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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Oniromancia cinematográfica

 

El monstruo que abarca todos los géneros cinematográficos sin hablar de uno en concreto. Carente de reglas o poseedor de otras más complejas. Elimina convenciones narrativas y toma a la incongruencia como guión. "Un triunfo del estilo sobre el contenido", dicen los críticos estadounidenses, y no, su estilo ya viene heredado del Surrealismo con el manejo profesional de la simbología; el contenido es la variable importante: los archivos del inconsciente. Regresa al momento primigenio de la inspiración: 5. Historia final, 4. Esbozo, 3. Desarrollo creativo, 2. Generar ideas, 1. Sueños.

 

Los soñadores

"El cine, cuando no es documento es sueño", decía Ingmar Bergman. La sala del cine, "Un viaje desde la conciencia diurna hasta la oscuridad del alma", decía también en su libro ‘Linterna Mágica'. La sala oscura, sugerencia onírica al útero del que emanamos atraídos por la luz del mundo exterior, la pantalla cinematográfica.

Un escultor del tiempo, como Tarkovski y sus películas solares, promueven la ejecución poética de la imagen y alejan lo narrativamente correcto, al igual que el bizarro Lynch con su aparato generador del caos. La obsesión, fantasía y realismo interpretados por el inquisitivo Fellini, se complementan en las repeticiones tensas del rebelde Buñuel. Los rojos esquizofrénicos en Kubrick y sus ambientes inquietantes, casi insoportables, contrastan en los silencios contemplativos de Kurosawa, la pesadilla de la lógica comercial. Imágenes que no entendemos y luego resultan extrañamente familiares: para conocer al monstruo, hay que verle las entrañas.

 

Y sus sueños

El cine onírico posee marcas del director que, a propósito, señalan atmósferas y desvían la supuesta trama. El espectador, si logra sumergirse en estados nocturnos pero de constante vigilia, alcanzará el atractivo principal de este cine: hacernos creer que soñamos el sueño de otra persona.

Secuencias engañosas sobre historias inexistentes, ‘INLAND EMPIRE' (Lynch, 2006). El espejo de nuestros deseos siempre insatisfechos: ‘Eyes Wide Shut' (Kubrick, 1999). Escenas aparentemente inacabadas - olvidemos los jump cuts de Godard - producto del montaje elíptico, ‘Solyaris' (Tarkovski, 1972). Repeticiones que simulan errores de edición en ‘El Ángel Exterminador' (Buñuel, 1962). La personificación apocalíptica del Bien y el Mal en ‘Yume' (Kurosawa, 1990). Psicología del acceso simultáneo al mundo interno y externo de ‘8 ½' (Fellini, 1963).

Documentos interpretativos, como el cine mismo, la otredad realizada en sueño. Réplica que ofrece el autor diciendo "Tuve un sueño, y en mi sueño estabas tú".

 

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