¡Niña, deja que flote en el viento tu cabellera!
Pensé que antes, un día, no hace mucho tiempo,
la había visto ya elevarse y jugar y enredarse
en mis manos, pero no sé si era ésa o si otra
o si acaso nunca la pude tocar y me engaño
pensando que sí que lo hacía ¿Qué más da al fin y al cabo?
Una vez te vi pasar, sí, y te me escapaste
como una polilla por un agujero, dejando en mis dedos
el polvo de alas de sueño que aún por las noches me hace
soñar. Y no es que te espere, que no, que un día rodando
desciendas del cielo sin avisarme y en lo poco
que duermo, en lo poco que puedan mis ojos de espera cerrarse
me poses el dedo en los labios y plegando las alas
te acerques aquí y me des lo que entonces te había pedido.
(Ensayo de trímetros yámbicos dedicado al Café Van Kleef de San Francisco y a Peter Van Kleef, "the energetic owner of the bar and music place.")