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Jueves, 10 de octubre de 2024

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In Memoriam Ray Bradbury

Dicen que en el año 1932 un actor de carnaval tocó con la punta de su espada la nariz de un chaval de 12 años y le dijo "¡Vive para siempre!". Y dicen que el chaval se llamaba Ray Bradbury, y que cumplió con creces la petición del comediante, y que al hacerlo hizo que todos los que leyeran sus libros sintieran de alguna forma el impulso de vivir para siempre.

Ray Bradbury nos enseñó a mirar a nuestro alrededor con ojos de asombro, a  fijarnos en cada instante único. "Diez mil cabellos crecieron una millonésima de centímetro en la cabeza de Douglas", escribió Bradbury  acerca del protagonista de "El vino del estío". Quien es capaz de escribir algo así vive para siempre. Entre los libros más conocidos de Bradbury están "Farenheit 451", "La Feria de las tinieblas" y, por supuesto, "Crónicas marcianas".

No es exagerado decir que "Crónicas marcianas" sea uno de los más bellos libros de ciencia ficción que nunca se hayan escrito. Ray Bradbury fue uno de esos escritores que siempre prefirieron sugerir antes que explicar, desplegando en apenas unos párrafos ideas tan brillantes que otros, menores, no podrían llegar a imaginar en vidas enteras.

De su mano hemos podido recorrer las desoladas arenas marcianas, nos ha hecho sentir la tristeza, la nostalgia infinita de hermosas ciudades, muertas, perdidas, resquebrajadas en ruinas o desvanecidas para siempre, hemos oído el lamento de aquellos pocos que quedaron y hemos vistos las primeras semillas de esta destrucción, hemos sido testigos, mudos, impotentes, de la muerte de toda esa belleza.

Al fin y al cabo, la nostalgia por el Marte perdido fue una manera de lamentar la pérdida de un modo de vida, no realmente terrestre, si no más bien utópico, el ideal de una edad de oro que muchos escritores de ciencia ficción quisieron llevar al futuro de la humanidad.

La ciencia ayudaría a llevar una vida sencilla y poder recuperar el "paraíso perdido", que la ciencia ficción ha ubicado en algún lugar muy similar a la América de los años 50, un país conducido por la prosperidad y el optimismo después de la guerra. 

Sin embargo en esta ciencia se entrelazan el optimismo y la felicidad al alcance de todos con una destrucción apenas prevista, nos advierte de que no sólo tenemos que avanzar despreocupadamente hacia el futuro si no cuidar bien nuestros pasos, para que nuestro avance no termine en nuestra destrucción ni en la de aquello que nos encontremos por el camino.

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