Había perdido la noción del tiempo. Las tinieblas y el silencio eterno que lo envolvían habían hecho que no supiera qué día era, ni cuánto tiempo había pasado desde su ataque al corazón. Todo había sucedido a la velocidad del rayo: estaba en este mundo y al siguiente instante la Nada...
Era una oscuridad absoluta, opresora, sin percepciones, que hacía manar pensamientos a borbotones. Sus recuerdos del pasado eran más intensos que sus vivencias del momento presente: los colores, los sonidos, los olores eran tan vívidos que le parecía estar allí. Quizás era una trampa de su mente. Se refugiaba mucho en esos recuerdos nítidos: oía las palabras, repetía los diálogos, acariciaba las imágenes. Repasar su vida anterior era lo único que le consolaba. A ratos se dedicaba a hacer cálculos matemáticos, a sumar y repasar las tablas de multiplicar; sabía que, de lo contrario, se volvería loco. Se oyó un "bip".
-Papá -le dijo Javi tímido-. He aprobado el carnet de conducir.
-¡Qué alegría, hijo, qué orgulloso estoy de ti!
-Ahora me voy a celebrarlo con los amigos. Qué pena que no puedas acompañarme -añadió casi avergonzado mientras sonaba otro "bip".
-No pasa nada, hijo. Diviértete. ¡Solo se aprueba el carnet una vez! -dijo intentando parecer despreocupado, aunque seguramente Javi no captaría lo frustrado que estaba.
No poder percibir nada era terrible, pero soportable. No poder abrazar a su mujer y a su hijo, una pesadilla de la que nunca se iba a despertar. Si existía el infierno era eso: vivir en la soledad y el aislamiento definitivo. Quería llorar, pero no podía. Se oyó otro "bip".
-Ha aprobado el carnet, está como loco de contento -dijo la dulce voz de su mujer.
-Estoy muy orgulloso de él -respondió Andrés. Hubo un silencio enorme. Como si Eva estuviera midiendo sus palabras.
-La tecnología avanza muy deprisa. Dentro de poco habrá dispositivos portátiles para que te podamos llevar con nosotros. Y seguro que inventan algo para que puedas tener sensaciones. -Volvió a sonar el "bip".
-Sí, ya sé. Me lo habéis dicho muchas veces -respondió Andrés. Si el sintetizador hubiera podido reproducir tonos de voz, Eva hubiera notado su profundo hastío y tristeza.
-Te queremos.
-No sabes lo que es esto. No poder oír, ver, tocar... Estar atrapado dentro de tus pensamientos y que la oscuridad te devore -dijo Andrés desesperado.
-Era necesario. No queríamos perderte -dijo Eva a punto de llorar.
-Debíais haberme dejado marchar -respondió Andrés-. Si pudiera suicidarme lo haría.
-¡No digas eso! -exclamó Eva llena de rabia y dolor. Intuía que se había equivocado. Por eso no quería escucharlo-. ¡Era necesario! ¡Cuando nos casamos prometimos estar siempre juntos! -Se oyó el "bip".
-Esto no es estar juntos, ¡es un martirio! ¡Es puro egoísmo!
-Por favor, Andrés -rogó con lágrimas en los ojos-. No quiero que discutamos. Te quiero. Siempre juntos...
-...Juntos siempre -completó Andrés, resignado, con un nudo en la garganta.
Eva dejó de pulsar el botón a cámara lenta, como sin querer, y lo acarició levemente con el dedo índice. Se quedó apoyada en la mesa, derrotada, con un dolor tenaz en la garganta que hacía que le brotaran lágrimas de sangre. El ataque al corazón había sido tan repentino y fulminante... No podía hacerse a la idea de perder al amor de su vida. Siempre había sido una rebelde. Cuando le ofrecieron esta técnica experimental, pensó que sería su forma de vencer a la Muerte: aunque el cuerpo de Andrés no estuviera con ellos nunca más, sí que estaría su mente. ¡Estuvo tan eufórica tras tomar la decisión! Sentía que había encontrado la solución perfecta, que los había salvado a todos.
Ahora, dos años después, se arrepentía a cada segundo. Sabía que había cometido una aberración contra la Naturaleza, un pecado. ¿Quién era ella para manipular el orden de las cosas? ¿Por qué jugar con la vida y la muerte? ¿De verdad ese con el que hablaba todos los días era Andrés, o era todo una ilusión a la que se quería aferrar desesperada?
Pero ya no había marcha atrás.
Jamás debió haber transferido una copia de la mente de Andrés al disco duro.