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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 9 de mayo de 2024

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Dylan y Dios

 

"Habría sido más fácil si me hubiera convertido en budista o en cienciólogo, o si me hubieran internado en Sing Sing", dijo Bob Dylan en una entrevista en 1980, cuando la crítica le había dado ya modernísima y laica cera en la inspiración y en la piedad. Hablaba Dylan de su conversión en cristiano, de su nueva armadura y de su nueva espada, de qué duro es encontrar un tesoro que los demás desprecian, sobre todo cuando se es juglar y se quiere cantar el hallazgo.

El descubrimiento de la fe fue en la obra de Dylan un fogonazo que dejó tras de sí tres discos (religiosos en diferente graduación e intensidad), varios conciertos-sermón y una nueva veta (eléctricamente mística, contundentemente trascendental) de la que el genio de Dylan consiguió extraer algunas gemas que pueden colocarse entre lo mejor de su poesía.

1979 alumbró Slow Train Coming, un disco en el que la fe está representada como ese monumento imponente que se observa desde fuera y cuyo poder de seducción, de raíz misteriosa, nos empuja a entrar en él. El mensaje religioso, por ello, tiene aún aquí la ligereza de la fascinación que siente quien abraza por primera vez a una mujer, y no lastra, sino que refresca: "Slow Train Coming" es Dios acercándose implacable, sí, pero con el suficiente sentido del humor, o de la realidad, como para hacerlo en tren. "I believe in you" es la esperanza escalando riscos dentro de una mochila. "Gotta serve somebody" es la constatación, macabra y estruendosa, de que el hombre es una marioneta en calzoncillos.

Saved, de 1980, es algo más evangélico y ciertamente más cargante. La admiración cristalina por el infinito amable da paso a la vocación eucarística y Dylan se torna en cura severo y regañante. Rigor y Apocalipsis. Por mucha poesía con que se adorne, "rigor" atufa a norma y Apocalipsis tiene nombre de enfermedad punitiva de la sicalipsis, y eso sí que no. Así no hay verso que semeje pajarillo.

Shot of Love cierra en 1981 el que se podría considerar el ciclo espiritualista de Dylan, o mejor, su tormenta más intensa, ya que el espiritualismo afectaba, que no infectaba, la pluma de Dylan desde bastante temprano. En Shot of Love el furor religioso se atempera y fuera de Dios ya no todo es Perdición. "Lenny Bruce" es, entre otras cosas, un abrazo a la rebeldía. "Every grain of sand" es el poema que un creyente escribió cuando terminó de creerse que Dios tuvo tiempo, en una semana, de fabricar todo esto.

 

 

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