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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Sci·Fdi:
Revista de ciencia ficción, 2010 DEC 24; (3)

Tierra de adictos

Opio. Heroína. Cocaína. Y ahora, lo que me ha tocado ver es la realidad virtual. La gente entra pero no sale. Tras unos meses, el jugador empieza a confundir el juego con la realidad. Tras dos años, el jugador no recuerda el mundo real en absoluto. Cuando les ves postrados en una cama con el casco sensorial puesto, con los cables que entran y salen de sus cuerpos para alimentarlos y evacuar sus excrementos de manera continua durante semanas, meses o años, te preguntas si todavía son personas.

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Parusía

Me han encargado que escriba la historia de cómo Gordon W. Illustratti compró al señor Argile Lien, y lo que ocurrió después de eso. No es tan sencillo como suena, de hecho, el señor Illustratti negociaba múltiples proyectos basados en gente como nuestro protagonista. Aunque, en realidad, no fue él quien lo hizo sino la empresa para la que trabajaba. Pero estoy adelantando acontecimientos, y dado que el viaje es largo, les voy a relatar todo desde el principio y tal como los mismos involucrados me lo contaron, y como yo en persona presencié.

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Godmode

Centenares, miles de cables por doquier eran el único paisaje que se veía desde el Puesto de Mando. Quizá habían pecado de exageración al llamar así al sillón conectivo central, pero era un nombre tan bueno como cualquier otro.

-Lo importante es que te mantengas apartado de la lucha. Recuerda que, si bien no estás realmente ahí, los insertos corticales te harán sentir que sí lo estás -advirtió el programador.

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Improbabilidad

Puede que alguien se atreviera a calificarme de gafe. Me considero una persona realista y sé que soy relativamente afortunado. Podía haber nacido en un barrio de chabolas de Bangladesh y eso habría sido empezar con mal pie, sin embargo, irrumpí en este mundo en un antiquísimo país de la vieja Europa. Un territorio con mucha historia y por eso también mucho dolor y pesar no olvidado. Un lugar donde un viejo genocida murió apaciblemente en su cama sin jamás tener que rendir cuenta de sus actos. De eso fue hace muchos años, pero inexplicablemente marcó el país con una herida que jamás ha terminado de cicatrizar del todo.

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Las fauces de la bestia

Una niña...

Era tan solo una niña. Rostro grácil de piel blanca y ojos azules. Largos y rizados cabellos rojos. Todos pensaban que sería hermosa cuando creciera.

Caminando por la nieve esa noche. Las estrellas tintineantes se reflejaban en la quietud acuosa del enorme lago. Una densa capa de blanca nieve, tan blanca como mi piel, cubre el ambiente, y graciosos copos caían del cielo.

Escucho el ruido...

Una presencia siniestra. Una mirada hambrienta, deseosa, oscura...

La bestia olfatea. Se escucha un leve chapoteo.

Luego pasos entre la nieve. Pasos espeluznantes.

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Suzdal reivindicado

Ahora que los Directores han calculado que es más ventajoso para el Imperio abandonar la Perfección, y le han dado la libertad al hombre, abriendo las puertas de la muerte, de las enfermedades, de la escasez, de la opinión y de la información, de la lucha por la vida, y de todos los tipos de diferencias que trae la libertad y el libre albedrío,  podemos referirnos a otras versiones de historias que fueron contadas durante milenios con una desmesurada inexactitud que, sin correcciones (como este relato), perdurarían en el error para siempre.

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Los caídos

En ocasiones se preguntaba cómo pudo suceder algo así. Ocurrió muy deprisa, y no tuvo nada que ver con cómo lo había imaginado. Siempre supo que tendría que llegar ese momento, pero lo veía exteriorizado, como si él no estuviera allí. Llegó a pensar que ni siquiera se enteraría de ello. Nada más lejos de la realidad.

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