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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 16 de mayo de 2024

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Carta abierta a Javier Bardem

 

Estimado Javier Bardem:

Felicidades por tu segunda nominación a los Oscar. Quizás para cuando se publique esta carta ya lo has ganado, pero como no tengo muy claro ni en qué fecha se concede el susodicho hombrecillo dorado ni cuando se va a publicar esta tirada de la gaceta, dejo la felicitación en lo que ya conozco.

De todos modos, el propósito de esta carta no es ni de lejos darte cera, sino hacer público un deseo bastante extendido en la (pequeña) comunidad de enamorados del teatro: queremos verte sobre un escenario. Es una auténtica lástima que, teniendo a tal monstruo de la interpretación como tú entre nuestra plantilla de intérpretes, tan sólo tengamos la oportunidad de disfrutarte en una pantalla. No es que sea poco; pero, sinceramente, a muchos de nosotros nos encantaría verte en vivo y en directo.

Y posiblemente te preguntes: "¿a qué demonios se debe este interés en verme sobre las tablas? Si tanto le gusto a esta gente, que se compren mis pelis y las vean non-stop en el DVD." Lo cual no es una mala solución, pero el problema está en que, por desgracia, una película no es más que un corta-y-pega de un montón de planos distintos seleccionados por el director de turno. Es decir, el espectador de cine sólo ve lo que al director o editor le parece bien, sin ningún tipo de margen a la espontaneidad. Lo grabado, grabado está, y ya se encargará quien sea de elegir qué es lo que le interesa mostrar al público.

Sin embargo, el microcosmos de una obra teatral se mueve en un plano completamente diferente. Evidentemente, el director es una figura fundamental en cualquier tipo de montaje; pero, una vez los ensayos finalizan y el público comienza a llenar la sala, cualquier cosa puede pasar. Allí es donde el actor está solo frente a los espectadores, sin ningún tipo de filtro que arrebate al público los momentos que no le interesa que se vean. Es decir, ningún director puede coger, parar una obra de teatro y dirigirse al patio de butacas diciendo: "Oíd, esta escena no está yendo todo lo bien que debiera, olvidad lo que acabáis de ver. ¡Chicos, repetimos desde la entrada de Hamlet!" (... aunque, por otro lado, sería un experimento de lo más interesante.)

A lo que iba, lo maravilloso que tiene eso de subirse a un escenario es que no hay lugar donde un actor pueda esconderse, está expuesto frente al público; y tanto sus habilidades como su falta de ellas brillan con luz propia de una forma fulminante. Mil veces más fuerte que en una película. Esta es la razón por la que tantísima gente tiene unas ganas locas de verte sobre las tablas. ¡Qué placer eso de ver tu talentazo como actor sin tener que sufrir ningún tipo de criba a manos del editor de turno!

En fin, creo que harías muy feliz a un montón de gente si dentro de poco saliera por fin la noticia de que vas a aparecer sobre las tablas en alguno de los teatros patrios; ya que si te decidieras a dar el salto en Nueva York o Londres, flaco favor nos harías a tu base de fans de toda la vida. Pero en cambio, ver Un Tranvía Llamado Deseo en La Abadía, contigo haciendo de Kowalski y Laia Marull de Blanche no sería mala idea...o, en su defecto, cualquier otra obra en cualquier otro sitio con cualquier otr@ compañer@ de reparto.

Sin otro particular, y esperando de corazón verte en un escenario dentro de poco,

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