El capitán Manel Durà abrió la puerta del registro del sistema antirradiación:
-Carlos, no lo pongas más difícil.
-¡No quiero morir! -se oía a Carlos, oculto detrás de un panel metálico que había desatornillado de quién sabe dónde.
-Sabes muy bien que nos encontramos en una situación crítica. El ordenador ha calculado las probabilidades de supervivencia hasta el próximo mes en un 92% solo si uno de nosotros se sacrifica.
-¿Y por qué no usted, capitán? ¿O Márquez? ¿No sois todos tan valientes?
El capitán resopló, molesto.
-Si el ordenador hubiese concluido que eso es lo más ventajoso, lo haríamos. Pero no ha sido así: si muero yo o Márquez las probabilidades serán mucho menores.
-No quiero morir... -repitió Carlos sollozando.
-Moriremos todos igualmente si no dejas que... -buscó la expresión- Si no consientes.
Los otros tres tripulantes seguían la escena a distancia, a través de la cámara personal del capitán, desde los distintos puntos de la nave adonde la búsqueda de Carlos les había llevado. En la imagen, por fin asomaron los ojos del fugitivo. El capitán se acercó para tenderle una mano y ayudarle a salir de su escondrijo. Todos vieron entonces cómo Carlos dio un salto y golpeó en la cabeza a Manel Durà con algo grande. La cámara mostró imágenes confusas que oscilaban rápidamente y acabó apuntada al techo.
Tras la incineración del cuerpo, las estimaciones de supervivencia hasta el siguiente mes eran del 67% solo si lograban restaurar la convivencia.