A veces
esto
-desolado, sin música, solo-
es como despedirse
con una pena que alcanzo
como una puerta de espejos rotos
que me muestran sin figura,
cada vez más sin rostro,
cada vez más sin piel,
más sin manos ni huesos ni aire
ni sombra
ni olor
y ya casi
sin el sonido del silencio
según me sigo acercando
cada vez más sin mí,
más sin vosotros
ya muy cerca del umbral
donde sé que habita incansable el grito
Estando ya cerca, digo yo,
que esto
es como despedirme de todos
y abrazar otro lado,
un sitio distinto
donde ya no me pregunte por qué
y que quizás
tenga que ver con el alma,
con algo absoluto y hermoso
pero ya
para siempre
sin mí
Cuando a la casa de noche llega el silencio
Cuando llega la noche a la casa
y siento latir la emoción y me quedo quieto
y en la cárcel de mis vísceras se vomita arraigado el grito
Cuando existir es sólo una herramienta del alma
y se alcanza la certeza de que hacen el amor o lo crean
los planetas y las lunas oscuras
allá en el universo insondable entre agujeros negros
y vivir es tan grande que no se cabe dentro de la piel
y la belleza es tan inasible que sólo la define el llanto
y el llanto es tan ridículo como un castillo de uñas
y las uñas aún tienen el sabor de tu sangre
Cuando llega a la casa el silencio de noche
Cuando viven acumulados en un suspiro
infinitos recuerdos deseos y traumas
Cuando laten
Cuando pelean
Cuando se mezclan y caen exhaustos y se hace por fin el silencio,
entonces,
sólo quiero soñar como ensayando la muerte
y que todo vuelva a su orden sagrado