En ocasiones se preguntaba cómo pudo suceder algo así. Ocurrió muy deprisa, y no tuvo nada que ver con cómo lo había imaginado. Siempre supo que tendría que llegar ese momento, pero lo veía exteriorizado, como si él no estuviera allí. Llegó a pensar que ni siquiera se enteraría de ello. Nada más lejos de la realidad.
John Scream apuró el último trago de su copa y echó un vistazo a la sala de fiestas en la que se encontraba. Varias plantas comunicadas por escaleras imperiales, mucha vegetación a su alrededor, y todo ello cubierto por una cúpula de cristal. Como si estuvieran con eso aislados del mundo exterior.
Como si con eso no se viera la Nube.
A pesar de todo reconoció los esfuerzos de su anfitriona, Ellen Gorgon, para preparar una agradable velada a los invitados, algunos muy poderosos y que podían ofrecer respaldo a la emergente carrera electoral de Gorgon. Miró a Aryn, con aquel vestido de una pieza que a él tanto le gustaba, y trató de relajarse por ella. Últimamente su relación estaba en la cuerda floja y no le pasaba desapercibido el motivo. Tener una doble vida y ocultárselo no era la mejor estrategia para afianzarla, claro, pero tenía miedo. Miedo de que Aryn no aprobara su cruzada particular. De que su vida corriera peligro si conocía su secreto. De que pasaran ambas cosas.
-¿Ocurre algo, John? -la voz de Aryn flotaba como el metal bruñido por la bulliciosa sala-. Te veo pensativo.
La reflexión fue tan cruda que Scream la soltó tal cual llegó a su cabeza, sin depurarla siquiera.
-Lamento haber estado ausente tanto tiempo.
-Lo sé -ella se limitó a mirarle con sus ojos cristalinos, relajantes como un campo de trigo al atardecer.
-He tenido demasiados viajes al exterior. Me gustaría tanto no tener que salir tan a menudo... tener una vida más estable.
-Pero tú eres el mejor piloto espacial, John. Te necesitan. Y estoy orgullosa de tu trabajo.
Scream se preguntó si no estaría hablando con doble sentido. Si no sabría que a veces, muchas veces, ocultaba la verdad. Por una buena causa, pero no dejaba de ser una mentira, veneno que se interponía entre ellos dos. Y sabía que el tono comprensivo de sus palabras revelaba una súplica. Casi podía oírla, alzándose sobre todas las voces de la sala. Déjame saberlo, por favor, John. Dime quién eres en realidad. Pero no podía contarlo. No entonces. No en aquel momento, aquel lugar.
-Me alegro, cariño -se limitó a decir. Su voz sonó tan falsa como cuando la forzaba para que no le identificaran sus enemigos.
Apesadumbrado, pensó en acercarse a tomar otra copa, pero desistió cuando observó, no sin cierta estupefacción, que la propia anfitriona, Ellen Gorgon, se acercaba hacia ellos. Era una mujer joven que sabía vestir con elegancia. Su belleza, sin embargo, quedaba mutilada por culpa de su injerto. Scream no pudo evitar mirar.
-Espero que estén pasándoselo bien -dijo con su voz melosa. Scream se dio cuenta de que llevaba la mano a la espalda. Se preguntó si a ella le repugnaría tanto como a los demás.
-Una fiesta magnífica, señorita Gorgon.
-Llámeme Ellen, John. No sea tan formal.
-¿Qué fue lo que le pasó en el brazo, Ellen? -preguntó Aryn.
Scream miró sorprendido a su novia. Era la primera vez que veía a alguien formular abiertamente aquella pregunta. Se contaba, se rumoreaba... pero nadie lo sabía con certeza.
Gorgon enseñó lentamente el brazo oculto, como si no tuviera claro que se refiriera a él. Se trataba de un apéndice delgado y gris que acababa en tres dedos largos y tan finos que parecían carecer de huesos.
-Fue un atentado, señorita Life. En una visita de rutina a mis factorías coloniales trataron de acabar conmigo con explosivos de corto alcance. Salvé la vida, pero mi brazo tuvo que ser tratado de urgencia con tecnología alienígena. Éste fue el resultado. Desagradable pero práctico.
Escondió otra vez la mano, como si el mundo no debiera verla por demasiado tiempo a la luz.
-Dígame, Ellen -preguntó Scream-, ¿a qué se debe invitarnos a nosotros a su fiesta?
-No todo son estrategias electorales en mi vida, John. Deseaba conocer al hombre del cual hablan mis comandantes con tanta admiración. Siempre pensé que sería un magnífico piloto de pruebas para mis naves espaciales.
-Agradezco el cumplido, pero ya sabe que vuelo por libre.
-Por supuesto, pero por favor considere... -de repente llamaron a Gorgon por línea privada-. Discúlpenme un momento -se retiró a un lado.
-¿Tú que crees, Aryn? -preguntó Scream intrigado-. ¿Crees que acabará gobernando Ernépolis I?
-Parece que oportunidades no le faltan. Controla la mayor parte del mercado espacial, y es cierto que desde que ella está aquí las exportaciones a Talópolis IV, Ernépolis II y las otras ciudades de los alrededores no han dejado de crecer.
-Igual que la Nube -Scream miró al cielo grisáceo.
-Es verdad que deberían poner solución a... -Aryn se tambaleó un momento.
-¿Estás bien? -preguntó Scream preocupado.
-Sí... sólo ha sido un mareo. Pero estoy un poco... indispuesta...
Al poco se unió Gorgon de nuevo a la conversación.
-Ya estoy con ustedes. Vaya, señorita Life -dijo mirando a Aryn-, no tiene buen aspecto.
-Es posible que algo... me haya sentado mal.
-Si quiere puedo mandar a un coche que la lleve a casa.
-No se preocupe -dijo Scream cortante-, ya la llevo yo.
-Lamento que la fiesta haya sido así. Por desgracia yo también debo irme. Me han informado que hay intrusos en mi factoría más importante. Seguramente quieren mis últimos avances en el mercado espacial.
-¿Intrusos? -dijo Scream lamentándose. Ni siquiera en su noche libre se podría relajar.
-Así es. Los guardias del interior no responden, pero desde el exterior no han oído ruido alguno. Parece obra de un profesional.
Scream pensó que Gorgon estaba seguramente en lo cierto. Si la intuición no le fallaba se trataba de su peor enemigo, Silenciador. Un letal y sigiloso asesino a sueldo. Tenía que detenerlo cuanto antes.
-Tengo que informar a mis socios yo también, Ellen. Si no es mucha molestia, agradeceré ese coche que nos ofrecía.
-En absoluto. Ahora mismo estarán aquí. Si me disculpan...
En medio del bullicio Scream se sintió otra vez solo. Incluso al lado de Aryn, mientras no pudiera contar la verdad, ella sería una extraña más. Pronto, se dijo. Pronto tendría que hacerlo. Si no, era muy probable que su relación se acabara para siempre.
-Aryn, ¿estás mejor?
-Sí... dijo ella llevándose la mano a la frente... pero aún estoy débil...
Al cabo de un rato uno de los camareros de Gorgon les hizo señas para que le siguieran. Tuvo que admitir que Ellen Gorgon era eficiente.
Dejaron atrás la fiesta, el bullicio, el lugar al que en el fondo nunca habían pertenecido, y volvieron otra vez al exterior, donde un vehículo deslizante les esperaba. La Nube estaba calmada aquella noche, y no parecía que fuera a amenazar con polución baja ni lluvia de ceniza, pero nunca se sabía. El clima de Ernépolis I era tan variable que ya nadie hacía caso de las previsiones meteorológicas.
Dejó a Aryn en el coche y buscó un callejón apartado. Por lo menos en aquel sentido no podía quejarse de la ciudad, pensó. Cuando lo encontró sacó de su bolsillo la gema, nítida y brillante, y la agarró con fuerza. Nunca se acostumbró a la transformación, nunca dejó de sentir el dolor inicial que laceraba su cuerpo como si lo estuviera retorciendo y moldeando. Cuando al fin acabó, se miró las manos. Podía haberse transformado miles de veces desde que tenía la gema, pero no podía eliminar aquel acto reflejo. Estaban, como todo su cuerpo, cubiertas de un campo de fuerza opaco que ocultaba su identidad. Ahora, lo sabía, era él. Era quien debía, quien quería ser.
El héroe conocido en Ernépolis I como Reflector.
Se concentró y se elevó poco a poco hasta estar casi a la altura de la Nube, no sólo para tener una panorámica de su objetivo, sino para alejar toda sospecha de que Reflector fuera en realidad uno de los invitados de la fiesta de Ellen Gorgon. Miró a lo lejos, por encima de los edificios grises aunque vivos de Ernépolis I, y distinguió la enorme fábrica que Gorgon había mencionado. Dirigió el rumbo hacia allí, su silueta recortada por la Nube, los paseantes nocturnos señalando hacia el cielo, hacia aquel protector que algunos pensaban era una criatura salvadora de otro mundo, algunos pensaban era una amenaza, pero todos sabían era único y especial.
Al fin llegó a la entrada de la fábrica, un enorme bastión parecido a un palacio industrial en el que Gorgon pasaba la mayor parte de su tiempo empresarial diseñando en persona los nuevos modelos de naves espaciales que luego inundarían el mercado. Era buena, pensó mientras echaba un vistazo alrededor, pero no era piloto, y eso se notaba en sus diseños, demasiado poco arriesgados, demasiado aerodinámicos. No tardó en encontrar un par de guardias tirados en el suelo. Muertos. Usando sus poderes los sondeó con rayos x. Les habían disparado, pero no se trataba de heridas de bala. Era él. Su peor enemigo.
Entró levitando, teniendo cuidado de no hacer ruido alguno. Sabía que Silenciador podía esconderse, y aprovechándose de que su arma no hacía ruido alguno, ni siquiera al disparar, acabar con aquello antes siquiera de que empezara. Detectó un levísimo olor a ozono, el único rastro de la presencia de su arma. Como mínimo había estado allí. Sin embargo no dejaba de tener la sensación de que estaba en una trampa. Una sala grande, llena de sombras, ideal para una emboscada. Absoluta quietud. Como si el aviso hubiera sido una falsa alarma. Al fondo encontró los cuerpos de más guardias. Muertos de igual manera. Y aquel olor... más fuerte...
Reflector apenas tuvo tiempo de apartarse antes de que una descarga a quemarropa lo fundiera. Su campo de fuerza podía reflejar tanto los golpes como los disparos de las armas convencionales, pero en el caso del arma de Silenciador, única en el Universo, sólo podía, a duras penas, resistir impactos lejanos.
-Tu compasión será tu perdición tarde o temprano -dijo su enemigo a su espalda. Reflector se dio la vuelta y le vio claramente. Con sus ropas informales, casi anodinas, y su arma compuesta de varios tubos de metal, el cañón humeando aún. Su rostro descubierto, los ojos que tantas veces antes había visto. Refulgiendo de odio. Reflector le envidió. Envidió que un cobarde como aquel, capaz de asesinar por la espalda sin dudarlo, pudiera ir por la vida con el rostro descubierto siendo su verdadero nombre un misterio, mientras que él, que peleaba por la justicia, tenía que ocultarse de todo y de todos.
Incluso de Aryn.
-Se acabó, Silenciador. Tira el arma. No lo empeores.
-No seas estúpido, idiota disfrazado. Acaba de empezar. No les quería a ellos. Te quiero a ti.
Reflector comprendió que era una trampa. Pero no dejaba de entender por qué. Sin embargo, una vez en la telaraña, no le quedaba más opción que luchar. Miró con atención los cañones del arma de su enemigo. De vez en cuando giraban entre sí para encajarse alrededor del principal, poseyendo los demás funciones altamente diferenciadas. Su supervivencia dependería de adelantarse a ellos.
-No tienes escapatoria. Saben que estás aquí.
-Entonces acabemos cuanto antes.
El revólver futurista giró y un cañón con estrías se deslizó en la ranura principal. Al momento una red electrificada cayó sobre Reflector. Descargó toda la energía del traje en absorber su energía, para acto seguido agarrar la red y lanzarla contra su enemigo. Silenciador la interceptó y la apartó sin esfuerzo.
-Crees que me voy a dejar atrapar por mi propia...
Cuando Silenciador miró al frente se encontró con que tenía a Reflector volando en su dirección a toda velocidad. Demasiado cerca para cambiar la modalidad del arma, recibió un tremendo puñetazo que le alejó varios metros hacia atrás.
-No, bocazas, sólo esperaba distraerte -respondió Reflector.
Silenciador se incorporó y cambió el arma a rayo de baja energía pero alta velocidad. Comenzó a disparar en todas direcciones, esquivando Reflector con dificultad sus impactos. Volando de un lado para otro, trató de acercarse a su enemigo, pero sabía que el mismo truco no le serviría. Aun así lo intentó, pero cuando se acercó Silenciador fue más rápido. Ajustó el arma a la modalidad campo de energía y un haz lo protegió, chocando Reflector contra él y cayendo al suelo. Se levantó al momento antes de que su enemigo tuviera tiempo de lanzarle una descarga letal.
De repente las luces de la fábrica se iluminaron.
En las plataformas superiores aparecieron un montón de hombres armados que apuntaban a ambos contendientes. Tanto Reflector como Silenciador pararon y esperaron. Los recién llegados no suponían amenaza para ninguno de los dos.
Ellen Gorgon apareció rodeada de varios de aquellos soldados. Desde donde estaban apenas era poco más que un punto lejano, sin embargo su voz sonaba poderosa en toda la estancia. Parecía, al contrario que en la sala de fiestas, estar en su elemento.
-Agradezco su colaboración, Reflector. Al parecer la ciudad está a salvo con su presencia.
-No era necesario que viniera hasta aquí -dijo tratando de forzar la voz incluso más de lo habitual. No solía encontrarse con las mismas personas en ambas identidades.
-Comprenderá que haya hecho lo contrario. Al fin y al cabo tenía que asegurarme de que el plan funcionaba.
Reflector empezó a tener la vaga sensación de que el suelo se hundía bajo sus pies, y que por mucho que supiera volar no podría evitar hundirse a su vez.
-¿De qué está hablando?
-Hablo del plan para acabar con usted de una vez por todas... Capitán Scream.
Aunque el campo de fuerza impedía ver su rostro, sabía que todos los presentes le imaginaban vulnerable y expuesto. Pero aún era un héroe. Aún podía tratar de hacer algo.
-No sé de qué habla, criatura terrestre. Yo no soy como ustedes.
-Muy al contrario, Capitán. Es muy humano, aunque físicamente sea más que uno. Por eso hemos podido tenderle esta trampa. Durante mucho tiempo Reflector ha frustrado, sin saberlo, mis intentos por hacerme con esta ciudad, por muchos obstáculos que he puesto en su camino, por muchas veces que se haya enfrentado a mi leal soldado -miró a Silenciador-. De modo que opté por algo distinto. Las elecciones están en juego y no podía dejar a una amenaza como él suelta para discutir mi control, menos aún cuando sea del dominio público.
»Mis sospechas siempre cayeron en alguien que hubiera viajado mucho. Los poderes de Reflector no eran de este mundo, pero bien podían ser de otros. Sin embargo su carácter único lo alejaba de los lugares de habitual comercio y situaba su fuente en algún planeta o bien abandonado, o bien en proceso de formación. Examiné miles de historiales de vuelos espaciales, Capitán Scream. No fue fácil. Había muchos sospechosos, y aunque usted fuera uno de los principales tenía que estar completamente segura. Y lo estuve cuando al fin comprobé que hace muchos años su nave desapareció en una remota región apenas explorada. Encontré un planeta donde había un mineral... un mineral con efectos parecidos a los poderes de Reflector. Sin embargo fui incapaz de procesarlo. Tal vez si me dice cómo lo hizo le deje vivir.
Reflector sabía que la respuesta no iba a dejar satisfecha a Gorgon. Fue el último habitante del planeta quien, antes de morir, lo hizo para él, llevándose el secreto a la tumba. No podía perder ni un segundo. Era en aquel momento o nunca, mientras Gorgon soltaba su interminable charla acerca de lo magnífica que era y de cómo le había derrotado. Voló lo más rápido que pudo, dejando atrás la mayoría de las balas, rebotando las demás, hasta estar casi a la altura de la que siempre, sin saberlo, había sido su mortal enemiga. Ya casi estaba a su altura y dispuesto a noquearla de un puñetazo cuando, a un metro de distancia, se detuvo. Gorgon llevaba una pistola en su mano alienígena, y con ella apuntaba a Aryn, casi desmayada.
-Atrás, Scream. Muy lentamente, vuele hacia atrás, o Aryn Life morirá.
Sin otra alternativa, hizo lo que le mandaron. La cosa se ponía cada vez peor.
-De modo que fue en la fiesta... la bebida que ella tomó.
-Todo estaba cuidadosamente calculado, Capitán Scream. ¿Me cree tan estúpida de presentarme aquí expuesta con un montón de soldados armados que no tienen nada que hacer contra usted? No, ellos están aquí sólo para nuestra coartada. Atacaban una de mis factorías, y el causante de hecho era el héroe conocido como Reflector... ya me deshice de otros héroes antes, y ahora le toca a usted. Descienda y vuelva a su estado normal... no repetiré las consecuencias de no obedecer.
-No creerán que ataqué su factoría.
-Es posible. Pero tampoco me desmentirán.
Incapaz de hacer nada en dicha situación, Reflector hizo lo que le ordenaban. Aterrizó y guardó de nuevo la gema en su bolsillo, cesando la transformación delante de todos los presentes. Aquel momento, comprendió, fue el fin definitivo de Reflector. A partir de aquel instante sólo era John Scream. Sólo un hombre.
-Suéltela, Gorgon.
-Como desees.
Gorgon empujó a Aryn fuera de la plataforma, cayendo a toda velocidad a la planta principal. Estaba tan mareada que ni siquiera gritó. Scream sabía que había suficiente altura para que se matara, por lo que trató de correr hacia ella, con todas sus fuerzas acelerar la transformación. Aquel era el momento crucial. Sabía que podía muy fácilmente destruir para siempre la gema por forzarla demasiado, pero la vida de Aryn bien lo merecía.
El campo de fuerza envolvió otra vez su cuerpo, y de correr pasó a volar en cuestión de segundos, elevándose cada vez más. Ya casi podía llegar a su mano, extendiendo la suya desesperado, apenas reparando en los ojos de Aryn, sólo mirando aquella mano que caía como si fuera ella quien estuviera intentando salvarle a él y no al revés...
Recibió la descarga justo en aquel momento. Una andanada letal proveniente del arma de Silenciador. Ni el más mínimo ruido. Como una gota de agua desviada por el viento, cayó sin fuerzas de tipo alguno.
Lo último que oyó fue el chasquido del cuello de Aryn al romperse contra el frío suelo de la factoría.
Gorgon bajó, arma en mano, e ignorando el cuerpo de Aryn Life se acercó hacia Scream. Ningún campo de fuerza le protegía. Sólo era John Scream.
-Está muerto -dijo con calma mirando a Silenciador-. No debías matarlo, idiota. Has agotado el poder de la gema. Ya no me sirve de nada, ni él ni su objeto.
-¿Qué sugiere que hagamos con él? -preguntó lacónicamente Silenciador.
-Tiradlo a los bajos fondos. A la chica llevadla a los callejones cercanos a la fiesta. Vosotros dos -dijo señalando a dos de los guardias- vestiros de paisano y fingid que la habéis matado allí en un atraco. Vamos -dijo impaciente. Cuando los hombres se fueron Gorgon hizo una llamada-. Sí, con el Jefe Wolf. Soy yo. Cumpla con su parte. Cuando sus hombres los detengan, ya sabe qué hacer. Sí, mientras huyen. De acuerdo. No me falle.
Ellen Gorgon se dio la vuelta y, satisfecha, miró a sus hombres mientras con la mano alienígena guardaba su arma.
-Caballeros -dijo con voz solemne- la era de los héroes ha llegado a su fin.
EN EL PRÓXIMO NÚMERO:
¿El fin? ¡No! ¡El principio! A partir de ahora, ¡los Caídos entran en escena!
Editora de la versión original del relato: Pilar Barba
Créditos de la portada: M. C. Carper
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