¡Qué bien conoces tú la levedad del grito!
Iba a morir.
Lo supo
El Mayor Robert Gregory.
Se fue con sus palabras
a donde calla el eco.
Él fue ese árbol
que se cae en el bosque
donde no hay un oído.
Un ruido de emoción:
un miedo audible
sólo para sí mismo.
Un rugido de voces y motores.
¿Dónde el mundo?
¿Dónde los otros?
Sólo la tierra.
Y ese instante
que deja de ser tiempo
y arde
y quema
la soledad de un hombre.
Y un poema
más tarde.
Y un poeta
conjurando heroísmos en su boca,
en la palabra acróbata
de un Yeats aviador en la belleza.
Pero aún existe el bosque
donde no hay un oído,
sembrado de palabras,
las del aviador,
todas desamparadas caídas de su boca.
Así emprendiste tú
el viaje más íntimo
hacia la epifanía de la muerte.
Con dos alas y un sueño.