Pelo verde,
ojos miopes,
recién caída de una luna gris y a veces nostálgica
que nos recuerda que agosto siempre es agosto
cuando uno mira la Cordillera de los Andes.
Desconocida,
clara,
pequeña también.
Ella toma mi mano y la aprieta y la vuelve apretar como si supiera que solo entonces
nuestra vida
nuestra puta vida
queda presa entre estos tres laberintos mágicos,
escurridizos y
solemnes que a veces queremos creer que son de nosotros
pero que no son de nadie
porque la tierra no es de nadie
porque la tierra se agrieta y se agrieta y se rompe por dentro.
Algunos te dirán marciana,
otros que eres inevitablemente rara,
absurda,
lejana, sucia, maldita,
de otro planeta del que ni siquiera sabemos el nombre
Mas yo sé que ese tú que conforma tu existencia
No es otra cosa que dos flores negras que parecen de papel,
que susurran,
que recuerdan,
que me hacen verte así como eres,
así como eres,
así como eres
pétalo de mi pétalo
flor de una flor gastada
mentira rota, polvo y brisa y lluvia.
Eres verde y dormida y cierras los ojos
en un zig zag que envuelve
y que conoces de memoria
porque no eres ni tan pequeña ni tan maldita
cuando uno te mira detrás de ese cielo
sin cielo