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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 10 de mayo de 2024

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Creación y osadía

  FESTIVAL DE OTOÑO 2007

Una vez más, queridos amigos, vuelve imbatible como cada año la cita teatral más importante de todo Madrid. Y, posiblemente, también de toda España. Me refiero al Festival de Otoño, que llega con numerosos nombres de prestigio internacional para alegrarnos las carteleras teatrales (y musicales, y circenses, y de danza) durante poco más de un mes, desde el 15 de octubre hasta el 18 de noviembre. Resulta maravilloso el hecho de que en poco más de treinta días se dé cita en Madrid una amalgama de obras y directores, bailarines y actores, músicas y lenguajes tan enorme y llena de calidad como la que año a año se va logrando con esta fiesta de las artes escénicas.

Como es lógico, aquí nos vamos a centrar en lo puramente teatral y dejar las otras disciplinas de lado, aunque esto sea por motivos puramente prácticos: escribir sobre todo el festival requeriría mucho tiempo y páginas; y de lo segundo no tengo. Así pues, lancémonos a bucear en las interesantísimas aguas de lo que esta edición tiene para ofrecer.

Lo más destacado de este año es la vuelta por partida doble de un viejo conocido del Festival, ese gigante de la dirección que es Peter Brooks, quien con sus ‘Bouffes du Nord' trae a nuestros escenarios ‘Fragments' de Beckett y ‘The Grand Inquisitor', basada en un fragmento de ‘Los Hermanos Karamazov'. Recomiendo que se aproveche esta oportunidad de ver, no una, sino dos obras de Brooks, maestro del espacio vacío y considerado con razón uno de los mejores directores vivos del mundo.

Otro nombre de relumbrón internacional que repite  en las tablas del festival es el catalán Calisto Bieito, que vuelve con su personalísima versión de ‘Tirant lo Blanc'. Podría sorprender que Bieito, provocador allá donde los haya, haya vuelto sus ojos hacia la novela de caballería; pero hay que tener en cuenta que ésta es una "fiesta del sexo, del torneo, de la hazaña épica, de la virginidad y la inocencia, de la madurez, el luchar y el matar, del egoísmo, de la ambición, del arte de la guerra y del arte de la seducción. Juego de la vida y de la muerte, del meter y el sacar, del comer y el beber. Justa, campo de batalla, banquete y alcoba..." Que curiosidad, las señas de identidad de Bieito se acercan peligrosamente a esta definición.

Aunque los más tradicionales posiblemente disfruten más bien de la versión que  ‘La Comédie-Française', tótem teatral francés por excelencia, ha hecho del clásico ‘Le Misanthrope', repitiendo la experiencia de representar de nuevo a Molière en este festival, pues el año pasado ya triunfaron con el archifamoso ‘Le Tartuffe'. No en vano a esta compañía se le conoce en Francia con el apodo de ‘La Maison de Molière' Quizás éste sea el más antiguo de los grupos que se dan cita este año, pues se fundó nada menos que en 1680 por orden del rey Luis XIV. Además es una de las mejores canteras de actores francesas, pues de entre sus filas han surgido nombres fundamentales de la escena del país vecino, como F. J. Talma, ‘Coquelin aîné' o Sarah Bernhardt.

Otra obra que merecerá la pena ver es ‘Espía a una mujer que se mata', la personalísima versión que Daniel Veronese ha hecho de ‘Tío Vania' (A. Chéjov). No hay que olvidar que Veronese ha estado triunfando esta última temporada en los escenarios madrileños con ‘Mujeres soñaron caballos' una producción que no ha parado de recibir alabanzas de la crítica y, además, ha sido apoyada por el público. Asimismo, cuenta como punto a favor que, al ser representada por una compañía de origen argentino, es uno de los pocos títulos que se representarán en lengua castellana.

Si bien las obras mencionadas son las más destacadas de esta edición, podemos encontrar muchos grupos más, venidos de países tan diferentes como Estados Unidos, Polonia o Italia. La temática de las obras es igualmente variada, este año se podrán ver desde historias con protagonistas de fama universal como Billy el Niño (‘The Collected Works of Billy the Kid') o nuestro Caballero de la Triste Figura (‘Don Quixote') hasta obras intimistas con temática cercana a la realidad de hoy día (‘Il silenzio', ‘Guerra'). En definitiva, este año el Festival de Otoño se presenta con una oferta teatral que conjuga a la perfección variedad y calidad. Más información en la web oficial de esta edición:  http://www.madrid.org/fo2007/es/index.html

 

ESCENOTECNIA DEL SIGLO DE ORO

Lope, Calderón, Tirso y los demás autores que conforman el Siglo de Oro del teatro español  configuraron una dramaturgia que exigía un alto nivel técnico para hacer posible la representación de ciertas escenas; como ‘La vida es sueño', cuyo comienzo tiene lugar con Rosaura rodando montaña abajo debido a que su caballo se encabrita o ‘Numancia', en la que un niño se suicida tirándose desde lo más alto de una torre a vista de público. Además, las comedias de esta época suelen transcurrir en muy diversos escenarios, en ocasiones incluso de distintas ciudades o países. ¿Cómo es posible, pues, que lograran efectos especiales de ese calibre en una época en la que las representaciones tenían que hacerse al aire libre a las tres de la tarde para evitar quedarse sin luz en mitad del ‘show'?

La evolución espectacular de la escenotecnia debe mucho a la imaginación de los grupos de actores que tenían que rentabilizar al máximo sus funciones para poder comer. Teniendo en cuenta que una obra duraba en cartel en torno a una semana, muchas veces menos, los incipientes empresarios tenían que idear todo tipo de ‘efectos especiales' para convencer a un público inculto de que viera sus obras. Uno de los favoritos de esta época era el efecto del despeñado, en el cual un actor fingía su caída desde lo alto de la corrala. Se lograba poniendo una cuerda que cruzaba el recinto desde la galería hasta el suelo, en la que se ponía una tabla de madera y el actor se lanzaba sobre ella, bajando a toda velocidad, de forma similar a una tirolina.

Otro de los efectos típicos de esta época son las tormentas, que se conseguían de una forma bastante más fácil: bastaba con hacer rodar un barril lleno de piedras por debajo del escenario. También se podía hacer aparecer el sol sobre la escena en el momento que se quisiera, ya que con poner varias candelas detrás de un disco de papel el problema se resolvía. Aunque bien este último no era un efecto precisamente recomendable, ya que el riesgo de incendio en los edificios hechos de madera y paja suele ser bastante alto.

También se podían crear montañas sobre el escenario tan pronto como fuera necesario, pues con poner una rampa desde la primera galería hasta el escenario se conseguía una ladera. O, si era necesario, podía hacerse la versión ‘mini' de la montaña; el risco, que consistía en un carro sobre el cual se ponía una rampa a la que se llegaba por unos escalones colocados detrás. Y si lo que se necesitaba era que el risco se mantuviera fijo en escena, pues se le quitaba el carro y sanseacabó.

Aunque uno de los artilugios más complejos y de más éxito era el ‘bofetón', con el que se conseguía hacer esfumarse a los personajes del escenario de manera efectista. Era una especie de cajón en el que había un eje vertical central que, al girar 180º, lograba que el actor desapareciera sin necesidad de hacer ningún movimiento. El mismo truco, pero a la inversa, era el utilizado para que volvieran a aparecer.

Y en caso de que una compañía no pudiera permitirse ninguno de estos artefactos, siempre quedaba la vieja solución del decorado verbal, es decir, el discurso del propio actor es el que crea el espacio: si un personaje dice "hemos llegado a Madrid", los espectadores asumirán que el escenario es Madrid, aunque no haya ninguna marca escenográfica que lo demuestre.

Así se creaba el viejo teatro, una mezcla de ilusión e ingenio, este último aguzado por la necesidad y la excesiva competencia de una miríada de compañías cuya única forma de sobrevivir era convencer al espectador de que lo que estaba ocurriendo, por inverosímil que fuera, era realidad. Como Hollywood.  

 

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