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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Lunes, 13 de mayo de 2024

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Donde no crecen los girasoles

 

Desde mi soledad, en grises horas, acuño estas líneas con trazos de invisibles y cristalinas notas, mientras con la tarde adolecen mis palabras. Me perturba el fiero compás de las voraces aspas del tiempo... Tras del silencio de la enmohecida reja de fundidos goznes donde me hallo, sonoras risas, nebulosos pasos, fluir de otras vidas..., inundan con sus cadencias el rojo plomizo de mis fuentes profundas. Caudal que a solas navega queriendo silenciar el mundo, acariciando tan sólo el sonido de una ansiada voz. Pero el mundo nos cerca con clamores de mordaces aires, mientras anhelamos adormecernos sobre un mar de quietud.

No sé cómo desterrar esta punzante algarabía; la sinrazón, cuando subyuga... No sé cómo tornar en risas, las frágiles lágrimas; ser luz de una mirada al liberase al ángel que en ella habita; aventar nuestras débiles semillas de infinita ternura. Sé por qué, en el azul inmenso del campo donde enraíza el alma, en este tiempo, no germinan espigados girasoles ni sobrevuelan las tornasoladas brisas que hacían crecer los más puros renuevos. Sin ellos, sus dorados corazones se marchitan entre álgidos surcos. A veces, sueñan que alcanzarán el sol de una nueva brisa con el nuevo estío. Quizá sea yo, que sueño oírte pronunciar mi nombre al verte regresar con el nuevo rayo, en la mañana; la esperanza me hace imaginar este horizonte soleado. Tras la invisible reja que corroe mi soledad, me acompañará en la espera, mientras no se quiebren mis sentidos.

Desde mi soledad, en estas horas de magia y de verdad, un imperceptible murmullo me habla de ti, de aquellas dulces horas, de amor y de poesía... Tenso estas líneas como las cuerdas de una cometa de papel entre mis manos: la que he soltar en esta tarde en la que mi otro ser delira y las nubes cercan su pecho. Si dejo mis ojos entreabiertos, te contemplo ungida de vivos colores; entre ellos, tan sólo yo puedo verlo, en mis ojos planea el verde de tus ojos... Más tarde contemplo, sobre la ardiente arena, la abatida cometa y el batir de las olas que me han puesto salobres los labios y han enrojecidos los ojos... Y he de acunar las lágrimas en mi regazo; adormecer tu inmaculado latido en mi vientre, acompasar tu corazón en mi corazón...

Aunque, ahora, seamos cercados campos de lejanía, sé que volveremos a encontrarnos en aquel bendito vergel donde nos refugiábamos de encendidas tempestades... ¡Cuántas pasaron sin vernos...! ¡Cuántas sin rozarnos...! Al volver, has de traer rayos del sol que llevas dentro si quieres dar vida a este umbrío cuerpo que yace en agónico campo. Porque sin ti, no lograré alcanzar una brizna de luz en la brisa ni un blanco suspiro en la tierra; sólo la negrura sin estrellas que me muestra el infinito...

 

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