De modo que los humanos volvieron. Lentamente al principio, más rápido después, el caso es que el Universo Local empezó a poblarse nuevamente de seres humanos, una raza que había sido la gran ausente en los últimos milenios. Por supuesto, el regreso era exclusivamente a ese Universo en particular, del cual los humanos eran originarios cuando surgieron, hacía ya millones de años, en el remoto Altair. El resto de los Cosmos que constituían la Escalera Local, obviamente no sufrieron cambio alguno. El gran cambio tuvo lugar en nuestro Universo convencional. Tanto Miqhvaar como millones de seres luminosos, se reinsertaron en el Cosmos Local trazando planes para todo lo que faltaba todavía.
Desde luego, al hacer esto perdían su luminosidad y aparentaban ser individuos comunes. Sin embargo, su propósito no era quedarse siempre allí, después de todo, el Universo Celestial era su verdadera morada, sino que su intención era volver a poblar todos aquellos mundos que eran aptos para la vida humana. Fue así como la Federación resurgió una vez más ante la sincera admiración de las razas amigas.
Describir la ceremonia con que Miqhvaar y su comitiva fueron recibidos excede la intención de esta obra. Si las Asambleas Ecuménicas eran algo inigualable y majestuoso, de una imponencia cada vez mayor, esta recepción que las razas amigas ofrecieron "al viejo almirante" supera cualquier descripción. Ante ellos estaba, nada menos, el fundador de la Federación, retomando sus atributos como líder de la raza humana en pleno, no solamente de la solar. Proveniente de un remotísimo futuro, las misteriosas propiedades del Tiempo le habían permitido regresar como el embajador de un Reino Superior.
Por largo rato, Miqhvaar explicó, delante de millones y millones de representantes del Universo Local qué propósito los impulsaba. Este Universo había sido creado específicamente para el ser humano y era su verdadero hogar. Por lo tanto, el hombre volvería a ocupar el sitial que nunca debió perder. De acuerdo con su experiencia, en distintas regiones de la Habitación había encontrado muchos seres más inteligentes y, orgánicamente, mejor desarrollados, pero sólo el hombre tiene la capacidad de superarse a sí mismo, algo que, en la inmensidad de la noche cósmica, es difícil de encontrar. Por lo tanto, y no habiendo un fin visible, el hombre debe continuar explorando el Universo hasta donde le sea posible para conocer mejor al Hacedor.
Además, y esto era algo fundamental, la causa última de todo Mal había sido eliminada. Curiosamente, este hecho era exclusivo de nuestro Universo, no de los otros. En efecto; los memoriosos recordaban que en otros cosmos nunca se había encontrado nada igual. De ahí también que muchas inteligencias de las miríadas de universos nunca quisieron tomar contacto con el nuestro, pareciéndoles que aquí se encontraba algo terrible que podía terminar con todo. Pues bien; el causante había sido eliminado. Se trataba de una especie de super-ser llamado el Lucero, que había sido creado casi simultáneamente con nuestro Universo. Por alguna razón desconocida había sido colocado en un lugar de privilegio, como una especie de supervisor, hasta que, por algún motivo, se corrompió volviéndose en contra de todo lo que le había sido encomendado, destruyendo sistemáticamente todo lo que fuera vida.
Esto había causado el sufrimiento, de una manera u otra, de todo ser humano, a lo largo de miles de millones de años, retrasando el progreso, condenando a la muerte, causando guerras, odios y enemistades, produciendo enfermedades y dolencias de toda clase. Incontables razas humanas del Universo Local habían sufrido a causa de todo esto. Pero, al fin, el monstruo había sido vencido. De aquí en adelante ya no se encontrarían con ese formidable enemigo. Las generaciones del futuro estarían libres del mal. Los únicos límites, si es que los había, se lo pondrían ellos mismos. No es que la muerte desapareciera, pero esto sólo sobrevendría como una simple forma de "descanso" físico al cabo de toda una vida intensamente aprovechada.
Inútil sería querer describir las repercusiones de todo lo que se dijo en esa oportunidad. Quedaba absolutamente claro que comenzaba una nueva Era para todos, los humanos y los no humanos. Voluntariamente, los líderes de la Federación pidieron a Miqhvaar que volviera a presidir los destinos de ese magno organismo pero, finalmente, él mismo resolvió que, al menos por un tiempo, lo hiciera su compañero, el Supremo Starmack Midas. Él... él quería estar libre de esos compromisos para seguir explorando, para seguir investigando. Él quería regresar al Universo Celestial adonde disfrutaba de una visión privilegiada de incontables universos, para ver hasta dónde podía seguir "subiendo". Los túneles y otras estructuras complejas que parecía haber más allá, lo tenían intrigado y quería ascender a nuevas instalaciones de la Casa.
Desde luego, la partida de Miqhvaar no se produjo de inmediato sino que él y su familia aceptaron permanecer por un tiempo en la Región Canopus, donde se encontraba la sede de la Federación. La inmensa mayoría de las razas no humanas lo consideraban a él y a los demás del Universo Celestial como dioses capaces de hacer cualquier cosa. En muchos lugares surgieron curiosos cultos y mitologías relacionadas con los seres luminosos que estaban más allá de las leyes del tiempo y que habían derrotado al Lucero. Con el tiempo surgieron, también, estatuas y otros monumentos en su honor y el día de su aparición fue catalogado como el inicio de la Era de la Luz, tal como fue denominada. La misma se ubicaba, poco más o menos, 10.000 años después de los primeros viajes más allá de nuestra Galaxia. Ciertamente era mucho lo que el hombre había avanzado desde entonces, pero tal parecía que ahora había mucho más por descubrir aún.
Aquellos humanos, provenientes del pasado y del futuro a la vez, efectivamente poblaron incontables mundos aptos para ellos, distribuidos en distintos puntos del Mar de Galaxias. Nacieron así nuevos humanos gracias a un crecimiento molecular acelerado que, en poco tiempo, fueron adultos. Por supuesto, se trataba de seres libres de toda clase de mal, que tenían una única línea de pensar y de comportarse en el plano moral. Las ventajas fueron evidentes. El tiempo pasó y ninguno de ellos atravesó jamás por situaciones penosas que perturbaran su vida. En cierto modo, puede decirse que, desde que tenían uso de razón ya estaban en condiciones de planificar su vida. Sus sueños, sus anhelos, sus deseos, se cumplían tanto a nivel personal como colectivo. En suma, vivían una vida maravillosa como ningún ser humano había vivido jamás.
Desde un principio, todas las razas humanas estuvieron en contacto permanente, enriqueciéndose de manera mutua al provenir de distintos hábitats y, a la vez, hermanadas en propósitos comunes. ¿Cuáles eran estos? En cierto modo, los humanos se consideraban a sí mismos algo así como los Guardianes del Universo Local, quienes debían llegar a un estado espiritual mejor aún, para acceder a otros planos de la Habitación, tal como los seres luminosos pensaban hacer desde su hábitat natural. Quedaba claro que la vida tenía propósitos más elevados que el único y exclusivo hecho de sentirse bien. Este había sido un paso. Pero aún faltaba dar otros pasos.
Pero todavía había otros hechos increíbles. Se recordará que Miqhvaar no había sido del todo preciso cuando los apkon le interrogaron sobre todo el mal del pasado. ¿Qué pasaba con eso? ¿Quedó así nomás? No, porque esto supondría una subsistencia del mal en el tiempo, por más que la causa hubiera sido eliminada. El caso es que los Nuevos Humanos, como algunos los llamaron, tenían la facultad de transportarse "naturalmente" al pasado, no sólo particular sino en un orden general también. En síntesis, cualquier humano podía insertarse en un momento cualquiera del pasado, alterando así la "película" de cualquier individuo que eligieran. Lo malo que le había sucedido a esa persona entonces ya no sucedía, siendo reemplazado por algo bueno. Como esto producía un efecto en cadena, en donde ya nada malo podía volver a suceder, cualquier realidad se transformaba por completo.
Es así que hubo varios descendientes de Miqhvaar y Stefanía, por dar un ejemplo, que se trasladaron a la Tierra en cualquiera de sus períodos históricos, a Marte o a cualquiera de los mundos que habían sido habitados por el hombre. Allí, además de asistir al milagro de cómo el pasado se reconstruía ante sus ojos, también tenían la satisfacción de ver cómo todo lo malo que le había sucedido a un individuo en particular, era reemplazado por otra realidad. Lentamente, comenzó a comprobarse que el hombre era un ser feliz adonde quiera que uno fuera. Al cambiar su realidad, nunca nadie lloró de dolor o angustia, nadie mató a otro, nadie sufrió, nadie defraudó al otro, nunca hubo crímenes ni guerras. El ser humano era un ente con una enorme capacidad para ser feliz. Alguien le había robado esa felicidad por millones de años y ahora le era devuelta, no sólo en relación al futuro sino también en relación al pasado.
Como es de imaginar, rápidamente el Universo cambió. Las guerras que figuraban en tantos archivos, de pronto resultó que nunca habían existido, eran sólo mitos. Los hombres que habían muerto en diferentes circunstancias ahora vivían. El fenómeno era explicado como un "choque" o entrecruzamiento de Tiempos en donde un modelo prevalecía sobre el otro. El modelo propuesto (el del Bien) era el que perduraba, el otro modelo "dejaba de ser", como si se hubiera tratado simplemente de una ficción, de un modelo con fallas, que ahora era reemplazado. Desde el punto de vista teórico, estos cambios podían ser hechos incontables veces, sólo que aquí el cambio se realizaba una sola vez, porque no había motivo alguno para seguir experimentando.
Entonces, el ser humano pasó a desconocer lo que eran las necesidades: ahora lo tenía todo. Y esto le permitía progresar más aún. El dominio del tiempo lo puso en un alto nivel y la mayoría de los esfuerzos fueron encaminados a conocer mejor la Creación. Los sabios se consideraban a sí mismos privilegiados o predestinados a desvelar los últimos misterios pero, la verdad es que esta posibilidad se veía aún como muy lejana. A medida que las nuevas flotas de la Federación recorrían el océano de universos, el final parecía algo cada vez más utópico. En la época en que todos los seres luminosos ya habían vuelto al Universo Celestial, lo único que los pioneros llegaron a comprobar es que, tal como lo sospechaban, no había una, sino varias Habitaciones, cada una con incontables variantes de universos múltiples, algo verdaderamente apabullante para la mente humana.
El "cruce de aguas" entre los tiempos, produjo muchos otros fenómenos curiosos. Uno de ellos fue una explosión demográfica del ser humano, ya que a los millones que ahora existían naturalmente, se agregaban todos los que debieron haber muerto y estaban con vida. Pero había lugar para todos. No sólo fueron ocupados todos los mundos más aptos para alojar vida humana, sino que muchos otros fueron transformados artificialmente. Así fue que el ser humano en general llegó a expandirse como nunca antes por el Universo Local. De este modo, la raza demostraba lo que siempre había sostenido: que aquel Universo había sido creado para ellos.
Paralelamente surgió otro hecho de interés. En multitud de lugares comenzó a tejerse toda una importante mitología en torno a los seres luminosos. Incontables seres les debían la vida, de modo que Miqhvaar, Dan-El Varonn, Starmack Midas, Thor Japster y muchos otros, comenzaron a ser divinizados, llamándolos Señores de la Luz, habitantes de un universo increíblemente lejano, que estaban más allá de las leyes de vida. Aunque no se tenía una certeza, se los consideraba inmortales, por el hecho de que provenían del remoto pasado y habitaban en un futuro igualmente remoto. Los Señores de la Luz representaban aquello a lo que puede llegar cualquier ser humano de ahora en adelante. De modo que en las más diversas culturas fue tejiéndose una compleja historia de un Universo que se re-creaba a sí mismo, uniendo los bordes del tiempo, como si se tratara de un aro abierto que es presionado hasta parecer un círculo. Digamos, de paso, que muchos sabios desarrollaron interesantes trabajos teóricos sobre el tiempo circular.
Pero, aún más allá de esto, la vida comenzó a ofrecer posibilidades insospechadas, ya que ahora sí que se podía vivir la vida que uno deseaba. Aún usted mismo volvió a tener la oportunidad de recorrer su pasado en busca de los momentos más gratos de su existencia o bien para modificar aquello que empañó su felicidad. Usted y millones de otros como usted volvieron, pues, a rehacer su pasado, deteniéndose en aquello que le hizo feliz, para disfrutarlo cuantas veces fuera necesario. Y fuera del ámbito de lo personal, el ser humano supo que ahora sí estaba en el buen camino. Que los errores del pasado habían sido modificados. Que la conquista del espacio y la exploración del Universo eran el Ars Magna de la raza. Que la Federación era el Plan Maestro ideado para salvar al ser humano de una extinción completa, tal como tenía previsto el Lucero desde incontables eones atrás.
El ser humano era la forma de vida más completa del Universo Local, más aún que la Mentes Galácticas, creadas en el Universo primitivo. El ser humano sería, pues, un digno embajador de sí mismo en las escaleras, túneles y galerías de las demás Habitaciones que conformaban la Totalidad. Ninguna otra raza se había asomado a los demás universos. La inmensidad de la noche cósmica le deparaba aún más secretos. En realidad, sólo había dado el primer paso. Esto recién comenzaba. Acompáñenos a recorrerlo.
La escena final tiene lugar en el hábitat celestial de los seres luminosos. Como en tantas otras ocasiones, los moradores de aquel lugar contemplan los remolinos de universos danzando en el vacío. Dos de ellos, aparentemente una pareja, meditan:
-Los humanos allá apenas alcanzan a concebirnos.
-Así es -le responde el otro.
Ambos levantan su mirada contemplando algo vagamente parecido al cielo estrellado, pero que representa a todos los universos que aún tienen por "encima" suyo. El primero de ellos termina la frase:
-Y nosotros apenas alcanzamos a concebir cómo serán allá y qué es lo que hay allá.
-Pero un día lo sabremos -completó su interlocutor.
En la distancia incognoscible palpitaban los ecos del Hacedor.