecer. De pronto, al desembocar en la calle del Pinar, se ve allá en el alto fin de las bocacalles a oriente la luna grande redonda. De allí mismo casi, del polvo de oro, suenan leves las campanillas de unas cabras crepusculares. Y bajo la luna, en paz más que nada de la calle, las cabras se vienen a entrar en el establo irreal de nuestra alma acogedora, negras, lentas, rojas, graciosas, elásticas, fragantes. Superponiéndose a la calle, surge una colina verde, y haciendo río los adoquines grises, orillas la acera, valle el corazón, anda la calle como un río. Y suenan las campanillas por estas orillas con eco de nuestras sienes y pasan quedándose las cabras, transeúntes y limitadas. Y ¿por qué nos hacen buenos más que los hombres y las mujeres que pasan estas cabras que ramonean suaves en nosotros mismos como si fuéramos árboles verdes brotados?...

¡Qué gozo ya esta gran promesa de verdor, de oro, de esbeltez, de luz, de pájaros, en esta colina yerma ayer, pedazo del planeta que nos corresponde, y donde estamos poniendo al ponerlos ( ... ) nuestro verdor, nuestro ardor, nuestra dureza y nuestra llamarada!

Juan Ramón Jiménez

 

La arboleda en el Cerro del Viento es la Colina Mediana que Juan Ramón Jiménez habitó, al que llamó cariñosamente Cerro de los Chopos y sobre el que permanece indeleble su huella, una estrecha franja de terreno accidentado en el Parque Urbanizado del ensanche madrileño de Castro, edificado por el arquitecto Antonio Flórez como metáfora de una isla habitada por la madrileña Generación del 27 y símbolo del ambiente de gozosa renovación de la enseñanza científica y de las artes según el ideario de la Institución Libre de Enseñanza y de la Junta de Ampliación de Estudios. Se proyectan edificaciones desornamentadas, sobrias, austeras y contenidas, síntesis del delicado equilibrio entre lo popular y lo internacional, la tradición y el futuro, el historicismo neo-mudéjar y la vanguardia racional, lineales, independientes e interrelacionadas y muestra de una arquitectura más reformadora que precursora de la modernidad, creada funcionalmente desde el interior hacia el exterior, atendiendo al programa de uso y soleamiento mediante un esquema abstracto y una formalización renovadora y de componentes estilizados que revindica una posición empírica y militante en la confiada y expresa formulación del valor de la renovación de la enseñanza. Flórez obtuvo el mejor resultado posible de los precarios materiales constructivos disponibles que, como dijera el geógrafo Manuel de Terán, materializan los dos paisajes madrileños presentes en el Cerro: las pinceladas de granito que salpican los jardines en la fuente del Jardín de las Adelfas y en el banco del Duque de Alba, dibujados según trazas del jardinero Javier de Winthuysen, en referencia al paisaje de la sierra de Guadarrama, así como el severo verde de la madera y el rosa tostado quemado por el sol del ladrillo visto recocho de un Madrid, citado por Unamuno, de campos terreños, de tierra arcillosa, yerma y desolada, con proliferación de alfares.

Pienso en mi cuarto lleno de sol mañanero...los estudiantes se esparcían por los campos de juego, cantaban bajo las duchas...

Mi cuarto es precioso, tiene tres ventanas grandes al jardín y todo el día lo tengo lleno de sol; además, el jardín está precioso, con muchas flores, que a mí solo, entre los 150 residentes, me permiten coger para mi cuarto...una librería en la que "caben más de 500 libros", la estufa, el lavabo, el "roperito de pino barnizado", el "desayuno de tenedor" en el que puede comer "todo el pan que quiera", los manteles y servilletas limpias cada día, el agua filtrada y hervida, el baño diario.

Los pabellones Gemelos, construidos en los años 1913 y 1914, respectivamente, se proyectaron como dos bloques lineales de orientación este-oeste, con tres plantas iniciales -en los años cuarenta se elevaría una más- que albergaban veinticuatro dormitorios cada uno abiertos al mediodía, a los que se accedía a través de una galería cerrada hacia el norte y rematados por aleros "neomudéjares" y cubiertas planas como terrazas-solárium. El último pabellón construido por Flórez para la Residencia en 1915 sería la metáfora marina de un crucero arquitectónico, que debido a la estrechez del solar invierte, con su esquema lineal norte-sur y orientación este-oeste, al de los pabellones Gemelos. La organización explica la rigurosa composición simétrica del variado programa: la repetición de seis salas para laboratorios en planta baja, como aulas de escolares, y un programa de habitaciones en plantas superiores con acceso por un amplia galería de madera vernácula a poniente (un pasillo-balcón-corrala al aire libre bañado por el sol como una solana de pérgolas de madera), que junto a los torreones extremos mudéjares acusa una personalidad regionalista.

...tiene el mote de "Transatlántico" por su largo balcón de borda y porque sobre la tendida recta de su azotea flotan al viento nuestras ropas como equipos de tripulación en cordaje naviero.

Todos con cubierta plana en conexión con la ortodoxia moderna pero derivada de una constante formal en la arquitectura escolar de Flórez basada en postulados de salubridad e higiene. Azoteas de luz, aire y vistas que realzan la que ya daba el cerro elevado. Desde su altura se tomaban baños de sol y se dominaba el Hipódromo, pudiéndose ver las carreras hípicas de otoño y primavera.

... y permite ver con libertad el libre juego de las nubes, tan vario, suntuoso y cromático en el centro de España.

Los vientos hispano-ingleses soplaban en los Altos del Hipódromo cercados de dorada sílice entre plantaciones de chopos, adelfas, tilos y acacias, convertidos en vivos protagonistas literarios: la estrecha cinta del Canalillo de Lozoya, el paseo de las Acacias y Chopos de Juan Ramón que marcaban en el aire el trayecto de las aguas en su discurrir, o el que plantara el poeta como parte de la institución que crece con ellos. Entre los fantasmas de la casa habita aún, en este lugar alejado de fetichismos, tráficos y ruidos y en desconexión física, social y cultural con la ciudad histórica, el espíritu de los primeros versos de la Edad de Plata a través de la interminable lista de pasajeros ilustres que habitaron o visitaron la Residencia. Insignes residentes como Alberto Jiménez Fraud, Federico García Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí o José Moreno Villa, visitantes habituales de esta arboleda perdida, como Alberti, ocasionales como Neruda, y la vocación europeista de los protagonistas invitados de la vanguardia internacional: Gropius, Le Corbusier, Lutyens, Mendelsohn, Van Doesburg, Madame Curie, Einstein, H.G. Wells, Stravinski, Ravel...una interminable lista para un nuevo campus de la pedagogía y la ciencia modernas que proponía, como escribiera Celaya, un mundo más grande, sin gesto ni aspavientos, una nueva sentimentalidad generosa e iluminada y una nueva España del siglo XX.

Aquel chopo de luz me lo decía, en Madrid, contra el aire turquesa del otoño: Termínate en ti mismo como yo.

La Colina de los Chopos. Juan Ramón Jiménez

 

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