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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 31 de octubre de 2024

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Érase un hombre a un móvil pegado

-¡Hola, Leo! Te llamo desde mi nuevo móvil. Me he comprado un implantado.

-¿Eres... Fran? Vaya... ¡Hola...! ¡Hola, Fran! Así que... ¿un implantado? ¿En serio? ¿Has dejado que te operen los oídos internos? ¿Y qué tal? ¿Merece la pena?

-¡Desde luego! Ahora estoy hablando contigo sin llevar nada encima, simplemente te oigo dentro de mis oídos. Si quiero llamar a alguien, sólo tengo que decirlo. Cómodo, ¿verdad? Al estar en los dos oídos, tiene sonido estéreo. Incluso puedo tener dos conversaciones a la vez, oyendo el sonido de cada conversación por un oído. Genial para un tipo ajetreado como yo, ¿verdad?

-Ya... ¿y qué tal llevas eso de tener que oír anuncios cada hora, quieras o no? La mayoría llevan contratos de ese tipo, ¿no?

-Pero no el mío, yo tengo un móvil premium. Mis inversiones de los últimos años han ido bien, así que puedo permitírmelo de sobra. Sólo oigo lo que quiero oír.

-Genial. Oye, hablamos en otro momento, que tengo lío.

-Vale, pero me llamas, ¿eh? No hagas como la semana pasada, que esperé tu llamada durante todo el fin de semana... ¡Bueno... hasta luego! ¡Colgar!

 

 

-¿Berta? Hola, soy Fran.

-Hola, Fran. ¿Qué quieres?

-Verás, he pensado que podría invitarte a cenar, si quieres.

-¿Me estás invitando a salir? Vaya, esto es muy incómodo. Eres mi jefe, esto... incluso podría considerarse acoso.

-¿Entonces no...?

-Si mi puesto de trabajo no depende de ello, preferiría no tener una cita contigo.

-Entiendo... Perdona por...

-Hasta mañana, Fran.

-Hasta mañana. ¡Colgar!

 

 

-¿Hola?

-Hola, soy tu conciencia. Pero puedes llamarme Con.

-¿Qué? ¿Oiga, por quién pregunta?

-Fran, quiero hablar contigo.

-¿Quién eres tú?

-Te lo acabo de decir, soy tu conciencia.

-No tengo tiempo para tonterías, buenas tardes. ¡Colgar!

-Es inútil, seguiré en tu mente como tu conciencia.

-¡Colgar!

-Creo que no lo entiendes.

-¡Colgar!

-No puedes echarme de tu cabeza. Verás, soy un hacker que ha tomado el control remoto sobre el teléfono implantado en tus oídos. A partir de ahora, me oirás siempre que yo quiera. Eso es lo bueno de que no puedas quitarte el móvil de los oídos, al ser parte de ellos, ¿verdad?

-¡Apagar!

-Lo siento, eso ahora no funciona. También tengo el control sobre el apagado y encendido remoto de tu móvil.

-¿Qué...? ¿Qué quieres?

-Bueno, Fran, creo que eres un hábil corredor de bolsa. Ganas millones al año, ¿no es verdad, Fran? Yo sólo quiero una parte. Sólo quiero que me pagues un impuesto por dejar de oírme a mí, a Con, tu conciencia. Sé que llevabas años sin escuchar a tu conciencia, sin dejar de ganar un solo céntimo por su culpa, ¿verdad? Pues ha llegado el momento de que escuches a tu conciencia y pagues.

Silencio.

-¿Qué pasa, Fran? ¿No dices nada? Oigo cómo andas por la calle. ¿A dónde vas?

Silencio.

Suena el coro de la novena sinfonía de Beethoven a un volumen atronador durante tres minutos.

Silencio.

-Ah... aahhh... aaaah...

-Vaya, Fran, perdóname... Había olvidado decirte que es mala idea que te alejes de una zona con cobertura. Entiendo que se te haya ocurrido meterte en el metro para dejar de oírme, nunca te ha gustado escuchar a tu conciencia. Pero he programado tu móvil para que, cada vez que esté fuera de cobertura, cada vez que quieras dejar de oírme, oigas aquella bonita melodía en un bucle sin fin hasta que vuelvas a tener cobertura. Sí, puede que esté un poquito alta. Claro, puede que ahora te sangren un poco los oídos. Sólo espero que esto te sirva para admitirme, para admitir a Con, tu conciencia. Fran, ¡no me rechaces! ¡Acéptame como parte de tu vida y serás más feliz, Fran! No hagas más tonterías. No te metas en el metro. No te pierdas en el monte. No te pongas un casco disipador de señal sobre la cabeza. Simplemente, admíteme en tu seno.

-Malnacido pa... patético anor... mal...

Vuelve a sonar la novena durante un minuto.

-Aaaaah...

-Un poco de respeto, Fran. Yo no te he llamado pedazo de hijo de la gran puta ni nada parecido, yo soy un caballero. Seamos caballeros, Fran. A partir de hora, simplemente llámame Con. ¡No olvidemos que soy tu conciencia!

-Mal... dito... Con.

-Afronta tu situación, Fran. Podrías ir a pedir que te extirpasen el teléfono... junto con los oídos internos con los que los fusionaron en la operación. Mantener tu sentido del oído bien merece el pago de una pequeña suma, ¿no, Fran? Recuerda que la energía de tu propio cuerpo mantiene funcionando tu móvil, así que simplemente no se apagará mientras vivas. Puedes ir a la compañía telefónica para que traten de echarme pero, sinceramente, ¿crees que les será fácil, teniendo en cuenta lo fácil que me ha resultado a mí echarles a ellos?

-¿Cu... cuánto dinero quieres exactamente?

-Ahora es cuando empezamos a entendernos.

 

 

-Ya te he hecho el ingreso. Te he pagado muchísimo dinero. ¿Me dejarás en paz ahora?

-Bueno... A partir de ahora, me gustaría que compartieras conmigo un porcentaje de tus ganancias.

-¿Qué?

-¡Buenos días, Francisco! Ah, perdona, no había visto que estás hablando por el móvil.

-Fran, dile a ese tipo que estás hablando, no dejes que nos interrumpa.

-No puedo... Con. Es el presidente de mi firma de inversión, espera... Sí, dime, Adolfo.

-Francisco, iré al grano... Infosupercom ha registrado una patente muy importante, les va a dar millones. Me lo ha dicho un tipo que me debía un favor. Es una empresa pequeña, así que la revalorización porcentual será brutal. Mete dinero de todos los fondos allí, ¡ahora mismo!

-Vale, Adolfo.

-Ummmm... ¡Interesante noticia, Fran!

-Te veo luego, Francisco.

-¿Volvemos a estar solos, Fran?

-Sí.

-Como íbamos diciendo...

 

 

Suena la novena sinfonía durante una hora.

-Aaaah...aahhhh...

-Eres un maldito hijo de puta, Fran. ¡Me la has jugado!

-Aaaaah...

-Infosupercom es una empresa pequeña... Así que, si se me ocurría comprar acciones de Infosupercom con todo el dineral que te había acabado de sacar a ti, entonces desencadenaría yo solito, con mi enorme volumen de compra, un aumento puntual en el precio de las acciones de Inforsupercom. Claro, antes de hacer ese paripé con tu supuesto jefe, antes de tener esa conversación de mentira para que yo la oyera, tú habías comprado acciones de esa empresa a un precio irrisorio, ¿verdad? Tu compra previa vino seguida de mi compra masiva posterior así que, ante el mercado, yo di credibilidad al aumento de precio que acababas de iniciar tímidamente tú. Yo disparé definitivamente el precio de la acción. Y entonces, de repente, tú vendiste todas tus acciones a un precio mucho mayor, provocando una reacción en cadena que hizo retroceder el precio de la acción hasta el valor anterior a tu compra, haciéndome perder millones mientras tú recuperabas, con tu jugada, el dinero que me habías ingresado anteriormente para que te dejara en paz.

-Aaaah...

-¡Eh, ese hombre está sangrando por el oído! ¡Oiga! ¿Necesita ayuda?

-¡Que alguien llame a un médico!

-¿Pensaste que soy gilipollas, Fran? Si vuelves a jugármela, te dejaré un día entero con la sinfonía. Para empezar, ¡quiero mi dinero! Con lo que has ganado con aquella espiral alcista del precio de las acciones de Inforsupercom, que yo mismo desencadené al comprar tantas acciones, seguro que has recuperado todo lo que me diste. Así que puedes volver a pagármelo íntegramente ahora mismo. ¡Lo quiero en una hora!

 

 

-Fran, no me estás ganando dinero últimamente, ¿qué te pasa? Así no me vas a hacer más rico.

-Eso tendría cierta gracia si no fuera real... Verás, Con, me has roto el tímpano varias veces, sufro jaquecas constantes, no logro dormir por las noches y no me concentro durante el día. ¿Esperas que rinda en el trabajo? Además, ¿para qué ganar más dinero, si te lo vas a llevar todo tú? No me das nada a cambio de tu... comisión.

-Entiendo. Es verdad, mereces algo a cambio.

Silencio.

-Qué demonios, por supuesto que mereces algo, Fran. En adelante, me ocuparé de que seas más feliz. Sólo así podré conseguir que seas eficiente en el trabajo y así me hagas ganar más dinero a mí.

-¿Hacerme feliz? ¿El hacker que ha convertido mi vida en un infierno me va a hacer feliz? ¿Y cómo vas a hacerlo, si puede saberse?

-Fran, llevo un tiempo escuchando todo lo que escuchas, y sé que eres un tipo solitario con nulas habilidades sociales que echa de menos tener amigos y una mujer. ¿No es así, Fran?

Silencio.

-Sólo piensas en tu trabajo y tu dinero, Fran, pero no se te da bien la gente. Te voy a ayudar a que deje de ser así.

 

 

-Y estas son las llaves de mi Porsche.

-Fran, vas mal. Si quieres tener amigos, ¡deja de parecer un chulo constantemente! Oye, por una vez, habla de algo que le guste a este tipo, ¿ok? ¿Por qué no empiezas preguntándole por su familia, a ver a dónde nos lleva?

-Y... ¿qué tal tus niños?

-Bueno... vamos tirando. Intenté llevármelos a hacer senderismo el fin de semana pasado, pero no hubo manera.

-¿Has visto, Fran? Ya conocemos una afición suya. Dile que tú sueles ir al monte una vez al mes.

Silencio.

-¡Da igual que sea mentira, Fran! Vamos, yo te guío.

 

 

-Y así es como los grandes inversores con información privilegiada ganamos dinero a base de los inversores particulares palurdos que no hacen más que mirar gráficas de precios de acciones, precios que por cierto se mueven a nuestro antojo para incitarles a ellos a meter más y más dinero, que finalmente acaba en nuestros bolsillos...

-Vale ya, Fran, ya le habías dejado claro que tienes dinero hacía un cuarto de hora.

-...pero no te creas que es tan fácil tener tal control del mercado...

-Ahora la estás aburriendo, éste no es el tipo de conversación que se tiene con una desconocida en un bar.

-...pues hay que estudiar las variables bursátiles que...

-Fran, esto sólo se arregla si la dejamos hablar de sí misma durante un rato, sólo así dejará de verte como un egocéntrico.

-...influyen en las tendencias del pequeño inversor particular.

-Ella te dijo que trabaja en la zona. ¿Por qué no le preguntas en qué?

-Por cierto, ¿a qué te dedicas tú?

-Si ahora responde algo que le guste, entonces déjala hablar un poco sobre ello. Y si se nota que no le gusta, entonces refuerza su confianza diciendo algo positivo sobre ese trabajo.

-Pues trabajo en una funeraria.

-Fran, ¡esto da mucho juego para la conversación! No te asustes. Veamos...

 

 

-Fran, has de reconocer que he ordenado tu vida.

-Mi dinero me está costando, Con.

-Según se mire, Fran. Desde que estás más contento, te concentras más en el trabajo y tus inversiones están funcionando. Y me estás haciendo ganar mucho dinero con mi porcentaje.

-Mis negocios nunca habrían dejado de funcionar si tú no hubieras entrado en mi vida. Te recuerdo que fueron tus... castigos los que me hundieron profesionalmente durante semanas.

-Pero Fran, antes no tenías ni amigos ni mujeres.

-Eso es cierto.

-Espera, Fran, parece que tienes una llamada entrante. Te la paso.

-¿Francisco Téllez?

 -¿Sí?

-¿Es usted Francisco Téllez? Verá usted... iré al grano. Acabo de hackear su móvil. En adelante, no podrá dejar de oír mi voz hasta que no pague la cantidad de dinero que le indicaré.

-Pe... pero... ¿quién es usted?

-Puedes llamarme Demiurgo.

-Fran, esto es intolerable. ¡Oye, Demiurgo!

-¿Quién está hablando ahora?

-¡Soy Con, la Conciencia de Fran! ¡Sal inmediatamente de esta conversación!

-¿Conciencia? ¿Qué coño...? ¡Espera, ya entiendo! ¡Eres otro hacker como yo! ¡Conciencia! ¡Vaya nombre, qué bueno!

-¡Fuera de mi territorio!

-¿Tu territorio? ¡Vamos a ver quién manda aquí!

Suena AC-DC a un volumen atronador.

Suena la novena sinfonía de Beethoven a un volumen atronador.

-Aaaahh... aaaaahhh...

-Demiurgo, luchar así no tiene sentido. Nosotros podemos bajar en nuestros propios auriculares el volumen del sonido provocado por el otro. Pero Fran no puede.

-Aaaaaaahh...

-Es cierto, Conciencia. Tendremos que convivir los dos. Tendremos que repartir beneficios.

-Y una mierda. Yo me he currado mi posición. Yo ayudo a Fran.

-¿Le ayudas? ¿Cómo? ¿Qué tipo de parásito eres tú?

-Aaahh... ahhhh...

-Uno responsable de lo que hace.

-Me da igual lo que digas, Conciencia. Quiero mi dinero ya.

 

 

-Francisco, quiero que cojas tu pistola y que atraques ese banco.

-¿Cómo...?

-De eso nada, Fran, no hagas caso a Demiurgo.

Suena AC-DC.

-Aaaahh...

-Ya veo por dónde vas, Demiurgo. No piensas que vayas a estar mucho tiempo con Fran, así que quieres exprimirle lo más rápidamente posible. No piensas esperar a que gane dinero honrada pero lentamente con sus inversiones bursátiles. Quieres que gane mucho dinero para ti ya, y después salir huyendo.

-¿Honradamente, has dicho?

-Fran, no cojas tu pistola. No pienso permitir que vayas a la cárcel y que entonces se acaben tus negocios. Tú eres mi inversión a largo plazo, y no pienso permitir que todo se vaya al traste por Demiurgo.

-Francisco, no escuches a Con. Vas a robar ese banco, es una orden.

-Fran, no vas a robar ese banco. ¡Suelta esa pistola ahora mismo!

Suena la novena sinfonía de Beethoven.

Suena AC-DC.

Se oye una cabeza golpeándose contra el suelo.

 

 

-Hola, Fran, ¿qué tal estás?

Silencio.

-¿Fran?

-Estoy en el hospital.

-He logrado echar a Demiurgo de tu móvil.

Silencio.

-Fran, volvemos a estar tú y yo solos.

-Vaya... Así que ya no tendré a un demonio susurrándome por un oído y a un ángel susurrándome por el otro. O, mejor dicho, a dos demonios. Volveré a tener un solo demonio susurrante. Genial... supongo.

 

 

-¿Vas a volver a ayudarme con esta nueva cita, Con?

-Sí, Fran. Repasemos los datos: divorciada, sin hijos, jefa de obra, día tras día se dedica a mandar sobre una cuadrilla que cava zanjas en calles y avenidas para instalar cables, tuberías del gas y del agua. Probablemente estará harta de ese ambiente lleno de testosterona. Y más en este mismo momento, que no vamos a su casa sino a recogerla a una de sus obras, o sea a su trabajo. Hazme caso y, antes de llegar allí, cómprale unas flores.

-Sí, buena idea, déjame mirar... Según el mapa de tiendas del navegador del coche, no hay ninguna floristería en esta zona.

-Sí que la hay. Aunque todavía no aparezca en internet, sé que hay una nueva a unos tres o cuatro minutos en coche, abrió hace una semana. Te indico el camino.

-Vale, voy para allá.

 

 

-Fran, tienes que aprender de fútbol. Se pueden hacer muchas conversaciones con amigos si se habla de fútbol.

-Vale, lo tendré en cuenta. Ahora, si no te importa, me gustaría dormirme.

-Vale, Fran. Que tengas buenas noches.

-Hasta mañana, Con.

Silencio.

Suena la novena sinfonía de Beethoven durante tres minutos.

-Aaaaah... ahhh...

-Perdona, Fran. ¡No ha sido mi culpa! Se ha ido la luz en la zona. Yo tengo una batería de emergencia para mi ordenador, pero internet se ha caído. Entonces tu móvil ha hecho lo que hace automáticamente cada vez que pierde la conexión con mi programa: hacer sonar la sinfonía.

-Aaaahh... aaah... ¿Y... por... por qué no anulas esa función?

-Fran, sé que hemos hecho muchos progresos. Pero no puedo arriesgarme a que, tras liberarte de la amenaza de esa melodía cuando estés sin cobertura, te vayas de mi lado para siempre, sin más. Has aprendido mucho conmigo, ahora tienes una buena vida social. No me merecería que ahora me apartaras.

 

 

Suena la sinfonía durante varios minutos.

-Aaahh... aaahhh...

-Te vuelvo a pedir disculpas, Fran. ¡Ha vuelto a haber un apagón, me he vuelto a quedar sin luz! Sabes que no te miento, lo habrás visto en las noticias... calles y barrios enteros llevan días con apagones intermitentes. Los políticos están pidiendo que los ciudadanos no pongan tanto los aires acondicionados con la llegada del calor. Pero sólo es una forma de encubrir su incompetencia y su falta de previsión, una forma de que no nos fijemos en la red eléctrica obsoleta que montaron hace décadas a base de sobornos. ¿No crees, Fran?

-Aaaah... Por favor... Con... haz que esa cosa deje de sonar cuando me quedo sin cobertura... Aaaah... No soporto volver a oír esa maldita Canción de la Alegría...

-Sabes que no puedo, Fran. Sabes que no puedo.

 

 

-Ya estoy llegando, Con.

-No se te olvide todo lo que hemos repasado, ¿eh? No se te olvide elogiarle el vestido y, sobre todo, el peinado si es nuevo. ¡No te atolondres!

-Vale.

Suena la sinfonía durante siete minutos.

-Aaaaaaahh... aaaahhh...

-¡Joder! ¡Ha sido otro apagón! ¡Perdóname, Fran!

-Aaaaah...

-Esta vez sólo yo me he quedado sin luz... Con tanto apagón en la ciudad, la instalación eléctrica de mi bloque está hecha trizas, lleva días cortándose la luz en algunas plantas...

-Aaaaah...

-Espera un momento, Fran, llaman a mi puerta.

Se abre una puerta.

-Hola, Con.

Silencio.

-Jo... joder... ¡Joder, joder! ¿Cómo...? Ho... hola, Fran. No te... esperaba aquí. Baja esa pistola, por favor.

-Aaaaah... No... no pienso hacerlo.

-¿Cómo...? ¿Cómo me has encontrado, cómo has sabido mi dirección?

Silencio.

-Los... apagones.

-¿Los apagones? ¡Claro, los apagones!

-Aaaahh... No... eran fortuitos...

-¡Joder, los provocabas tú! Ya lo entiendo... Cortabas la luz de calles enteras para ver si perdía la conexión contigo, para ver si justo entonces empezaba la sinfonía o no. Así, a base de crear apagones en áreas seleccionadas, pudiste cerrar el cerco poco a poco.

-Cuando... me mencionaste aquella floristería, abierta recientemente aunque no figuraba en internet, supe por dónde empezar a buscar... era un barrio residencial cualquiera, no había ningún motivo particular para que lo conocieras tan bien... a no ser que vivieras o trabajaras allí, claro.

-¿Y cómo has podido sabotear tantos cables de electricidad y repararlos después?

-Mi novia... la jefa de obra... Le conté todo... escribiéndolo en un papel, claro, no hablando en voz alta. Ella coordinaba varias obras, algunas en tu distrito. De hecho, me pasé a recogerla a una de esas obras el mismo día que le regalé aquellas flores, ¿recuerdas? Un día le conté mi problema, y entonces lo planeé todo. Durante las semanas posteriores, ella hizo todos aquellos cortes temporales de electricidad. Yo no podía hacer movimientos sospechosos por tu barrio, siempre podrías saber la antena de telefonía a la que mi móvil está conectado en cada momento. De hecho, acabo de soportar siete minutos de apagón, de aquella atronadora melodía, para que perdieras tu conexión a internet y pudiera acercarme sin que lo supieras. Le pedí a ella que volviera a darte la electricidad cuando ya estaba en tu planta, cuando ya no podías escapar. Ahora podré matarte sin oír esa maldita canción.

-¡No me mates, Fran, te lo suplico!

Silencio.

-¡Baja esa pistola, Fran! ¡Tírala al suelo, por favor!

Silencio.

-¿Qué harías sin mí, Fran? ¿Qué harías, dadas tus nulas habilidades sociales? ¿Quieres volver a estar solo, Fran? ¿Es eso lo que quieres? ¿Quién te libraría de los demás hackers, Fran? ¿Y quién haría que siguieras teniendo amigos y pareja?

Silencio.

La pistola suena al caer al suelo.

Se oyen llantos.

Pasos.

La puerta de la casa se cierra.

Se oye un resoplido de alivio.

-Joder... joder...

 

 

Suena una suave melodía.

-Voy a apagar la radio, Con. Ya tengo sueño.

La melodía se apaga.

-Que descanses, Fran. Mañana tenemos un día duro.

-Buenas noches, Con.

-Buenas noches, Fran.

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Comentarios - 1

Yohana

1
Yohana - 13-09-2016 - 15:05:51h

Ahh, siempre me gustó mucho este cuento. Y es muy adecuado para tu idea de que con la edad el cerebro es más inflexible. Que etiquetado tengo yo esas mentes cerriles a los abuelos que han vivido en esa sociedad patriarcal (con tufillo franquista incluso), no necesariamente masculinos, y que su lema es “Así soy yo, y los demás os tenéis que adaptar”. No es lo óptimo precisamente.
Aunque Francisco no tuvo más remedio que adaptarse. Era eso o la muerte. Es lo que me asombra de algunas personas: Puedo entender que determinadas mentes, complacidos sus privilegios y con sus atenciones básicas cubiertas, no vean la necesidad de cambiar esquemas mentales. Pero ¿y aquellos entendimientos errantes incapaces de progresar porque no quieren ver el mundo que les rodea o se piensan que dicho mundo debe adaptarse a ellos?. Y eso que les hiere. Es como el gorrioncillo de esta mañana que se pensaba que podría atravesar el cristal de la ventana, y se partió el cuello.
También muy apropiado para evaluar el efecto de las nuevas tecnologías. Supongo que para un informático como tú solo pueden traer ventajas. ¿no te las traen?. Para la mayoría solo son una herramienta: bien empleadas pueden constituir una ventaja social; mal empleadas, como hacía Demiurgo, pueden conducir a la destrucción. Como un martillo: puede ser un útil o un arma.


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