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Si la comparamos con Sao Paulo, Belo Horizonte y Río de Janeiro, Sorocaba es una ciudad bastante pequeña. Insignificante, se podría decir. Pero gracias a la providencia divina, la ciudad está situada en una de las regiones más ricas no sólo de Brasil sino de todo el continente americano. Todo gracias al Caronium, un mineral descubierto a finales del siglo XXI el cual tiene la extraordinaria propiedad de almacenar oxígeno en su interior, convirtiéndose en el recurso más codiciado del planeta. Miles de empresas fueron creadas con el único propósito de extraer el mineral. Pero la reserva más grande se encuentra en el subsuelo brasilero. Nos convertimos en el país más rico del mundo.
Soy un minero de la Corporación Laux, la única compañía que extrae y procesa Caronium en la región de Sorocaba. Trabajar en una mina puede ser peligroso pero la paga es buena, así que vale la pena. Esta mañana fui uno de los primeros en llegar a la mina. Luego de pasar por el portón principal estacioné mi auto y procedí a sellar el pase de entrada para luego dirigirme al vestuario donde se encuentran los uniformes de los obreros. Las instalaciones principales son cómodas, a diferencia de las húmedas y oscuras cavernas en las que pasamos la mayoría del tiempo. Al poco rato llegó Carlos, mi jefe. Es un sujeto extraño. Cuando estamos fuera de la mina es una de las personas más agradables y simpáticas que conozco, pero cuando se trata de trabajo se convierte en un verdadero amargado. Aunque supongo que por eso es que nuestra unidad es una de las más eficientes.
El personal obrero se divide en unidades. Cada unidad está conformada por 5 personas, dirigidos por un capataz. La rutina en la mina suele ser bastante sencilla. De hecho aburrida sería una palabra más adecuada. Primero debe configurarse la esquiladora, una máquina a motor que se encarga de extraer el Caronium de las paredes de la mina. Luego se deben verificar los protocolos de seguridad, para asegurarse de que los riesgos sean mínimos. Finalmente comenzamos el proceso de extracción. Todo este procedimiento puede tardar una hora y basta que se presente algún contratiempo, normalmente un fallo en la energía, para que se tenga que hacer todo desde el principio. Hoy estábamos listos para comenzar la excavación a las 10 de la mañana. Pero no habían transcurrido ni quince minutos cuando se apagaron las luces de forma violenta.
Realmente el apagón fue el tercer evento. Primero hubo una explosión, cuya onda sonora se propagó rápidamente a lo largo de los pasajes de la mina, amplificándose hasta volverse una especie de grito subterráneo. Luego ocurrió el temblor, que me hizo perder el equilibrio y caer en el suelo estrepitosamente. Finalmente se fue la luz, dejando aquellos pasillos en completa oscuridad mientras las luces de emergencia se encendían. El aire se llenaba de humo, además de impregnarse con un olor a pólvora muy particular. Se escuchaban voces y gritos en todas direcciones.
-¿Están todos bien? ¿Hay algún herido? -preguntó Carlos mientras se colocaba de pie. El temblor le había hecho perder el equilibrio.
-Estamos bien -dijeron al unísono Alan y José.
-¿Kevin? ¿Franklin? ¿Están bien? -volvió a preguntar Carlos.
-¡Acá estoy Carlos! -le dije mientras me levantaba- Estoy con Frank ¡Estamos bien!
-Bueno sigamos el plan de emergencia. Vamos a salir todos juntos. Tenemos que dirigirnos a la plataforma B -dijo Carlos con seguridad.
Poco a poco los mineros nos fuimos reuniendo en la plataforma B, la cual había sido designada como punto de reunión en situaciones de emergencia. Las preguntas no se hicieron esperar, aunque nadie en ese momento sabía las respuestas: ¿Qué ocurrió? ¿Dónde fue la explosión? ¿Acaso habría algún herido? En medio de la agitación llegó una de las gerentes de la Compañía y se dirigió a todos nosotros:
-¡Atención, por favor! ¡Atención! Quiero informarles que ha ocurrido una explosión de gas metano cerca de la plataforma F. Estamos verificando si hay personas heridas. Por favor permanezcan con su respectiva unidad mientras aseguramos la zona.
Mientras ella hablaba los bomberos se abrían paso a través de la mina para hacer su labor. No era la primera explosión en la mina que yo presenciaba ya que son más comunes de lo que uno podría suponer. Pero mientras estábamos ahí reunidos, de pie, comenzó a correrse el rumor de que diez mineros habían muerto. Al poco tiempo este rumor fue confirmado por la misma gerente que se había dirigido hacia nosotros antes, presentándose esta vez con una lista que contenía los nombres de las víctimas. Yo no los conocía personalmente, pero no pude evitar sentir lástima por ellos en cuanto hicieron oficial la noticia ¿Tendrían hijos? ¿Qué le dirían a sus familiares? Estaba pensando en esas cosas cuando un hombre, al cual nunca había visto, se me acercó mientras colocaba algo entre mis manos.
-Por favor revísalo. ¡Esto tiene que saberse! -me susurró temblorosamente en el oído.
Al abrir mis manos vi lo que me había entregado: un pendrive negro. Al levantar mi rostro ya el hombre misterioso se había perdido entre la multitud. En eso escuché el aviso a través de la megafonía. En vista de lo que había ocurrido, la Compañía había decidido darnos el día libre. Luego de quitarme el uniforme y darme una ducha en el vestuario me dirigí a mi auto dispuesto a irme a casa. En el camino me encontré con Alan quien me pidió el favor de llevarlo al centro de la ciudad.
-Seguro, no hay problema -le contesté. Pero antes de partir recordé el encuentro con aquel desconocido y decidí revisar el contenido del pendrive en el auto. Luego de contarle a Alan como obtuve el pendrive saqué mi laptop y procedí a revisar el contenido del mismo. Lo único que tenía era un archivo de video. Al iniciarlo apareció en pantalla un videomensaje.
-Mi nombre es Henry, soy el capataz de la unidad diez de La compañía. Estoy grabando este mensaje porque sé que mi vida y la de mis hombres corren peligro. Haciendo un recorrido exploratorio cerca de la plataforma F hemos descubierto un depósito enorme de lo que parece ser armamento nuclear ¡Armamento Nuclear! Al principio dudamos pero ya lo hemos podido comprobar en una segunda exploración. Miles de ojivas están siendo colocadas en regiones de la mina donde la extracción de Caronium ha finalizado. Pareciera que la minería es una fachada de la Compañía. Esta información es sumamente grave y no deberíamos compartirla con cualquier persona. Pero en los últimos días he tenido la sospecha de que se filtró nuestro descubrimiento así que estoy haciendo esta grabación para que, en caso de que algo nos ocurra, alguien pueda hacer una investigación profunda sobre este caso.
Al terminar de ver el video nos quedamos boquiabiertos.
-¡Tenemos que hacer algo! -dijo Alan, rompiendo el silencio.
-¡Esto es grave, Alan! Debemos darle esta información a alguien, pero ¿a quién podemos acudir? -le dije.
-Umm... Déjame hacer una llamada -dijo Alan- Conozco a una persona de mucha confianza que puede ayudarnos a manejar esta situación.
Alan bajó del auto durante un par de minutos mientras hacía una llamada. Yo no podía creer lo que acabábamos de ver. ¿Armas nucleares en la mina? ¿Quién las colocó ahí? Y, más importante aún, ¿Qué uso le darán? ¿Acaso todo este trabajo es una fachada y hemos sido parte de un engaño? Todo esto parecía una novela. ¿Y si realmente los miembros de la unidad diez fueron asesinados? ¿No corrían riesgo nuestras vidas ahora que conocíamos esta información?
-¡Kevin, vámonos! La persona que te mencioné nos espera. Se llama Ricardo. Trabaja aquí, pero es un abogado de confianza -me dijo Alan a través de la ventana del carro.
-¿Seguro que podemos confiar en él? -pregunté. No era buen momento para confiar en cualquier persona.
-Créeme, si alguien puede ayudarnos en esto, es él -contestó con seguridad.
Nos dirigimos a la oficina del tal Ricardo. Se encontraba en el piso 10 del edificio principal. Al salir del ascensor caminamos por un pasillo largo en el cual se encontraban varias oficinas.
-La oficina de Ricardo se encuentra al final del pasillo, doblando a la izquierda -me indicó Alan.
Pero no llegamos a la oficina. Cuando estábamos caminando por el medio del pasillo sentí un fuerte golpe en la cabeza, dejándome inconsciente. Al despertar me encontraba atado a una silla en un cuarto pequeño. A mi lado se encontraba Alan, también atado. Todavía estaba aturdido por el golpe y me dolía fuertemente la cabeza. En eso escuché una voz gruesa. Había una tercera persona en la sala.
-¿Qué información recibieron? ¡Digan lo que saben ahora mismo!
Poco a poco mis ojos se fueron adaptando a la luz que dominaba la habitación y que provenía de una lámpara colgante. Pude ver a mi interrogador. Un hombre vestido con un traje impecable. No tenía cabello y mostraba una barba bien arreglada. Sus ojos mostraban una violencia animal. Sin duda alguna ese era un sujeto que asustaría a cualquiera.
-Por última vez, ¿qué es lo que saben? -dijo aquel hombre con insistencia.
-No sabemos nada. ¿De qué estás hablando? -contestó Alan nerviosamente.
-Sabemos que mienten ¡Encontramos esto! -indicó el interrogador, mostrando el pendrive negro.
-¿Qué hacemos con ellos? -se escuchó la voz de un cuarto hombre en la sala. No lo había visto porque se encontraba detrás de nosotros.
-Maten al humano -respondió con frialdad el sujeto con corbata.
-¿Y qué hacemos con el clon? -volvió a preguntar el hombre cuyo rostro no veíamos.
-Bórrenle la memoria y envíenlo a casa de nuevo. Mañana debe volver a trabajar -dijo el hombre con traje antes de salir de la sala.
-¿Maten al humano? ¿Bórrenle la memoria al clon? ¿Qué demonios significa todo esto? ¿Qué van a hacer? -todas esas preguntas pasaron por mi mente. Yo estaba asustado. A partir de ese momento todo sucedió muy rápido. El hombre que quedó en la sala se acercó a Alan mientras sacaba una pistola.
-!Espera un momento! ¡Por favor! -alcanzó a suplicar Alan antes de que el disparo retumbara en el cuarto, produciendo un pitido agudo en mis oídos. Debido al impacto el cuerpo de Alan y la silla donde se encontraba atado cayeron hacia atrás estrepitosamente.
-No te preocupes, tu correrás con mejor suerte -dijo el hombre armado a medida que se acercaba a mi
-¿Soy un clon...? -fueron mis últimos pensamientos antes de recibir un fuerte golpe en la cabeza y sumergirme en la oscuridad.
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Martes, segundo día de la semana. Mi rutina básica es la de siempre. Luego de levantarme me doy un baño, lavo mis dientes y procedo a vestirme. Luego preparo el desayuno mientras escucho las noticias en la radio. Es un día como cualquier otro, no se vislumbra ningún cambio en la rutina. Soy Kevin y vivo en Sorocaba.