Ruedo, ruedo por el universo...
Ya no existe para nosotros el fin del mundo
puesto que aniquilamos toda esperanza,
y la mano blanca piadosa de Dios
ya nunca más purgará nuestros pecados.
Ruedo madre, ruedo sin fin entre las estrellas,
sin hermano alguno,
sin prisa alguna por llegar
ya que no existe destino sin creer en el camino.
Ya emigré, madre.
Acabamos con nuestra vida en la tierra
por el propósito de creernos inmortales, invencibles, los únicos.
Vencimos sí, madre, y ahora rodamos perdidos.
Nos expulsó de casa nuestra amada Tierra,
por creernos de superior casta,
por tomar su vientre en propiedad exclusiva.
Ahora ya sólo nos pertenece en lo que hicimos
y en lo que no supimos hacer.
Fui de los últimos en aceptar
que los humanos no existíamos ya
sino en los cementerios de otro tiempo.
Los que vencimos con la inmortalidad,
ganamos con ella la condena de quedar solos, sin patria,
sin familia, sin destino,
y al final de todo, lo que es peor,
sin muerte.
¿Encontraré algún hermano,
en algún tiempo,
en espacio alguno?
Ojalá estuviera donde tú, madre,
muerto
y humano.