El beso fue de ojos no de labios
porque allá es muy alto el firmamento
y los senos no afligen a los sabios
aunque sean dos globos de portento.
El tiempo es más largo que pértiga de otoño
y la muchacha te ve desde tan alto
que es inútil pensar en un retoño
si te llena el aliento de cobalto.
Su brazo bajó hasta mi hombro
para el intento de arrollarme en un abrazo
pero fue un milagro y un asombro
estrecharme en su mundo ya en ocaso...
Y... demoré subir a sus antojos,
ni vi de cerca el láser de sus ojos...