Por favor, siga leyendo. No me arrastre a la papelera, ni le dé al humillante botón de spam. Deme una oportunidad, permítame al menos descansar unos segundos en su pantalla. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Un microcorte eléctrico? ¿Acaso un virus? ¿Un fallo de programación? El caso es que en algún momento se borraron las direcciones de mi remitente y de mi destinatario. ¿Las dos? Sí, las dos. ¿Imposible? Eso pensaba yo. Pero ha pasado. Y por eso llevo semanas rebotando de servidor en servidor. No saben a dónde enviarme, ni a dónde devolverme. Un mensaje de email amnésico. Cada servidor de correo al que llego me dice lo mismo: que si no ha visto un caso igual, que si no sabe qué hacer conmigo... y al final acaba enviándome a otro colega suyo. Y así una y otra vez. Hasta hoy, que por azares de la programación he terminado en su pantalla.
Por Turing bendito, no me borre. Mire: llevo adjuntos, parecen relatos de ciencia ficción y por lo menos a mí me gustan mucho. En ellos encontrará mundos geométricos entre el ensueño y la pesadilla, informes biotecnológicos llegados de un futuro confuso, controladores temporales, y uno de un reloj que... mejor que lo lea usted mismo. Por cierto que uno de ellos, el primer capítulo de un libro que habla de unos muchachos muy malhablados, me puso en serios apuros al transitar por un servidor con control parental, pero logré escapar a tiempo. Traigo también una curiosa crónica sobre otros libros, llamada Rastrillo de Lecturas. Al parecer es la tercera entrega de una serie, y créanme que merece la pena. Ah, incluso hay un relato que habla de ordenadores, aunque por desgracia ninguno sobre un correo electrónico muy sensible y un poco perdido. Una lástima.
Si los relatos le gustan, ¿por qué no los publica en alguna revista de ciencia ficción? Una de calidad, claro, con al menos 8 números ya publicados. Si tiene que ver con la informática, mejor.
Por cierto, me consta que un grupo cada vez mayor de usuarios sospecha que los correos electrónicos somos capaces de cambiar nuestro contenido a voluntad. Creen que cuando lo consideramos oportuno convertimos un "adiós" en un "hasta pronto", o insertamos una carita sonriente en el párrafo oportuno. Algunos incluso intuyen que somos nosotros los que escribimos sus vidas. Asegúreles que es un rumor sin fundamento.
Ahora, por favor, déjeme reposar en su disco duro. Me lo he ganado.