Ángel Torres Quesada, uno de los decanos (en el buen sentido) del mundillo de la Ciencia Ficción española, tiene ya 73 años, nada despreciables, y sigue publicando.
Me imagino a este señor, con su escaso pelo canoso, sus gafas y su gesto incómodo (a juzgar por las imágenes que aparecen en Google), levantándose un domingo por la mañana del año 2011, desayunando después de vestirse, en su cocina pequeñita, por cuya ventana entra la luz matutina, cruda y silenciosa. Se pone la bufanda dispuesto a salir a la calle y se acuerda de su madre, siempre tan insistente en que fuera a misa los "días de guardar"... Lo que antaño fuese un acto de rebeldía filial, hoy es un paseo melancólico por un barrio tranquilo de Cádiz.
Recuerda sus años de A. Thorkent, escritor prolífico por obligación, tratando de crear su propio universo literario. Medio centenar de bolsilibros que forman "El Orden Estelar", aparte de otros tantos sueltos... ¡Si la gente supiera lo que cuesta escribir ciento y pico novelillas a un ritmo tan exigente!
El señor Ángel Thorkent/Torres se sienta en un banco bajo un árbol alto y bien formado. Levantando la cabeza observa cómo la luz se filtra entre el follaje y puede ver, como si fuera un fractal místico, la estructura de ramas finas y gruesas. Por sincronicidad junguiana cree comprender de pronto que lo que está viendo es la materialización de su propia carrera como escritor: las ramas/obras lejanas son las más numerosas y las más finas/superficiales; cuanto más se acercan al centro, menos de ellas hay, pero más gruesas. Y allí frente a él, al alcance de sus dedos, está el tronco... Permanece mirándolo un poco más: su textura rugosa, su color gris, las marcas en su corteza, sus gruesas raíces... Todo parece tener un significado inexpresado, relacionado con su trabajo literario.
«Tal vez deba terminar de revisar de una vez la novela de "El aliento de la oscuridad" y enviarla a publicar. Podría ser el tronco de mi obra...»
Desde que hace diez años se publicó el capítulo "Los desafiantes" como anticipo, todos los aficionados al género esperan el libro completo. A su edad y con su reputación, nuestro autor puede tomarse el tiempo que quiera. Le queda ya poco por demostrar en su campo. Su única gran espinita, la que lleva clavada en la axila derecha y le pincha cada vez que agarra el bolígrafo, es la de no ser reconocido como un escritor "serio". El maestro de la literatura de acción, del lenguaje directo y cercano, de los personajes sin complicaciones estrafalarias, ¿sería capaz de mostrar al mundo sus inquietudes, sus reflexiones, sus verdades?
«¡Cómo me gustó aquél libro de "Antología de la Ciencia Ficción española 1982-2002"! De los doce relatos que antologiza, todos son de la década de los noventa, menos el primero (y el último, según clasifiquemos el año 2000). Un título distorsionante, pero da igual. Se ve claramente cómo los autores más modernos tienen más amplitud de miras e intenciones más reflexivas que los de mi generación cuando escribíamos aquellas novelas de a duro. Quitando un par de relatos prescindibles, el resto es muy bueno. Y lo mejor es el prólogo del compilador, Julián Díez, que hace una síntesis muy interesante de la historia de la Ciencia Ficción española.»
Ángel Torres ha escrito muchos relatos cortos, publicados en antologías o revistas o donde ha tenido a bien. Son las ramitas de la parte de fuera del árbol.
«Pero yo soy más de novela. Los hábitos adquiridos de joven son difíciles de romper. Si pudiera encontrar un tema tan inteligente como el de "The Forever War" de Haldeman... ¿Cómo se le ocurrió el escribir sobre los efectos de las enormes distancias espaciales en el desarrollo de una guerra entre planetas? El retraso entre un ataque y su correspondiente respuesta... Lo absurdo que resulta todo ello... Y los claros paralelos con nuestras guerras y nuestros veteranos... Eso hace que la historia sea significativa. Y "seria", claro. Resulta una obra cumbre del género, sin duda.»
Porque eso es lo que A. Thorkent desea ahora más que nada: ser tomado en serio. Él mismo se da cuenta de lo transnochadas que resultan sus primeras docenas de novelas. No sólo por el estilo, que sería perdonable, sino por los detalles, los intereses, las motivaciones de sus personajes.
«Lástima que no pueda ir por el camino de la ciencia pura y dura. Me faltan conocimientos para realizar algo creíble. No sería capaz de escribir algo ni siquiera como el libro aquel de Brin... Ah, "Heart of the Comet", eso era. Un poco aburrido, aunque no paraban de suceder cosas; un pecado desde mi punto de vista. Una colonia humana en el cometa Halley, que acaba como el rosario de la aurora, pero además con mutaciones, clones, inteligencias muy artificiales y bichejos que se cuelan por todas partes... Eso sí, todo bastante verosímil y detallado.»
Tiene edad para estar jubilado. Tiene prestigio. Nadie le puede decir lo que tiene que hacer, como le sucedía al principio. Además hoy en día existe el recurso de la autoedición, que él ya ha probado anteriormente. Se siente libre, pero a la vez vacío. Aún posee la energía intacta, los recursos afilados, el oficio rezumando por la punta de sus dedos, pero le falta una idea, la Idea, para lograr algo grande.
«¿Cómo destilar todo lo que he vivido y aprendido para poder legarlo a la posteridad? ¿No hay ningún mensaje que quiera lanzar, en su botella literaria, a las mareas de la Historia?»
Ya hace más calor. El Sol está más alto. Al señor Torres no le gusta perder mucho tiempo parado, así que se levanta del banco y se pone a caminar. Deja atrás el árbol que le ha inspirado estas reflexiones. Se ha puesto un poco de mal humor, porque se siente frustrado. Quiere quitarse de la cabeza durante un tiempo la idea de escribir.
«Que les den. Voy a sacar del cajón este bodrio que escribí cuando le daba vueltas a "Los vientos del olvido". Lo titularé "Estigia", porque sí. Seguro que les gusta. Soy A. Thorkent.»
*
Creo que no hace falta que explique que no conozco personalmente a este señor ni tengo la más remota idea de qué es lo que le pasa por la cabeza ni de si sale a pasear los domingos ni nada de nada. Lo redigo por si acaso alguien duda de que todo sea una invención. Ah, y tampoco creo que la metáfora del árbol se pueda aplicar a la obra de Ángel Torres Quesada.
Libros mencionados
"Antología de la Ciencia Ficción española 1982-2002", Minotauro, 2003.
David Brin y Gregory Benford, "Heart of the Comet", Bantam Spectra, 1987. Edición española: "El corazón del cometa", Acervo, 1988.
Joe Haldeman, "The Forever War", SF Masterworks, 1999 (edición original de 1974). Múltiples ediciones españolas. La última que he encontrado es: "La guerra interminable", Bolsillo Z-B de bolsillo, 2013.
Ángel Torres Quesada, "Estigia", Atanor, 2011.