Los seres topo vivimos en armonía en nuestro oscuro mundo ciénaga desde tiempos inmemoriales. Ni los más antiguos del lugar pueden decir cuándo comenzó la armonía. Sabemos que, como todas las especies, hemos evolucionado desde formas más primitivas. Hace mucho, mucho tiempo, fuimos seres unicelulares, luego seres pluricelulares, y después evolucionamos a un primitivo estado larvario. Entonces crecimos en complejidad y, mucho tiempo después, nuestra especie se convirtió en los evolucionados y complejos seres topos que somos ahora. No lo negaré, también sufrimos de ciertas carencias. Somos ciegos. Sólo nos conocemos los unos a los otros a través del sentido del tacto. Nuestras matemáticas son muy primitivas, hasta el punto de que jamás hemos podido hacer un censo completo de nuestra población. Sin embargo somos intuitivos y aprendemos con facilidad. Los seres topo estamos orgullosos de nuestra especie, de nuestra sociedad y de nuestra civilización.
Sabemos que somos muchos, muchísimos. En tiempos antiguos nuestro mundo ciénaga era vasto, inmenso e inexplorado. Entonces crecimos, nos expandimos por el mundo ciénaga hasta colonizarlo por completo. Ahora poblamos todo el mundo, somos enormes, vivimos apretados unos con otros y el espacio escasea. Allá donde vaya, hay un ser topo. Estoy harto de recibir golpes de Temblón y de tener que apartarme a Suave atizándole con mis patas traseras.
Algunos se plantean que deberíamos comenzar la exploración del espacio exterior. Llevamos recibiendo señales del mundo exterior desde tiempos inmemoriales. Hemos logrado identificar algunos mensajes. Algunos seres topo dicen que estos mensajes llegan desde otros mundos lejanos, otros dicen que es la voz del propio mundo ciénaga que se refleja en los límites del espacio. Sin embargo, la mayoría acepta que los alienígenas probablemente existen.
En un principio, no hubo consenso en nuestra sociedad sobre si debíamos invertir nuestros escasos recursos en desarrollar el viaje espacial. Pero luego el mundo ciénaga comenzó a volverse más inhóspito, comenzaron los terremotos. No llegaron a causar bajas, pero fueron aumentando en frecuencia e intensidad. Al cabo de un tiempo, los seísmos se hicieron terribles, a duras penas conseguimos mantener las cosas en orden. Recuerdo que Suave apenas podía resistir la presión mientras Temblón se acurrucaba presa del pánico.
Un día se hizo patente que el apocalipsis estaba cerca. Nuestro mundo se estaba derrumbando. La intensidad de los temblores era enorme, todo por lo que habíamos luchado se venía abajo. Entonces decidimos que había llegado el momento de explorar el espacio exterior. Pusimos a nuestras mentes más preclaras a diseñar el viaje espacial. No nos quedaba mucho tiempo. O bien encontrábamos una forma de escapar de nuestro mundo ciénaga, o en poco tiempo nuestra civilización sería destruida para siempre por un gran terremoto devastador.
Entonces algunos propusieron que podríamos canalizar y utilizar la energía generada por los seísmos para alimentar nuestro viaje al espacio exterior. Suave, quizás movido por la presión (estaba sufriendo mucho) se ofreció voluntario para ser el primer ser topo en explorar el espacio exterior. Sería un viaje muy arriesgado. Su valentía fue elogiada por toda la sociedad topo.
Mientras se hacían los preparativos del primer viaje espacial de nuestra sociedad, los terremotos se hacían cada vez más terribles y comenzaban a causar verdaderos estragos en la moral de nuestros habitantes. Simultáneamente, el número de mensajes recibidos desde el mundo exterior creció. Albergamos la esperanza de que alguna sociedad alienígena pudiera venir en nuestro rescate. Quizás, al salir al espacio, Suave pudiera contactar con los seres de otros mundos y recibir su ayuda.
Entonces, finalizada la preparación del viaje, la cápsula de Suave se propulsó alimentada por la energía sísmica. Notamos cómo se alejaba del mundo hacia los confines del espacio y contuvimos la respiración. Alguien afirmó percibir cómo la cápsula de Suave se rompía en su ascenso. Si eso era cierto, Suave no duraría mucho tiempo en el espacio exterior. Pasado un rato, no obtuvimos ningún mensaje de Suave.
Mientras la sociedad topo trataba de asimilar el probable fracaso del viaje de Suave, los terremotos regresaron con una fuerza destructora inusitada. Y entonces fui yo mismo el que se ofreció voluntario, ante todo el mundo ciénaga, para tripular un segundo intento de viaje hacia el espacio. El posible fracaso de Suave no debía condicionarnos. O lográbamos salir del mundo, o todos pereceríamos presa de un último terremoto final.
Aprovechando el siguiente seísmo, comencé mi propulsión hacia el espacio. Entonces mi cápsula se rompió. Me aterré, no lo lograría.
Un tiempo eterno después, alcancé los confines del espacio exterior. Entonces, por primera vez en mi vida, percibí la luz. Fuera de nuestro oscuro mundo había luz. Era cegadora. Me sentí desorientado y sufrí un ataque de pánico.
Un alienígena me tomó y me giró para que pudiera ver desde el espacio el mundo ciénaga que acababa de abandonar. Como buen ser topo que soy, apenas vi nada, pero sentí que el mundo ciénaga estaba allí, en la dirección que me mostraba aquel extraño ser del mundo exterior. Entonces otros alienígenas me tomaron y me sometieron a unos extraños procesos científicos que no logré comprender. Yo estaba agotado, apenas luché contra ello. Al cabo del rato, pude escuchar cómo el alienígena que me había recibido antes tomaba a Temblón, que debió salir del mundo ciénaga poco después de mi.
Poco después me dormí.
Temblón está a mi izquierda y Suave a mi derecha. La sociedad topo al completo avanza montada en un carro empujado por Mundo Ciénaga. Mundo Ciénaga insiste en que andemos, pero a veces nos cansamos y necesitamos el carro. Mundo Ciénaga dice que es difícil empujar un carro de trillizos por las estrechas aceras del centro de Madrid.
Ahora por fin conozco las matemáticas necesarias para hacer un censo completo de toda la sociedad topo. Los seres topo que habitábamos hace dos años Mundo Ciénaga somos, siempre fuimos, una cantidad equivalente a extender el dedo índice, el dedo corazón y el dedo pulgar. Sí, esos éramos, y esos somos ahora en un carro empujado por Mundo Ciénaga. Somos muchos. Muchísimos.
Sé que Temblón y Suave han olvidado los viejos tiempos en que habitábamos Mundo Ciénaga. Yo me resisto a olvidar. Yo sigo recordando, pero cada vez me cuesta más. Todavía sé que soy un ser topo, pero no sé por cuanto tiempo lograré recordarlo.
En nuestro paseo encontramos otro carro tirado por otro mundo ciénaga diferente. Dentro hay otro ser topo. Le miro, pero él está entretenido con un sonajero que le ha dado su respectivo mundo ciénaga. Por un momento me reconoce, sabe que procedo de otro mundo ciénaga igual que él, y me sonríe. Pero luego parece olvidar. Pero luego olvida.
Supongo que no puedo culparle. Supongo que, al empezar a ver, los seres topo dejamos de ser seres topo.