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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Angelus versus Mefisto

De acuerdo con las leyes inmutables de la Naturaleza, Hermes Trismegisto postuló el siguiente corolario filosófico-cósmico: "Lo que está arriba es como lo que está abajo", lo que equivale al binomio Microcosmos igual a Macrocosmos, en términos neoplatónicos. Con el tiempo, la Teología escolástica vino a darle la razón, pues para ella, Luzbel fue el primer Ángel, con lo que creó una demonología a imagen y semejanza de las seculares Cortes angélicas -Teología del Infierno como réplica "deformada" de la Teología celeste- que hundía sus raíces en la Cábala hebrea, en la Hermética egipcia y en el Mazdeísmo persa, de cuya marcada dualidad impregnó su particular Panteón pagano.

 Dos caras, pues, de la misma moneda, reflejo fiel de la naturaleza humana regida por pasiones encontradas que acaban por cristalizar en mitologías duales, diversas de forma pero iguales de fondo. Están protagonizadas por figuras antagónicas de genética ambigua pero con funciones y atributos bien definidos. "Hay doctores en teología - dirá Enrique Cornelio Agripa- que suelen efectuar nueve clasificaciones de demonios malignos, como igual proporción de tropas adversarias de los nueve Órdenes angélicos".

Así surge la infinita variedad de Ángeles y Demonios -Querubines, Tronos, Potestades, Serafines...-  que, jerárquicamente organizados, habitan el Cielo y el Infierno cristianos. En este punto, parece coincidir la creación de figuras alegóricas tanto por parte de católicos como de protestantes: recuérdese el temor religioso que le infundía a Lutero la inspiración diabólica, de la que temía que pudiera dictar sus más profundas creencias reformistas.

 Hasta cerca de siete millones y medio de demonios distintos llegó a registrar el médico humanista Jean Wier, cómputo corregido por Fromenteau en Le Cabinet du Roy de France, a favor de la terrorífica cifra de cerca de mil ochocientos millones. Basándose en la autoridad del De Daemonibus de Miguel Psellos, Giordano Bruno establece una precisa clasificación demoníaca, en la que va más lejos, al afirmar que "el Mago se puede convertir en Demonio".

Cuestión aparte es la de las formas que pueden llegar a adoptar estas entidades en función de sus atribuciones, intenciones o incluso, del medio que dominan. Documento imprescindible al respecto es la Bula Satánica o Gran Grimorio del Papa Honorio, cuyos preliminares se abren con la imprecación de carácter coercitivo, preceptiva en todo ritual invocatorio:

 

Yo os conjuro y ordeno, Espíritus todos, tantos cuantos vosotros fuereis, ausentes y presente, para que aceptéis y acojáis favorablemente este Grimorio, y cuanto en él se contiene, a fin de que cuantas veces lo lea con la intención de evocaros, os presentéis sin demora bajo hermosa apariencia humana y sin poner reparos ni exigencia alguna.

                                        Anónimo,  Gran Grimorio del Papa Honorio

 

Los Libros Olvidados del Edén, ofrecen otro curioso documento:

Entonces Adán y Eva, fueron al río de agua, y se sentaron en la orilla, como hace la gente cuando disfruta. Pero Satanás estaba celoso de ellos y quería destruirlos.  [...] Entonces Satanás y diez de sus huestes se transformaron en muchachas,  de gracia sin igual en todo el mundo [...] Era una treta de Satanás para engañar a Adán.

                                               Anónimo,  Los libros olvidados del Edén

 

Entre los testimonios literarios más alejados de la corriente ortodoxa, El Libro de Henoch presenta a los Ángeles como una funesta generación corruptora de la raza humana:

 

Así pues, cuando los Hijos de los Hombres se hubieron multiplicado, y les nacieron en esos días hijas hermosas y bonitas, los Ángeles, Hijos de los Cielos, las vieron y las desearon. [...] Éstos tomaron mujeres, cada uno escogió una, y comenzaron a ir hacia ellas y a tener comercio con ellas.

                                                                Anónimo,  El libro de Henoch

 

Se trata de una corrosiva legión de perfiles morbosos,  distanciada, del patrón ortodoxo, modelo angélico protector,  en ocasiones:

             

El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto'

                                Sagrada Biblia,  Evangelio según San Mateo, 2.13.

 

en otras, alentador:

                  

Pero el Ángel les dijo: ‘No temáis'

                                                    Sagrada Biblia, Ibidem, 28. 1.

 

En tanto que su referencia celestial -herencia directa de las Sefirot cabalísticas- se manifiesta en las Esferas de Luz, de las que es participación inmanente, el Demonio, por el contrario, transgrede  tan beatífica actitud, conformando una naturaleza soberbia, ora instigadora:

 

Pero la Serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: '¿Con que os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del Paraíso?' [...] 'No, no moriréis'

                                                                  Sagrada Biblia, Génesis, 3. 1.

ora perversora:

 

Y le dijo el Diablo: ‘Si, pues, te postras ante mí, todo será tuyo'

                                  Sagrada Biblia Evangelio según San Mateo, 4. 9.

 

El ocultismo épico babilonio ya había sentado los precedentes de este universo suprahumano ambivalente:

 

Armurópulo se pasea arriba y abajo, por la orilla del Eufrates  /  [...] Entonces, una voz angelical bajó del cielo: / 'Clava tu lanza en la raíz de una palmera' / y en esto que apareció un niño chico sobre la cima de un cerro / y, acto seguido, lanzó un penetrante alarido, le arrebaté su negra montura / [...] Entonces, desenvainado que hubo la espada, tajóme la mano. (fragmento)

Anónimo, Canción de Armuris, en Poesía anónima heroico bizantina

 

Con los nombres de Raziel, Samael, etc. en la Cábala hebrea,  el Mal adopta diversas entidades malignas que simplificó la doctrina cristiana, reduciéndolas a una sola figura, síntesis de todos los males y antítesis de la angélica Corte celestial. Inevitable referencia apocalíptica, identificada por Fulcanelli en el marco alquimista, como la figura del Ángel de la Espada flamígera, cuya devastadora presencia no anuncia sino Muerte y Catástrofe:

 

Le correspondería por tanto realizar un trabajo angélico del que la Alquimia es el germen o la anticipación,  [...] , la  experiencia adquirida con el trabajo sobre los metales, nos ha convencido de la dificultad de esta última purificación, [...] Tal es pues el sentido de la interdicción y el de la presencia del kherub con la espada flameante en el Árbol de la Vida...                                                                          

Fulcanelli, Finis Gloriae Mundi.

 

La tradición esotérica hebraísta transforma al angélico testigo de las Escrituras en el insobornable guardián de los arcanos impenetrables:

 

Existe un secreto formidable como lo atestiguan las tradiciones de Egipto, resumidas simbólicamente por Moisés en el comienzo del Génesis [...] Está guardado por las cuatro firmas de la esfinge bíblica, el querubín de Ezequiel.

 Eliphas Leví, Alta Magia.

 

Y, así mismo, convierte al insidioso Satán del Génesis, en una libidinosa serpiente que, según los Midrashim, envidiosa de Adán, quiso matarle y

 

copular con Eva.

Evangelios Apócrifos, Evangelio de María Magdalena                 

 

La literatura ortodoxa hebrea establece una curiosa relación entre Muerte, Resurrección y Jerarquías celestes o infernales. Según los teólogos hebreos, un cuerpo sin vida queda sometido al demonio Zazel, potestad de la Muerte, cuyo alimento diario es "el polvo de la tierra".

Se encuentra, no obstante, una réplica gnóstica a estas creencias,  en el Evangelio según Tomás, cuando Jesús en tono conminatorio, sentencia:

 

En los días cuando comíais los muertos, / los transformasteis a la vida. (fragmento)

            Evangelios Gnósticos, El Evangelio según Tomás. (vrslo. 11)     

 

El Apocalipsis participa plenamente de esta tradición asociativa entre el Reino de los Muertos y la antropofagia:

 

Vi también a un ángel que estaba en el sol, y clamó en alta voz, diciendo [...]: Venid, y congregaos a la cena grande de Dios. A comer carne de reyes y carne de tribunos y carne de poderosos

                                                   Sagrada Biblia, Apocalipsis 19, 17-18

 

Por otra parte, no hace sino recoger la antigua tradición de los primitivos judíos en épocas anteriores a la implantación del Mosaicismo. Entre estos pueblos existía la costumbre ritualizada, de reunirse los hermanos y, entre todos, matar al padre para heredar su autoridad:

 

Devorando su cadáver crudo.

                                Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta.

 

El contrapunto de estos Ángeles de la Muerte se manifiesta claramente,  en los textos heterodoxos. Decidido opositor de las Tinieblas, Elelet se presenta ante Norea como el Ángel Supremo de Luz:

 

Norea se volvió hacia ellos y les dijo; ´Vosotros sois los Arcontes de la oscuridad'. Elelet, el Gran Ángel, le habló y le dijo: 'Yo soy uno de los cuatro dadores de Luz'

                         Evangelios Gnósticos, La Hipóstasis de los Arcontes 

 

Christian Rosa Cruz, en sus Bodas Alquímicas, recurre también al Ángel fulminante cuya sobrecogedora aparición tiene lugar "En una torre sombría tras padecer dolor".

La espiritualidad musulmana presenta una compleja trayectoria. Entre el sectarismo yacidí, adorador del Ángel caído, y la ortodoxia redencionista,  simbolizada en el Ángel Gabriel, surge una tercera vía: el trascendentalismo sufí.

 

No soy ni del Paraíso ni del Infierno. Entras en la corte del diablo.

                      ìal~l al-D§n Rãm§, Poemas Sufíes.

 

Y es aquí donde se rastrea el germen filosófico del pensamiento dantesco y donde se encuentra el modelo referencial de los iluminados "mensajeros" llullianos que circundan "los caminos infernales" y se elevan "a las alturas" en ininterrumpido flujo emanantista. Inevitable la vinculación con los semiheréticos y místicos "Ángeles contemplativos" de Pico della Mirandola:

 

Alternativamente suben y bajan por una escala que se extiende desde el punto más bajo de la tierra hasta la cima del cielo.

Pico della Mirandola, Discurso de la dignidad del hombre.

 

Siguiendo el modelo doctrinal impuesto por la Universidad de Bolonia, desde su Cátedra de Demonología, el inquisitorial Malleus Maleficarum (segunda mitad del s. XV) mantiene intacta la esencia dual de los ejércitos ultraterrenos:

 

El  ángel no puede entrar en el alma [...] pero ¿puede el diablo conocer estos pensamientos con certidumbre? Penetrar las potencias unidas al cuerpo puede convenir al ángel bueno o al malo.

                         Jacob Sprenger y Henri Krämer, Malleus Maleficarum.

 

Simultáneamente, la Magia humanista florentina practica el sortilegio salomónico de factura onírica y conciencia reveladora. Mientras Salomón describía su experiencia extrasensorial en términos alegóricos:

 

El ángel del Gran Dios hízose visible para mí y díjome en alta voz: el Señor desea satisfacer tu curiosidad [...] después de haberme rehecho de mi casi desmayo, respondí al ángel que no deseaba otra cosa sino el don de la Sabiduría.

                                                          Anónimo, Clavículas de Salomón.

 

Marsilio Ficino admite:

 

Algunos de los antiguos tuvieron amistad con los demonios como Zoroastro y Porfirio, a causa del culto que les rindieron. Y se dice que esos demonios se les manifestaron estando en vela a través de sueños y mientras dormían, por revelaciones y visiones. Así es como llegaron a ser magos por la amistad que tuvieron con estos demonios.

                                                                    Marsilio Ficino, De Amore.

 

Desde la Edad Media venía desarrollandose en Europa un conciencia mesiánica, a la que no le eran ajenas las preceptivas fases de corrupción y tragedia: "Por vuestra malicia, caeréis en los tormentos rigurosísimos de las tinieblas exteriores."

Con autores como Giovani Nanni -que tanto debe al De futuris, de Flavio Biondo- se inicia una trayectoria  redencionista de purificación y salvación final.

Visionarios, espirituales, goliardos, beguinos, milenaristas, alumbrados y otras disidencias con nombres como Arnaldo de Vilanova o Jacopone da Todi preconizan el advenimiento del Salvador, precedido de señales anunciadoras de su llegada. Una marca inequívoca de su inminente llegada era, paradójicamente, la presencia del Anticristo y sus huestes, elemento neutralizador del poder de Cristo y sus legiones.

Se trata de un trasunto de la secular oposición ética Bien / Mal,  que ya las antiguas religiones iraníes -precedentes de la bipolaridad moral del Cristianismo- expresaban en términos de "ejércitos".

El Siglo de Oro cuenta con destacados seguidores de esta corriente. En 1552, Gillaume Poste publica De ce qui est premier pour reformer le monde, pauta de los posteriores Sueños de Francisco de Quevedo, obra impregnada de esencia doctrinal trentina:

 

Andaban los ángeles custodios mostrando en sus pasos y colores las cuentas que tenían que dar de sus encomendados, y los demonios repasando sus tachas y procesos.

                  Francisco de Quevedo, "Sueños del juicio final", en Sueños

 

En 1619, el alemán Ambrosius Siebmacher publica su Hydrolithus, contaminado por la línea de profunda decepción marcada por el medieval Das Narrenschiff de Sebastián Brant.  Oigamos cómo se expresa el texto  con devastadora austeridad,  en tono catártico teñido del inconfundible pesimismo calvinista que sólo cifra la esperanza en la muerte:

 

Toda suerte de calamidades, miserias, ansiedades y tribulaciones son causadas por el Diablo. Todas ellas son un buen presagio, pues el hombre, tan atormentado, alcanzará finalmente un día la bienaventurada salida tanto tiempo esperada: entrar en el reino de los Cielos a través de las numerosas tribulaciones del camino estrecho.

Johann Ambrosius Siebmacher, Hydrolithus Sophicus.

 

Contra todo pronóstico, el mitema restitucionista trasciende al Siglo de la Razón. En 1875, el ocultista galo Baque de Bufor publica en Londres su Concordancia, donde expone sin el menor rasgo de cientifismo:

 

Los habitantes del mundo espiritual obran las calamidades y los trastornos a los que el Globo terrestre y la naturaleza humana están expuestos [...] Por su alma, que es esencia divina, el hombre se comunica inmediatamente con Dios y con el mundo angélico que es innmortal y físicamente incorruptible. Los espíritus de las tinieblas se comunican con los mortales y los conjuros pueden hacerlos aparecer [...] Cuando Dios haya separado los Elementos simples que infundían la vida, no serán más que un residuo, una tierra condenada y entonces, los espíritus de las tinieblas serán aniquilados o serán precipitados a los abismos de esta tierra impura y corrompida.

Saint Baque de Bufor, Concordancia mito-físico-cábo-hermética.

 

Y es que, al margen de toda lógica, el Siglo de las Luces aún arrastra una herencia supersticiosa de largo alcance literario.

Basta recordar los magnetizados y, supuestamente, curativos diablos mesméricos, tan atacados por el abate Fiard. Su animadversión hacia el Précis historique des faits relatifs au magnétisme animal, del doctor Mesmer, inspira la publicación en 1785 de una caricatura en la que la comunidad científica rechaza las propuestas médicas del autor, por considerarlas de naturaleza ocultista.

De la importancia que tuvo la Magia en el s. XVIII, deja constancia el Padre Feijoo en su obra titulada Uso de la Mágica. A lo largo del texto, el autor glosa en tono ilustrado la Steganographia de Tritemio y sus fórmulas invocatorias de los espíritus Baralipton, Felapton, Ferio, etc.

No se puede cerrar este sucinto repaso por la Angelología y la Demonología sin señalar su influencia y testimonio en la Literatura contemporánea. Por actualizar algunos de sus ejemplos más destacados,  citaré la inestable metamorfosis diabólica del Fausto de Thomas Mann  -alegoría del superhombre-:

 

Y he aquí de pronto, que se apodera de mí un frío penetrante. [...] Alguien está sentado en la penumbra. Es un hombre de silueta bastante ahusada, cabellos rojos sobre la sien, pestañas también rojas rodeando unos ojos enrojecidos, un rostro lívido, de nariz arqueada. [...] Poco a poco, al mismo tiempo que él discurría ante mí, se había operado una transformación en mi interlocutor, me parecía diferente de cómo era poco antes.

                                                               Thomas Mann, Doctor Fausto.        

 

o el "Andrógino esencial" renacentista de Lainez, expresión exacta de la funesta "fascinación tenebrosa" o temática renacentista de la vinculación a través del hechizo visual  y de la seducción del Mal: 

 

Soñé que descendía con Julia hasta el borde de las rocas del futuro Sacro Bosque. Había allí una numerosa compañía de hombres y mujeres desnudos, semejantes a los seres infernales que pueblan las tumbas etruscas. Nos incorporábamos a su danza, a sus manejos eróticos, a sus violentos abrazos, en el vertiginoso aquelarre. Giraban alrededor de un demonio de cerámica.

                                                          Manuel Mújica Lainez,  Bomarzo.

 

Universo aparte presentan las entidades espectrales -visión de las iniciaciones más perversas- en las jornadas sepulcrales de Lovecraft:

 

Creí ver unas sombras sin forma que parecían escurrirse sigilosamente en una blasfema procesión ceremonial, y ocultarse en las tumbas corrompidas de las colinas  [...] 'Tapa esa escalera infernal' [...] Ignoro por completo a qué criatura pertenecía aquella voz profunda, hueca, ultraterrena, inhuman, espectral.

                                                     H.P. Lovecraft, Viajes al otro mundo.

 

Especial hondura es la del lúcido Ángel del Juicio -Josafat subrealista- que nace de la voz proscrita y alucinada de Rimbaud:

 

suprême Clairon plein des strideurs étranges /Silences traversés des Mondes et des Anges

 Arthur Rimbaud, Volleyes.

 

pasando por las antagónicas jerarquías a las que cantaba la incertidumbre metafísica de Alberti:

 

Ángeles buenos o malos, que no sé

Rafael Alberti, Sobre los ángeles

 

para recalar en la luctuosa diligencia lorquiana presidida por ese voluntarioso agente de tránsito y pesadumbre:

 

Un ángel marchoso pone  / su cabeza en un cojín.

Federico García Lorca,  Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

 

La savia sutil juanramoniana -"buena altura / para que los ánjeles [sic] bajen"- nutre el derrotado aliento de Otero:

 

Y un golpe, no de mar, sino de guerra /que destierra los ángeles mejores

Blas de Otero, "Puertas cerradas", Ancia

 

Atrás quedaron las cómplices y diáfanas esencias tutelares de Giorgi, Pico, Dee o  Spencer.

Aún hay sitio, sin embargo, para un homenaje postrero al ángel cautivo de Petrarca, reproducción del ideario neoplatónico expuesto por Alberto Magno (Summa Theologica), que, confinado en la tierra:

 

batte l´ ale / per tornar a / l´ anticho suo ricetto

                                                              Francesco Petrarca, Canzoniere.

 

En ese dolido supramundo -inútil aleteo clionizado- de Miguel Hernández:

 

Por desplumar arcángeles glaciales / la nevada lilial de esbeltos dientes /es condenado al llanto de las fuentes / y al desconsuelo de los manantiales.

Miguel Hernández,  "Soneto final", El rayo que no cesa

 

Habrá que acudir a la desesperanzada prosa española de postguerra, a la orfandad marginal, a esa última pulsión de supervivencia para que hicieran aparición esos suburbanos Tronos Caídos, Ángeles undergroud cuya condición maldita refleja Francisco Umbral en toda su crudeza. Bajo la sórdida luz de neón, no hay sitio para los Ángeles Buenos. Entonces, la eterna duda se pierde en la noche:

 

Decían en el seminario  que eso es tener el demonio en el cuerpo. Desear el mal.

                                                 Francisco Umbral, Travesía de Madrid.

 

En conclusión, concepciones politeístas y adaptaciones monoteístas, expresión íntima y subliminal de un imaginario colectivo estimulado por la eterna dicotomía Bien/Mal, generan sus particulares manifestaciones de huestes coadyuvantes y agresoras a través del tiempo. Sus diferencias no van más allá de un rico inventario de variantes formales en función de su propio estrato cultural, espiritual o social, proyección hiperbolizada de los terrores y las esperanzas que caracterizan, en definitiva, al ser humano.

 

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