Ir al contenido

Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 26 de diciembre de 2024

Inicio | ¡Buenos días! (Presentación por Miquel Barceló) | ¿Quiénes somos? | ¿Cómo puedo participar? | Aviso legal | Revistas culturales

El día de la fundadora

-Buenos Días. Como pueden ver, hoy nuestro programa lo emitimos directamente desde el Cementerio de los Padres Fundadores, donde mañana tendrá lugar el mayor acto de homenaje de la historia de nuestro planeta. A estas alturas seguro que a nadie se le escapa que mañana será el día en el que nazca la Dra. Isabel Pérez, nuestra querida fundadora. Tal y como hemos aprendido todos en nuestra infancia, Isabel nacerá a las 16:42 del 27 de mayo de 2007 de la era terrestre. Por dicho motivo, nos encontramos en estos momentos aquí, junto a su tumba, con los profesores Smith y Wang, para que nos ayuden a comprender mejor su obra. Dr. Wang, le confieso que por mucho que lo he intentado nunca he sido capaz de entender la teoría isabelina. ¿Podría tratar de explicarla de la forma más simple posible?

-Bueno, la verdad es que los fundamentos matemáticos de la teoría son realmente muy complejos y ese fue el motivo por el que al principio costó que la comunidad científica aceptara la teoría.

-Sí, menos mal que la aplicación práctica era más sencilla y tampoco era demasiado cara, pues de lo contrario no estaríamos ahora aquí, ¿verdad profesora Smith?

-Efectivamente. La historia posterior a la presentación de la teoría isabelina es realmente apasionante, pero aunque he dedicado toda mi vida a su estudio, me pasa como a Karl, sigo sin comprender la teoría propiamente dicha.

-Por fortuna el profesor Wang nos la aclarará a continuación. Adelante, prometemos no interrumpirle mucho.

-Bueno, pues yo prometo tratar de simplificarla todo lo posible. Como les decía, los fundamentos matemáticos son complicados, pero la idea básica es relativamente sencilla de explicar. Desde que el tiempo se comenzó a tratar como una dimensión más, igual que las dimensiones espaciales, se trataba de entender porqué dicha dimensión funcionaba de forma tan diferente a las demás. Es decir, en el espacio podemos movernos en cualquier dirección, pero en el tiempo solo podemos movernos hacia adelante. Lógicamente, se trató de estudiar si sería posible viajar hacia atrás en la línea temporal, pero surgían toda clase de problemas. El problema clásico recurrente, no solo a nivel científico, sino también en la literatura y cine de la época era la llamada paradoja del abuelo, es decir, ¿puedo viajar al pasado y matar a mi abuelo antes de que conozca a mi abuela?

-Sí, eso lo hemos oído muchas veces. Si lo hiciéramos entonces no habríamos nacido y por tanto no podríamos haber viajado al pasado para matarlo, por lo que entonces no lo habríamos matado. Es así, ¿verdad?

-Correcto. Los viajes hacia atrás en el tiempo parecían romper el principio de causalidad. Existían algunos científicos de la época que conjeturaban que el universo, de alguna forma, tenía que garantizar el principio de causalidad pero permitiendo viajar en el tiempo. Algo así como que si viajabas atrás en el tiempo el universo no te dejaría modificar nada que afectara a tu futuro. Pero eran simples elucubraciones sin concretar en modelos tangibles. Isabel  fue la que se dio cuenta de cuál debía ser la regla del universo que garantizara el principio de causalidad a pesar de los viajes temporales, y era una regla muy bien conocida por aquella época: el límite máximo de velocidad en el universo es la velocidad de la luz.

-Bueno, más que "por aquella época" podemos decir "por esta época", ¿no?

-Sí, es cierto Karl, "por esta época" ya se conocía bien ese límite de velocidad. Bueno, como decía, no hay nada que pueda viajar más deprisa que la luz: ni partículas, ni información... y la causalidad no iba a ser una excepción, claro. La chispa de inspiración de nuestra fundadora fue comprender que en caso de poder viajar hacia atrás en el tiempo debía hacerse a algún punto del espacio que estuviera lo suficientemente lejano como para que no rompiera el principio de causalidad. Así, supuso que si por ejemplo viajábamos 10 años hacia atrás en el tiempo, debíamos ir a un punto del espacio que estuviera a 10 años-luz de distancia, de modo que si desde ese punto intentáramos alterar nuestro pasado nos resultara imposible, pues tardaríamos al menos 10 años en viajar hasta nuestra ubicación inicial, de modo que no podríamos modificarlo. Es más, ni siquiera podríamos enviar información a alguien para que modificara nuestro pasado, pues la información nos llegaría, como mínimo, 10 años después, es decir, en el momento en el que habíamos partido.

-Bueno, bueno, la verdad es que ya me estoy empezando a hacer un lío con esto de ir para atrás y para adelante en el tiempo. Y eso que sé que todavía no me ha contado la teoría completa, ¿no?

-Tienes razón, Karl, esto es solo el principio, pero la verdad es que es el concepto más importante. Si queremos viajar 100 años atrás, debemos irnos a una distancia de 100 años-luz, para que cualquier información que nos enviemos a nosotros mismos desde el pasado no llegue hasta que hayamos partido. Pero como bien sabemos, es una condición necesaria pero no suficiente. No podemos viajar hacia atrás en el tiempo en cualquier dirección del espacio, y el motivo vuelve a ser relativamente sencillo de explicar. Supongamos que desde este cementerio viajo 10 años hacia atrás a algún punto que está a 10 años-luz de distancia de aquí. Después, en cuanto llego allí, decido que quiero viajar otra vez 10 años hacia atrás a otro punto que curiosamente está a 10 años-luz de distancia de donde he llegado... pero que es justo este cementerio. Si esto fuera posible, entonces el efecto global sería que habría viajado 20 años hacia atrás pero al mismo punto del espacio, lo cual permitiría entrar de nuevo en paradojas como la del abuelo.

-Vamos, que podemos viajar en el tiempo pero no podemos ir donde queremos, ¿no?

-Exacto. Por desgracia, bueno, o por fortuna, según se mire, cuando viajamos hacia atrás en el tiempo solo se puede viajar a lo largo de una única dirección espacial.

-Hombre, está claro que si vuelvo otra vez a viajar hasta mi punto de origen el sistema fallaría, ¿pero no le valdría al universo con no dejarnos volver al mismo sitio pero sí a cualquier otro?

-Buen intento Karl, pero no. La explicación se puede encontrar estudiando a un científico muy anterior: Pitágoras. Si por ejemplo pudiéramos viajar a la mitad de las direcciones, para prohibir volver en la dirección contraria, el problema se produciría igual pero dando dos saltos en distintas direcciones. Vamos, que iría por ejemplo primero hacia mi derecha 1 año atrás, luego hacia arriba otro año atrás y me encontraría entonces 2 años atrás en el tiempo, pero a una distancia de tan solo raíz cuadrada de 2 años-luz. Entonces desde allí podría mandar mensajes que llegarían antes de mi partida. Simplificando, el problema es que la suma de los catetos es mayor que la hipotenusa.

-Así que al fin y al cabo viajar en el tiempo tiene más limitaciones de las que cabría esperar, ¿eh?

-Pues sí. Podemos viajar hacia atrás en el tiempo, pero solo en una dirección muy específica que nos viene dada, y además solo podemos viajar a una distancia concreta dependiendo de los años que queramos retroceder.

-Y además no podemos ir tan atrás como queramos, ¿verdad?

-Bueno, la verdad es que eso es bastante más complicado de responder. Hay que tener en cuenta que el universo está en expansión, así que el espacio no es el mismo en cada momento de la historia. Para distancias de tiempo cortas como la que nos ocupa, podemos despreciar los efectos debidos a la expansión del universo, pero la teoría se complica mucho más a medida que retrocedemos más y más hacia el big bang. De hecho, el concepto de vector de dirección que he comentado no es exacto en el marco general de la teoría, pero sí en distancias cortas.

-¿Los 297 años-luz que nos separan de la Tierra son una distancia corta?

-Sí, muy corta. A efectos astronómicos somos como vecinos de un mismo rellano.

-Pues yo creo que veo a mis vecinos mucho más que al planeta Tierra -bromea Karl.

-Pues en eso discrepo, yo conozco mucho mejor la historia de la Tierra que la vida de mis vecinos -comenta Smith con tono jocoso.

-Sí, tiene razón la Dra. Smith, es una pena, pero con frecuencia nos interesamos demasiado poco por las personas que tenemos más cercanas. En ese sentido deberíamos aprender más de nuestra fundadora, ¿no es así profesora?

-Sí, Isabel no solo fue un genio desde el punto de vista puramente científico, sino que también fue una excelente persona. En ninguno de los documentos que se conservan sobre ella (y créanme cuando les digo que son muchísimos) aparece ningún rasgo que pueda alejarla ni un ápice del perfil de persona amable y entregada a los demás. Todos los que la conocieron destacaban su incapacidad para cabrearse con alguien. A modo de ejemplo, voy a contarles una anécdota poco conocida. Poco después de terminar su tesis doctoral en la que desarrolló su teoría al completo, y estando a punto de terminar el contrato de investigación que le servía de sustento, solicitó acreditarse para poder ser profesora en la universidad.

-Disculpe, ¿qué significa eso de acreditarse?

-En España, el país en el que vivía Isabel, para poder optar a una plaza de profesor de universidad era necesario que una agencia acreditara que el nivel investigador del candidato era suficientemente alto. Por desgracia, el mecanismo que tenían para evaluar la calidad investigadora consistía básicamente en contar cuántos trabajos había publicado el candidato en algunas revistas que pertenecían a un cierto catálogo. Por otra parte, el catálogo de revistas lo realizaba una empresa a la cual tenían que pagar las revistas que querían aparecer en el catálogo.

-Uuumm, entonces solo era interesante publicar en revistas que pagaban el... digamos... impuesto revolucionario.

-Sí, así es, pero no quiero extenderme mucho con ese asunto, del que podríamos hablar horas comparando distintos modelos de evaluación de la investigación que se han usado durante la historia. Prefiero centrarme en la anécdota sobre Isabel. Bien, como les decía, solicitó la acreditación para poder ser profesora, pero la agencia de evaluación respondió que su nivel de investigación era de muy baja calidad y que por tanto no podía optar a ser profesora.

-¿Cómo dice? ¿Pero qué tipo de nivel educativo hacía falta para pertenecer a esa agencia? ¿Cómo es posible que pensaran que la mejor científica que ha dado la humanidad tenía un nivel de investigación muy bajo?

-Pues lo dijeron. Lo peor de todo es que su contrato finalizó y se quedó sin ingresos económicos.

-Vamos, que no le faltaban razones para estar enfadada, ¿no?

-No, no le faltaban razones. Pero las crónicas de todos sus compañeros de trabajo coinciden en resaltar que ni siquiera se enfadó. Lo aceptó con deportividad y siguió trabajando para tratar de dar a conocer su teoría y para poder llevarla a la práctica.

-¿Y cómo obtenía ingresos?

-Por suerte, sus compañeros de trabajo sí entendían que estaban junto a una científica excepcional, y decidieron cederle parte de su salario. De esta forma se mantuvo durante dos años, hasta que volvió a solicitar la acreditación para ser profesora. En ese momento su teoría ya había sido corroborada experimentalmente por un gran grupo interdisciplinar que se formó en su universidad, y en todos los círculos científicos especializados el nombre de la Dra. Pérez sonaba como la científica más relevante del momento. Pues bien, incluso en esas condiciones, la agencia de acreditación volvió a denegar su solicitud alegando que la cantidad de publicaciones científicas de Isabel estaba muy por debajo de la media de su área de investigación.

-Impresionante.

-Sí, y más impresionante todavía fue que tampoco se cabreó. Eso sí, por fortuna para los que luego fueron sus alumnos, su grupo de investigación sí se cabreó y consiguió movilizar a la universidad al completo, lo cual fue bastante llamativo teniendo en cuenta el gran número de profesores con los que contaba la Universidad Complutense. Por fortuna existía un clima de crispación general hacia el funcionamiento de la agencia de acreditación, así que el caso sirvió como detonante final. El propio rector de la universidad encabezó una manifestación hasta la sede de la agencia, y finalmente la agencia no solo acreditó a Isabel, también tuvo que replantearse el sistema completo de acreditaciones.

-Así que no solo cambió la física conocida, consiguió algo todavía más difícil: cambiar la burocracia...

-Sí, indirectamente, pero sí. Por cierto, para terminar la anécdota les diré que obtuvo un puesto de profesora razonablemente bien remunerado... gracias al cual lo primero que hizo fue intentar devolver todo lo que le habían donado sus compañeros los años anteriores. A pesar de que nadie quería que lo hiciera,  fue devolviendo todo lo más rápido que pudo. Pero como ninguno de sus compañeros lo aceptaba, al final acabó todo en un fondo para ayudar a personas que lo necesitaran.

-¿Es ese el origen del famoso Fondo Pérez de ayuda al necesitado?

-Pues sí. Era una persona de pocos gastos, así que todo lo que ahorraba lo dedicaba a la beneficencia, y al convertirse en una persona famosa y entrañable muchas empresas quisieron beneficiarse de la publicidad que les podía reportar que su marca apareciera junto a su nombre, así que su fondo de ayuda personal pronto se convirtió en un gran fondo de ayuda a los desempleados, cuya historia ya es bien conocida por el público.

-Sí, así es. Pero háblenos ahora un poco sobre cómo fueron las peripecias políticas desde la demostración de la teoría hasta el primer salto en el tiempo.

-Siendo exactos, la demostración de la teoría se dio justo con el primer salto en el tiempo, pero ese salto no es el que conocemos. El primer salto lo hizo el grupo de la Complutense con un presupuesto muy pequeño, así que saltaron tan solo un milisegundo, pero suficiente para demostrar que su artefacto se había ido de repente a una distancia de 300 kilómetros.

-Curioso, pero me refería a El Salto.

-Sí, claro. Pero me gusta aclarar que antes de El Salto hubo varios pequeños saltos de prueba y calibración. En cualquier caso, volviendo a la pregunta, en cuanto se demostró experimentalmente la teoría, la comunidad científica comprendió de inmediato que lo que se había descubierto no era realmente una manera de viajar en el tiempo, sino más bien una manera de viajar en el espacio de forma aparentemente instantánea, así que se volcaron en analizar exhaustivamente todo lo que había a lo largo del vector de dirección a través del que se podía viajar. Por desgracia, la dirección de viaje no facilitaba en ninguna manera viajar a otros planetas del sistema solar, pero como bien sabemos sí existía un planeta aparentemente habitable que se encontraba a 189 años-luz de distancia de la Tierra.

-Perdón, ¿no son 297?

-O sí, mis disculpas. Estoy tan acostumbrada a estudiar la historia de la Tierra usando sus años en vez de los nuestros, que cuando hablo de algo relacionado con la Tierra suelo usar la duración de sus años.

-Es verdad, olvidaba que los años no duran lo mismo en todos los planetas.

-Cierto, ni los días. Nuestros años son más cortos que en la Tierra, así que nuestros años-luz también son más cortos, claro. Bueno, como decía, se estudió al detalle toda la información disponible sobre lo que ahora es nuestro planeta y se pensó que podía merecer la pena enviar alguna sonda de exploración, pero el coste era bastante elevado.

-¿Pero, Dr. Wang, no habían conseguido hacer saltos anteriormente con muy bajo presupuesto?

-Sí, pero el coste energético de cualquier salto depende de dos cosas: de la cantidad de masa que queramos desplazar y  de la distancia a la que la queramos enviar. Los saltos de prueba se realizaron con masas de menos de 10 kilos y a distancias de solo unos minutos. Pero una sonda plenamente funcional requería varias toneladas y, sobre todo, enviar algo a 297 años-luz de distancia es mucho más costoso que hacerlo a solo 5 minutos...

-Realmente cualquier país grande de la época tenía energía suficiente para enviar una sonda-continuó Smith-, pero en caso de tener éxito la misión no tendrían capacidad suficiente para realizar una colonización enviando a millones de personas junto con todo el suministro que necesitarían. Además, si la misión no tenía éxito, habrían perdido una gran cantidad de dinero para nada, mientras que el resto de países conocerían exactamente igual que ellos lo que había pasado, pero sin gastarse ni un céntimo. Así que las grandes potencias de la época negociaron una misión conjunta.

-Supongo que no sería una negociación sencilla, ¿no?

-Pues no. Pero por suerte existía una experiencia previa con la creación, mantenimiento y uso de una estación espacial internacional que estuvo operativa varias décadas, y que había ayudado a tender lazos entre las principales agencias espaciales. De todas formas, las negociaciones fueron duras, sobre todo en previsión de que la misión tuviera éxito.

-Y la tuvo, vaya si la tuvo, ¿verdad, Dr. Wang?

-Sí, la primera sonda comenzó a enviar de inmediato información sobre lo que hoy es nuestro hogar, y todos los datos eran muy esperanzadores. El planeta era capaz de retener una buena atmósfera, había un buen campo magnético, disponía de agua líquida en la superficie, la gravedad era parecida a la terrestre, la temperatura era compatible con la vida humana, etc. Vamos, un gran candidato para la colonización.

-Exacto -intervino Smith-, así que poco más de un año después ya se estaba enviando la primera misión tripulada con los primeros seis colonos-exploradores.

-La verdad es que me cuesta trabajo entender que la Tierra recibiera la información tan pronto si está tan lejos de nosotros -objeta Karl.

-El truco consiste en que realmente no tardó poco en recibirla -responde Wang-. Realmente tardó 297 años en recibir la información, pero como había sido enviada desde una época 297 años anterior, desde el punto de vista de la Tierra los mensajes de la sonda llegaban de forma inmediata según los iba enviando. Es más, cuando un año después mandaron la misión tripulada, llegaron 297 años antes de enviarla desde la Tierra, es decir, llegaron un año después de que llegara la primera sonda. Y de nuevo la misión tripulada enviaba sus informes a la velocidad de la luz, así que tardaban 297 años en llegar, pero como estaban 297 años antes llegaban de forma inmediata desde un punto de vista práctico, y desde la Tierra les podían mandar nuevos suministros también de manera inmediata desde el punto de vista de los colonos. En cuanto comunicaban lo que necesitaban para proseguir la exploración, dicho mensaje tardaba 297 años en llegar a la Tierra y allí se les preparaba lo que necesitaban y se les enviaba a 297 años atrás en el tiempo. Es decir, justo después de que lo pidieran.

-Creo que escuchar al Dr. Wang me da dolor de cabeza -comenta Karl en tono jovial-. Por favor, Dra. Smith sálveme hablándome más de la colonización, pero sin tantos saltos de 297 años para delante y para detrás, que me mareo.

-Sí, la verdad es que marea un poco cuando lo pienso. Es algo realmente magnífico que se pueda mantener una comunicación fluida instantánea entre mundos tan distantes. Bueno, a lo que íbamos, como les decía, se enviaron seis colonos, cada uno de una de las principales potencias de la época, claro. Dos de ellos se quedaron en la nave en órbita para mantenerse en contacto con la Tierra y encargarse del complejo proceso de reenviar a la superficie los suministros que iban recibiendo.

-Así que realmente los seis primeros colonos fueron solo cuatro, ¿no?

-No. Me niego a aceptar esa hipótesis, los seis fueron colonos con misiones diferentes. Todos sabían que era un viaje sin retorno, pues la única tecnología de viaje interestelar conocida solo les permitía alejarse aún más de la Tierra. Así que de hecho todos acabaron asentándose aquí. Simplemente cuatro de ellos bajaron a la superficie un poco antes que los otros, pero todos acabaron en el mismo sitio. Es más, sus tumbas están precisamente en este cementerio, junto a las de los otros mil Padres Fundadores, pero en un lugar central, junto a Isabel.

-Mis disculpas, no quería polemizar.

-Lo sé, pero creo justo conceder a cada uno el mérito que se merece. Bueno, como les decía, los colonos crearon un primer asentamiento y comenzaron el estudio intensivo del planeta. Tras dos años de extracción de datos, las autoridades de la Tierra quedaron satisfechas con las posibilidades del planeta y comenzó la primera fase de colonización, enviando un primer grupo de mil personas.

-¿Cómo se seleccionan a mil personas de entre los miles de millones que habitaban la Tierra?

-Bueno, ya sé que a nosotros nos gusta nuestro hogar, pero lamento informarte que para la mayor parte de la población de la Tierra marcharse a colonizar otro planeta era una actividad altamente peligrosa y por tanto poco apetecible.

-Sí, ya me imagino...

-En cualquier caso, sí que es cierto que había millones de personas interesadas en venir, aunque la mayoría de ellas querían hacerlo básicamente para escapar de la pobreza de sus hogares.

-¡Qué triste!

-Sí... en cualquier caso, los criterios que se siguieron para el primer grupo fueron relativamente simples. Primero, se establecieron cupos por países en función de la contribución económica de cada país al proyecto. Cada país seleccionaba a sus propios candidatos, pero los demás países podían vetar a cualquier candidato que pensaran que podría desestabilizar al grupo, ya fuera por motivos ideológicos o de costumbres. También se establecieron cupos por géneros y por profesiones, favoreciendo, como es lógico, a los candidatos que acreditaran más habilidades que aportar en la construcción de un hogar habitable para la siguiente oleada de colonos. Además, los candidatos debían tener a lo sumo cincuenta años de la Tierra, sus tests psiquiátricos debían ser impecables, debían manejar al menos tres idiomas y solo se admitían candidatos completamente sanos, sin antecedentes de enfermedades hereditarias y sin ningún proceso vírico activo en el momento del viaje.

-Me llama la atención lo de los idiomas, sobre todo teniendo en cuenta que ahora aquí hablamos todos Esperanto...

-Sí, por fortuna, una de las mil personas seleccionadas fue Isabel. Como todo el mundo sabe, una de sus primeras contribuciones a nuestra sociedad fue lograr que la comunidad original aceptara implantar como única lenguaje oficial un idioma que era ajeno a todos los colonos, de modo que no se crearan guetos por nacionalidades de origen. Lógicamente, el proceso de aprendizaje del idioma fue relativamente lento, por lo que seguían comunicándose con sus idiomas originales, pero todos se comprometieron a ir aprendiendo y usando el idioma. Es más, el gran logro fue convencer a las autoridades de la Tierra de que incluyeran entre las restricciones para viajar al planeta un compromiso expreso de todos los colonos por aprender y usar Esperanto.

-Pues menos mal que se implantó esa regla. No puedo ni imaginarme lo difícil que resultaría aprender otros idiomas, o el lío que se montaría si cada uno hablara en un idioma distinto y no nos pudiéramos entender.

-Karl, te aseguro que no es nada fácil. Por mi trabajo de historiadora he tenido que aprender antiguas lenguas terrestres, pero no se lo deseo a nadie... -comenta Smith con tono divertido- Bueno, como iba diciendo, tras los primeros diez años de asentamiento se habían construido las infraestructuras para la gran llegada, así que comenzó la gran colonización. Cada poco tiempo iba llegando un nuevo grupo de unas mil personas, que se iban integrando en nuestra sociedad. Pocos años después, nuestra sociedad, que contaba con algo más de un millón de personas, ya era autosuficiente y no requería ningún tipo de suministro terrestre.

-Permítame que la interrumpa, pero nunca he acabado de entender que los países de la Tierra invirtieran esas cantidades estratosféricas de dinero para enviar aquí a sus habitantes, cuando en el fondo no iban a recibir ningún beneficio a cambio, pues desde aquí lo único que podíamos enviarles eran datos, que podían recibir igualmente enviando a menos personas o espiando un poco a sus países vecinos que hubieran enviado personas. Tenga en cuenta que nuestro planeta se erigió desde el asentamiento de los Padres Fundadores en una comunidad independiente de cualquier país de la Tierra...

-Sí Karl, a mí también me costaba entenderlo. Creo que en el fondo, a pesar de todo lo que hemos oído sobre los odios y guerras de nuestro planeta de origen, cada país que intervino en la colonización solo quería lo mejor para sus habitantes.

-¿Y no era mejor quedarse en su planeta? Antes me has dicho que no era muy seguro venir aquí...

-Cierto, no era muy seguro para los individuos, pero sinceramente creo que pensaron que era la mejor forma de garantizar la supervivencia de parte de su población.

-¿Cree entonces que conocían la llegada de El Evento?

-No estoy segura de si lo sabían o no, pero estoy convencida de que sabían que podía suceder algo devastador que acabara con toda su sociedad.

-¿Y qué es lo que pasó?

-Pues la verdad es que nadie lo sabe a ciencia cierta. Tal vez dentro de unos 400 años lo descubramos si recibimos mensajes procedentes de la Tierra durante los últimos momentos anteriores a El Evento.

-Una pena, pero creo que yo ya no estaré aquí para enterarme...

-Ni yo -comenta Wang- pero es fundamental que nuestra sociedad mantenga vivo su recuerdo hasta entonces. Tal vez nuestra supervivencia como sociedad dependa de que comprendamos qué pasó en la Tierra.

-Estoy de acuerdo -añade Smith-. El único emisario que recibimos llegó herido de gravedad y murió a los pocos minutos, incluso antes de que le pudiera recoger la nave orbital. Además, parecía estar completamente loco, pero todo lo que dijo ha sido analizado hasta la saciedad sin sacar mucho en claro. Como es bien sabido, hablaba de forma muy atropellada, debido a su nerviosismo y estado de salud, así que era difícil entenderle. Básicamente, decía que tras enviarle a él su compañero destruiría el dispositivo emisor de la Tierra y que todos los dispositivos de menor escala y potencia estaban siendo destruidos igualmente por todo el planeta con el objetivo de preservar nuestra existencia. Solo se entendían palabras sueltas pero el mensaje más claro que nos transmitió fue que si llegaba algo más de la Tierra debíamos destruirlo y que incluso debíamos destruir la nave en la que él había llegado. Además, repetía continuamente "¿por qué? El Evento... ¿por qué?".

-Sí, a todos se nos enseña el vídeo en nuestra etapa escolar, resulta muy impactante aunque no se entienda nada de lo que dice-comenta Karl.

-Así es -añadió Smith-. Cuando llegó el emisario la primera reacción fue pensar que simplemente estaba loco, pero tras comunicar con la Tierra para pedir información no llegó ningún nuevo envío. Y así hemos seguido hasta hoy. Algunos conjeturaron que simplemente se habían cansado de nosotros y no querían gastar más dinero en nuestro planeta, pero esa explicación es simplemente ridícula, pues podían dejar de gastar dinero cuando quisieran. Otros pensaron que la Tierra empezó a tener miedo de nosotros porque ya no podían controlarnos, y que podríamos tratar de dominarles aprovechando que estábamos en su pasado con una tecnología muy avanzada, pero también era una tontería, pues no teníamos ninguna forma de llegar hasta ellos. Otros más benévolos conjeturaron que en la Tierra habían decidido que lo mejor para nosotros era que pensáramos que habían desaparecido, para que nos esforzáramos por nosotros mismos en preservar la especie de forma independiente. Si bien esta explicación podía tener algo más de sentido, parecía complicado que alguien se dejara asesinar y aún así hiciera un espectáculo final escenificando durante su muerte algo que evidentemente no podía creer de verdad.

-¿Y entonces qué cree usted?

-Pues realmente creo que algo acabó con la civilización que conocíamos y que debemos estar preparados para que no nos suceda a nosotros. Ese es el principal objetivo de la Historia, estudiar nuestro pasado para evitar que se repita en nuestro futuro.

-¿Y cómo podemos evitarlo?

-Por desgracia, no lo sé. Eso sí, comparto con el Dr. Wang la importancia de mejorar nuestra capacidad energética para poder colonizar en algún momento el único planeta que conocemos al que podríamos ir.

-Sí, creo que se lo debemos a la humanidad -añade Wang-. Por desgracia el candidato más cercano que tenemos está a 13274 años-luz de distancia.

-Siempre he pensado que tampoco hay tanta diferencia entre 297 y 13274, ¿no? -pregunta Karl.

-Parece que no, pero la verdad es que sí que la hay -continúa Wang-, porque el coste energético no crece linealmente con respecto a la distancia. En particular, para ir a 13274 años de distancia en vez de 297 no necesitamos solo 45 veces más energía, de hecho necesitamos más de un millón de veces más energía, y eso sí que son palabras mayores...

-Uuufff, ya empiezo a perderme otra vez con sus números. En cualquier caso, quién sabe, a lo mejor si alguna vez conseguimos ir allí, tal vez nos encontremos que nuestros amigos terrícolas lo han conseguido antes, ¿eh?

-¡Ojalá! -responde Smith- Nada me agradaría más que saber que la especie humana tiene más posibilidades de perdurar. Por cierto, ahora que lo comenta, una última teoría conspiranoica que ha circulado es que los terrícolas inventaron El Evento para que nosotros corriéramos con los gastos de colonizaciones futuras. Pero me parece igual de improbable que las otras teorías, aunque deseo fervientemente estar equivocada.

-Por cierto -interrumpe Karl-. ¿No había otra teoría que decía que El Evento se debió a utilizar el salto?

-Así es, una teoría más pero con poco fundamento -responde Wang-. Decían que al perder tanta masa que nos enviaban, la Tierra se habría salido de su órbita. Pero como digo, no tiene fundamento científico, pues la masa enviada, incluyendo toda la población que vino, es despreciable comparada con la masa de la Tierra. Además, solo diez días antes habían llegado nuevos colonos que no sabían nada de ningún posible evento destructivo. Es imposible que en solo diez días la Tierra se saliera de su órbita. Además, tampoco explicaría el motivo por el que el emisario dijo que debíamos destruir cualquier cosa que llegara de la Tierra.

-Me refería más bien a la teoría de la detección -corrige Karl.

-Entiendo, se refiere a la teoría que decía que alguna otra especie inteligente nos había detectado debido a que habíamos usado saltos temporales. Sí, esa teoría tuvo bastantes seguidores en los primeros años posteriores a El Evento. Lo que pedían sus defensores era que no se utilizara el salto otra vez hasta que nos llegara información desde la Tierra sobre qué es lo que sucedió realmente, es decir, que esperásemos 594 años desde El Evento para estar completamente seguros de que no nos pondríamos en peligro.

-Sí, a eso me refiero.

-Entiendo que la gente tuviera miedo en aquella época y que tomaran todas las precauciones que se establecieron entonces, pero creo que si otra especie fue capaz de detectar el salto desde la Tierra, también debió ser capaz de detectar que el salto se dio hasta aquí, por lo que ya podrían haber venido a perseguirnos, pero no lo han hecho, así que me cuesta trabajo creer que esta teoría sea plausible.

-Bueno, pues esperemos no tener que vérnoslas con ningún evento similar. Muchas gracias a ambos por sus intervenciones, que siempre resultan de gran interés formativo para nuestros espectadores.

-Muchas gracias a ti por invitarme, Karl.

-Me uno a lo dicho por la Dra. Smith, muchas gracias por dejarnos compartir con la audiencia nuestras opiniones.

-Gracias a ambos. Vamos un momento a publicidad y a continuación entrevistamos al encargado de organizar los fuegos artificiales de mañana. Noooo se vayan.

Bookmark and Share

Comentarios - 0

No hay comentarios aun.


Logotipo de la UCM, pulse para acceder a la página principal
Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]
ISSN: 1989-8363