Sencillamente era increíble que estuviese sucediendo... El radiotelescopio de Arecibo había recibido un mensaje que provenía desde más allá de los límites del Sistema Solar, en las adyacencias de una lejana estrella, situada a unos 15.3 pársec de nuestro planeta. El proyecto SETI había rendido sus frutos, la humanidad había hecho contacto con otra civilización inteligente en el cosmos. Después de todo, no estábamos solos en el universo.
Paradójicamente, no había sido muy difícil desencriptar el lenguaje del mensaje, puesto que venía trascrito en un idioma computacional que atendía a una nomenclatura matemática no tan compleja. Los superordenadores terrestres necesitaron solo unas pocas horas para realizar la labor de desencriptarlo. Además, el mensaje era breve: tan solo contenía un saludo amigable de una lejana civilización. La cual, como supimos posteriormente, era mucho más antigua y mucho más avanzada intelectualmente que nosotros. Todo ello fue determinado por los diversos especialistas que estudiaron el contenido del prodigioso mensaje extrasolar.
La comunidad científica internacional se dispuso inmediatamente a realizar estudios espectrales sobre la estrella de donde parecía emanar el mensaje. De igual forma, muchos astrónomos se dedicaron a recabar la mayor información científica posible sobre los exoplanetas que orbitaban aquella remota estrella, mientras que muchos otros especialistas se dedicaron a la importante labor que significaba dar una oportuna respuesta a la inusitada civilización espacial. La respuesta de la humanidad tardaría casi 50 años, viajando a la velocidad de la luz, para poder llegar a sus destinatarios. Resultaba obvio que nuestra respuesta debía ser enviada en el mismo lenguaje encriptado: esta cuestión había quedado delegada en los superordenadores terrestres y era un asunto aparentemente sencillo.
Para responder al saludo de las estrellas un gran número de eruditos, técnicos y políticos se dedicaron a redactar un sinnúmero de posibles respuestas para el mensaje de aquella desconocida raza inteligente. Pasaron varios meses antes de que los especialistas se pusieran de acuerdo en el contenido que debía llevar el mensaje, puesto que esta sería la carta de presentación de la humanidad y, como tal, debía representar a todos y cada uno de los seres humanos; sus culturas, credos, posturas políticas, entre otros tantos asuntos particularmente relevantes a la hora de enviar un mensaje que simbolizase a todas las razas. Al final, se designó una comisión multilateral que redactó un mensaje sencillo de paz y cordialidad. Pero días antes de remitir el mensaje, se acordó anexar un conglomerado de inquietudes y preguntas dirigidas a aquellos seres espaciales. La mayor parte de las preguntas versaban sobre asuntos de interés científico.
El mensaje humano fue enviado satisfactoriamente. Nuestra carta de presentación viajó a través del cosmos en forma de ondas electromagnéticas para arribar a su destino al cabo de 50 años desplazándose a la velocidad de la luz. Alegres y satisfechos, estimábamos que en otros 50 años obtendríamos un segundo mensaje de nuestros vecinos racionales que habitaban aquel apartado astro en la inmensidad del cosmos.
Trascurrieron los años y al fin llegó el día en que la civilización foránea dio respuesta a la humanidad expectante. Todos los habitantes en la Tierra estaban muy excitados por conocer las respuestas a las preguntas que se habían formulado. La comunidad científica se preparaba para sus labores, una vez que los seres espaciales revelaran algunos de sus desarrollos tecnológicos. Los políticos debatían intensamente sobre las posturas y los ideales que posiblemente operaban en aquel lejano sistema planetario: algunos afirmaban que allí imperaba la democracia, otros consideraban que unas mentes tan adelantadas solo podrían vivir en régimen comunitario, mientras que algunos esperaban que nos sorprendieran con un nuevo sistema político y que éste fuese útil o de alguna manera aplicable a la sociedad humana. Por otra parte, el clero se preocupaba por las connotaciones religiosas que podría desencadenar la respuesta de los seres espaciales: ¿se atreverían a contradecir la palabra revelada?, ¿adorarían falsas deidades?, ¿serían agnósticos o ateos?
Los seres espaciales tuvieron la amabilidad de responder a todas y cada una de nuestras preguntas. Revelaron algunos conocimientos científicos, que para nosotros resultaron ser maravillas tecnológicas desmesuradamente innovadoras. Expusieron detalladamente un complejo sistema político que nadie comprendía en la Tierra, ahora los politólogos tenían el compromiso profesional de desentrañarlo, y hacerlo potable o digerible para el entendimiento del ciudadano común. En lo referente a las cuestiones de índole espiritual, los seres espaciales no supieron comprender nuestros "extraños" interrogantes. Esto fue interpretado de diversas formas por las distintas iglesias y creencias de nuestro planeta, pero todas ellas, rápidamente, expresaron que aquellos pueblos espaciales debían ser evangelizados. Pastores, reverendos, rabinos y obispos se consagraron al estudio de la radioastronomía, con el objeto de predicar el evangelio a través del cosmos.
Finalmente, y antes de cerrar con un pacífico mensaje de despedida, los seres espaciales juzgaron oportuno plantear una serie de preguntas a la humanidad, tal y como nosotros lo habíamos hecho con ellos. En este sentido, aquella recóndita civilización se dirigió a nosotros con las siguientes palabras:
"Vemos que la humanidad se interesa por asuntos práctico-tecnológicos, y también por asuntos de orden social, a los que esperamos haber dado respuestas satisfactorias. Ahora bien, nosotros atesoramos la esperanza de que ustedes nos puedan orientar con las preguntas que nos aquejan desde el principio de nuestros tiempos, a saber: ¿Por qué existe algo en vez de nada? ¿Qué es el universo? ¿Qué sentido tiene la vida? ¡Ayúdennos, por favor... ESTAMOS DESESPERADOS!"