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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Creación y osadía

 

DOS ÉXITOS SORPRENDENTES...

 

"Rent" de Jonathan Larson y "Angels in America" de Tony Kushner son dos obras que han tenido un grandísimo éxito tanto de público como de crítica, especialmente en la meca del teatro: Broadway. Sin embargo, ambas presentan temas poco comunes en los taquillazos norteamericanos, pues las dos obras tratan tabúes centrándose en su impacto en la cultura underground. "Rent" narra la historia de un grupo de amigos que va siendo diezmado por el SIDA. Los personajes que por ella se mueven incluyen  tipos tan poco comunes en la dramaturgia de Broadway como homo/bisexuales, travestis y strippers, sin que ninguno de ellos cumpla el tradicional rol de personaje-políticamente-correcto-para-contentar-a-distintos-colectivos-y-minorías. Por otro lado, "Angels in America" trata de el efecto que el SIDA tiene en una pareja homosexual. En esta obra también se da un desfile de personajes atípicos, siendo fundamental la aparición de diversos ángeles y espíritus que visitan al protagonista. El tratamiento de estas figuras a lo largo de la historia es también bastante particular; de hecho, cuando uno de los personajes muere y un ángel baja a por él, el único comentario que hace el difunto es que la aparición es "muy del estilo de Spielberg."

Pero no sólo estas obras han triunfado en el teatro, que al fin y al cabo es hoy un medio minoritario. No importa lo grande que sea una sala, siempre estará en desventaja frente a la televisión o el cine, cuyo potencial de distribución es infinitamente mayor. La tele puede llegar a cada casa, y las distribuidoras cinematográficas pueden lanzar tantas copias de una película como les parezca adecuado. Si a eso se le unen los DVDs más las copias piratas que bailan por internet, el teatro queda como el pariente pobre, en términos comparativos de público.

Así que no sería difícil intentar justificar el éxito de estas obras basándose en el hecho de que el teatro es un fenómeno minoritario, al que acude una pequeña élite con un alto nivel socioeconómico -el precio actual de las entradas más baratas para "Rent" es 70$, después de doce años representándose. Sin embargo, ambas han tenido sus respectivas adaptaciones a la pequeña ("Angels in America") y a la gran pantalla ("Rent").

De hecho, la miniserie "Angels in America" tiene por protagonistas a grandes monstruos de la interpretación como Al Pacino, Meryl Streep y Emma Thompson (¿le suenan a alguien?). Igualmente, la serie barrió en los premios Emmy (los Oscars de la tele yanki) en 2004, llevándose nada menos que 11 premios. También arrasó en los Globos de Oro, con 5 galardones. Menos premios se ha llevado la adaptación de "Rent" al cine, mientras que sí fue un rotundo éxito de público.

No es del todo común que adaptaciones de ganadores del premio Pulitzer -"Rent" en 1996 y "Angels in America" en 1993 -tengan un éxito tan avasallador entre el público. Especialmente, el increíblemente conservador espectador norteamericano, para el cual la homosexualidad y el SIDA son temas tabú, de los que no se debe ni hablar ni llevar a escena.

Hay que tener en cuenta que el público yanqui estándar no es ni mínimamente parecido al que se nos presenta habitualmente. La mayoría de las películas que crean la imagen del americano para los europeos se desarrollan en o Los Ángeles o Nueva York, dos ciudades importantísimas en EEUU pero para nada representativas de la cultura del país. Los habitantes de Sant Louis o de Oklahoma City -también grandes ciudades estadounidenses- tienen un estilo de vida bien diferente al que presenta Hollywood como "americano", y es un colectivo mucho más numeroso que el formado por los cosmopolitas neoyorquinos. Hablando claro, el norteamericano medio se parece más a cualquier personaje de "Me llamo Earl" que a los chicos de "Friends".

Por lo tanto, resulta como mínimo curioso que obras tan valientes y de calidad estén triunfando al otro lado del charco. Este hecho despierta una serie de lecturas ambiguas sobre la sociedad y su relación con los temas tabú. ¿Acaso el éxito de estas obras representa la concienciación y solidarización de la sociedad con un colectivo considerado, hasta hace poco, marginal? ¿O, por el contrario, es que la industria ha engullido a este grupo para regurgitarlo convertido en dinero? Sea cual fuere la interpretación de este fenómeno, es indudable que algo está cambiando, para bien o para mal, en los cánones de "lo aceptable". Ya era hora.

 

...Y UN ÉXITO DECEPCIONANTE

 

Pero en Broadway no todos los taquillazos son obras arriesgadas que sorprenden por su brillantez. De hecho, el gran boom de los últimos años es el musical "Wicked", basado en la estupendísima novela homónima de Gregory Maguire. El título hace referencia a la Wicked Witch of West, más conocida para nosotros como la Bruja Mala del Oeste, esa mujer verde que le hacía la vida imposible a Dorothy en "El Mago de Oz".

La novela de Maguire es extraordinaria. Revisa el clásico infantil convirtiéndolo en una historia para adultos que narra la vida de Elphaba -nombre que el autor decide dar a la bruja -en clave de activismo político. El libro presenta al Mago de Oz como un líder totalitario al que se opone Elphaba cuando uno de sus maestros es víctima del genocidio orquestado por el Mago. Así, a la bruja se le presenta como una líder de la Resistencia frente al hitleriano señor de Oz. El elemento político de la novela es innegable, y los dilemas morales a los que se enfrentan los diversos personajes son extremadamente complejos, ya que una de las preguntas clave de la historia es si el uso del terrorismo puede estar legitimado al utilizarlo contra un enemigo fascista. Y el final es sencillamente sobrecogedor. No lo desvelaré aquí, por si alguien quiere leerlo -se encuentra en cualquier librería bajo el título Wicked: memorias de una bruja mala -pero ya avanzo que es un  desenlace que no deja indiferente.

Sin embargo, la historia que narra el musical es bien diferente. Elphaba es una joven bondadosa pero el color de su piel hace que los demás niños la rechacen y acaba cada vez que intenta hacer el bien le sale el tiro por la culata, lo que le gana la reputación de mala malísima. Sin embargo, el amor la redimirá en última instancia (¡sorpresa!) y vivirá feliz para siempre junto a su príncipe azul, que en este caso es el Espantapájaros (juro que no me lo estoy inventando. Aguántense la carcajadas, si es que alguien puede). El giro de guión que quienquiera que haya adaptado la novela al teatro es ridículo hasta extremos imposibles, pero la tiranía del happy ending es así.

Ni que decirse tiene que el musical carece de todas la características que hace de la novela una historia fascinante, hermosa, inteligente y espeluznante a la vez. Poco queda de la obra magistral de Maguire en esa adaptación pútrida y bastarda que es "Wicked: the musical". Es cierto que como espectáculo teatral es impresionante, al igual que lo sería cualquier otro en el que inviertan los suficientes millones de dólares. Pero siempre sabrá a poco esta copia barata en la que productores cobardes han decidido evitar cualquier riesgo, convirtiendo una gran historia en un espectáculo de fuegos artificiales.    

 

 

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