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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Mene incepto desistere

 

 

 

Traducción latina de Ricardo DORADO  

 

Las armas y al hombre canto, el primer que de costas troyanas

a Italia, escapando de su hado, llegó, hasta lavinias playas;

aquél tan zarandeado por tierras como por alta

mar, forzado de los de arriba y por Juno ensañada;

el que tanto sufrió ya también en la guerra, hasta que fundara

ciudad y llevara los dioses al Lacio, de donde la raza

latina y los padres de Alba y de Roma las magnas murallas.

Las causas recuérdame, Musa: violado qué mandato,

de qué la reina de dioses dolida a rodar por tantos

desastres a un hombre notado en piedad, a tantos trabajos

sufrir ha empujado. En almas del cielo, ¡enojos tamaños!

Una ciudad hubo antaño (que tirios colonos tuvieron),

Kartago, enfrentada a Italia y las bocas, desde lo lejos,

del Tíber, opulenta y muy avezada en afanes guerreros;

a ella la más se cuenta que Juno, del mundo entero,

relegando a Samo, la había cuidado. Aquí su armamento,

su carro aquí estuvo; la diosa a que tenga la gente este reino,

mientras los hados permitan, pone ora empeño, ora celo.

Mas que se guiaba a una prole de sangre troyana, en efecto,

había oído, que el alcázar tirio abatiera en tiempos;

que de aquí a lo ancho un pueblo y un rey en la guerra escelso

de la ruina vendrían de Libia: las Parcas hilando así estuvieron.

Eso temiendo y con el de la antigua guerra recuerdo,

que a Troya llevara primera por sus queridos argeyos,

aún no las causas de su ira ni sus resquemores fieros

del pecho se le habían soltado: reside en su mente repuesto

altiva el juicio de Paris y de su figura el desprecio,

la raza enojosa y de Ganimede, el raptado, los premios.

Por esto encendida, por el mar esparcidos entero,

a los troyanos, restos de Dánaos y de Aquile el soberbio,

lejos del Lacio apartaba, y años durante sin cuento

de los hados llevados vagaban por todos los mares en ruedo.

¡Tanto costaba poner del pueblo romano el cimiento!

Hacia alta mar, de Sicilia no bien la tierra avistada,

velas largaban alegres y el bronce espumas surcaba

de sal, cuando Juno, que en pecho una herida eterna guarda,

con éstas se estaba: "¡Yo en mi intento cejar derrotada,

sin poder apartar al rey de los Teucros de Italia!

Por cierto me vedan los hados. ¿Quemar la flota Palas

de los argivos y ahogarles no pudo en la mar salada

por daño de uno solo y de Ayante el de Oileo la insania?

Desde las nubes lanzando de Jove la rapaz llama,

las barcas desbandó y revolvió con vientos la calma,

y a aquél que, con pecho atravesado, espiraba en llamas,

en un torbellino ha atrapado y clavado en peña afilada.

¡Y yo, que marcho reina de dioses, de Jove hermana

y esposa, con solo un pueblo tantos años batallas

mantengo! ¿Y hay alguno que adora de Juno el alma

o que además de rodillas pondrá una ofrenda en sus aras?

Tal revolcando en su corazón la diosa inflamado

a la patria de nublos, regiones preñadas con los bravos Austros,

a Eolia llegó, donde el rey Eolo en estenso antro

a los vientos, que luchan, y los temporales sonados

aguanta con mando y en una mazmorra refrena atados.

Ellos, a par que el enorme mormullo del monte, vejados,

redor los barrotes resuellan; Eolo en su trono encumbrado,

resoplos amaina y tiempla rencores, cetro en la mano.

Si así no hiciera, con mares y tierras y el cielo tan alto

por cierto arramblarían por el aire arrastrando.

Mas padre puédelo-todo a la sombra los tiene encovados,

(que esto temía) y encima una peña y altos collados

ha puesto y un rey les ha dado, que con seguro pacto

supiese tirar y aflojarles la rienda, según lo ordenado.

Con quien, de rodillas, Juno estas palabras ha usado...

 

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