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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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La sorpresa, el asombro...

La sorpresa, el asombro, el desconcierto son sin duda nombres de la impresión que produce la lectura del tramo casi final de los Evangelios, donde se esboza el desarrollo del proceso y juicio contra Jesús. Éste habría sido declarado en primer lugar blasfemo por el tribunal del Sanedrín, ante todo por haberse designado a sí mismo Mesías, Hijo de Dios, delito sólo saldable con la muerte de acuerdo con la ley judía. Mas, no compitiéndole la ejecución de semejante sentencia, dicha institución hubo de verse obligada a confiársela a la autoridad romana, cuya indiferencia ante los crímenes relativos a la fe habría de forzar la atribución de una nueva culpa. El cargo imputado vendría a ser esta vez el de sedición o inducción a la revuelta, principalmente por haber pretendido rivalizar el acusado con el propio César al adjudicarse el título de Rey de los Judíos. Ya los textos mismos nos transmiten, en efecto, el pasmo del propio Pilato ante no otra cosa que el silencio del reo, su rechazo de la autodefensa y el consecuente fracaso de todos los expedientes interpuestos a fin de librarlo de la crucifixión. Pero, ¿qué otro tipo de argumentos podría haber aducido quien ya se había echado a perder a sí mismo ante aquel que desde el corazón de la historia preguntaba "qué es la verdad"?

La descreída pretensión de decir algo "de verdad" o decir de verdad "algo" no es en sí misma necesariamente ineficaz, ni tiene en ningún caso por qué caer en el vacío. Pero tampoco parece que pueda contarse entre sus virtudes la de procurarle a la fuerza la salvación a uno mismo cuando lo que de uno mismo se solicita es la verdad toda y sola y juramentada. Parece, por contra, que la necesidad y la forzosidad afectan más bien a las respectivas inversas, es decir: que sólo quien habla sin convencimiento y sin la expectativa de complacer es libre (tanto de miedos como de esperanzas) para albergar aquella pretensión, y que, a su vez, quien emprende la defensa de sus propias convicciones se condena a la forja de la verosimilitud de sus opiniones mediante la sucesiva adaptación a estas mismas de una interminable retahíla de medias verdades. Estas últimas "verdades", las que se pretenden enteras y redondas pero nunca alcanzan a serlo más que en su intención, funcionan en la boca del personaje que aún tiene en la historia una posición que hacer valer. La ironía radical, la oscura paradoja y la aparente contradicción tiñen, por el contrario, el decir de aquellos contrapersonajes que, perdidos para sus causas, han abandonado ya la pretensión de colaborar en la producción y el padecimiento de las que debían ser sus propias historias. Pero también les queda a éstos el silencio cuando el relato mismo en el que se abstienen de participar les invita, les tienta, les fuerza a defenderse a sí mismos: si es un interés de primer orden para la Historia el de neutralizar a estos contrapersonajes, no menos lo es el de hacerlo presentando sus propios Ideales como los motivos internos de las muertes de aquéllos. Este carácter que condiciona el despliegue del poder, a saber, el de verse quien lo ejerce abocado a disfrazar su maldad tras los rasgos de un destino que estuviera ya escrito de antemano, lo ilustran los Evangelios con un gesto de brutal elocuencia y descaro: lo que Pilato hacía al lavarse las manos no era más que diluir la culpa y distribuirla, dando así expresión, a pesar de sí mismo, a la razón según la cual el poder de condenar o liberar en verdad no residía en sus manos, sino que estaba siendo vertido y difundido desde mucho más arriba (y hasta mucho más abajo). Pocas veces ha hecho la Historia tan patéticos esfuerzos por disolver el advenimiento de un contrapersonaje entre los sucesos que sí encajan en su trama; partiéndose para reiniciarse, fingiendo un borrón y cuenta nueva, haciendo como si el tiempo pudiera en algún punto empezar a ser lo que es, aquélla nos ha dejado aquí también el ejemplo más plástico del mecanismo básico de su progreso: la sutura en falso.

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