Llegó el Invierno oscuro para verte,
con sus desnudas manos como atado,
prisionero vendado su quererte,
y vestido de raro enamorado.
Llegó el Invierno escuálidos los huesos,
con el traje haraposo de la muerte,
a prender tus latidos y tus besos,
aterido del viaje a conocerte.
Prendado de calor tu Primavera,
celoso de tu luz resplandeciente,
con queja del rigor y sin clemencia.
Por su ausencia de amor de calavera,
con tus manos, su rostro de impaciente,
se alejó sin dolor con tu presencia.