El piano
Dedos afilados, gatunos,
yemas sedosas,
pronunciadas raíces sobre sus manos.
Cerré mis ojos.
El sonido agudo,
a veces tintineante, fluido otras,
me transportaba al río de la Pedriza
y penetraba en mí el olor de la menta.
Las blancas recuerdan a la lluvia
estampándose contra el cristal,
dejando traviesas lágrimas resbaladizas.
Las negras suenan a extraño sueño,
guijarros brillantes y viscosos
que asoman entre los escalones del río.
Volví por ti
Volví por ti
Me estabas esperando
Ninguno lo sabía aún
Fuerza que me incitó a temblar
Firmeza que me retuvo
Gigantesca sombra
Persuasiva lengua
Obedecer al instinto
La bárbara libertad
Conciencia, mesura
-¿Dejarme domar?-
Violenta recompensa
Cálido bálsamo sobre mi boca
Lágrimas de turbación
Bellísima conmoción
Canto nocturno que susurré
Acariciando tu cabellera de indio apache
Flotando hacia el infinito de nuestros seres
Me fundiste en tu llameante abrazo