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Martes, 8 de octubre de 2024

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Entre la física, la óptica y la literatura: Agustín González Cano, Premio Literario UCM 2016

Hace ya algo más de un mes que su nombre, Agustín González Cano, fue pronunciado como el del ganador del Premio Literario UCM 2016 de Narrativa, única modalidad concedida este año tras quedar desierta la categoría de ensayo. En "Escritores complutenses 2.0", la web que relaciona los nombres de todos los escritores de la UCM que quieren hacer constar que lo son, encontramos que tras ese nombre está un hombre nacido en Madrid en 1964, que de joven recibió varios premios poéticos y que en los últimos años ha vuelto a ser reconocido en diversos certámenes literarios. El propio autor señala en este portal que "durante prácticamente toda su vida su actividad literaria ha sido de carácter privado, y ha estado supeditada a su práctica científica y académica". González Cano es doctor en Ciencias Físicas y su dedicación principal es desde hace casi tres décadas la de profesor de la Facultad de Óptica y Optometría de la UCM.

 

El huevo o la gallina

- Lo de escribir es algo que llevo haciendo toda la vida, antes de la Física, por supuesto. Pero cuando llegó el momento de estudiar sufrí un enamoramiento súbito por la Física. Hice Física aquí en la Complu. Hablo de hace ya más de 30 años. Me gustaba la óptica bastante y empecé a hacer la tesis en óptica. Entonces salió una plaza de ayudante en lo que era la Escuela de Óptica y la gané. A partir de ahí durante unos años compaginé hacer la tesis en Física con trabaja en San Blas. Luego me fui sacando plazas y aquí sigo, siendo una parte muy activa de la Facultad. Mientras tanto, escribir seguía escribiendo y pasaba por periodos de más o menos dedicación. La escritura estaba un poco en segundo plano. En los últimos años decidí tomármelo un poco más en serio. Me presenté a algunos premios, gané algunos, y empecé a decirme que no es que fuera a dejar mi dedicación aquí, porque sería absurdo, es mi trabajo, pero sí que podía darme una oportunidad.

 

Agustín González Cano además de dar clases de Historia de la Óptica, dirige el Museo de la Facultad, investiga en el campo de la Óptica Aplicada, en concreto en temas de sensores de fibra óptica, dirige tesis doctorales...

 

- Mi trabajo no es especialmente incompatible con la escritura más allá del problema del tiempo. A nivel mental no tengo compartimentado el cerebro, puedo fusionar bien los dos mundos. Soy científico, eso es así, investigador, llevo muchos años en eso y mi mente probablemente está organizada para ello. Pero la literatura es mi territorio natural. En ese sentido no hay incompatibilidad. A nivel de estilo tampoco creo que se note mucho que soy científico. Mis experiencias literarias estarían prácticamente en la otra dirección. Sí es verdad que hay un juego con la óptica... pero la óptica a pesar de ser algo científico tiene mucho que ver con muchas otras cosas.

 

Un reto consigo mismo

De ser un escritor de fin de semana, como él define su dedicación literaria durante décadas, Agustín González Cano ha pasado en los últimos años a tratar de meterse en proyectos más grandes. La novela ganadora del Premio Literario UCM 2016 de Narrativa, Morgana en Duino, es en realidad el resultado de un reto que el autor se autoimpuso, una demostración de que estaba capacitado para llevar a buen puerto un proyecto largo. Hasta entonces sólo las fechas límites de las convocatorias de los premios le habían obligado a dotar de orden su trabajo literario.

 

- No obstante, la novela me fue, de hecho, viniendo un poco de milagro. Yo iba anotando cosas muy variadas, tenía un montón de notas y aquello era un maremágnum. En un momento dado empezó a cristalizar y con bastante esfuerzo, salió. Salió sin  muchas pretensiones, porque además es una cosa muy particular. Entonces yo estaba preparando un ensayo para los premios de la Complu, porque son unos premios que me hacen ilusión, y al final presenté los dos y el de la narrativa la verdad un poco por probar. Y al final salió el de narrativa.

 

Morgana en Duino

- Es una obra muy personal, en el sentido que es una obra que casi me salió sin querer. No sin querer porque fueron muchas horas de dedicación, pero sí que me salió muy sin cocinarla, sin prepararla, sin hacerla que fuera algo digerible ni tragable ni exportable. Es algo que salió como salió. Tiene evidentemente un cierto componente biográfico, pero vamos, es una obra de ficción. Es una historia casi podríamos llamar de fantasmas, que también tiene mucho de libro de viaje... Es una combinación de ambos. Y luego, pues no sé, creo que esencialmente el tema principal es el tiempo. El tiempo, lo pasado, la meditación sobre el pasado, la memoria, los recuerdos, cómo de alguna manera lo vivido se desvanece y al final, en realidad, cómo siempre cuando estamos viviendo, de alguna manera, ya estamos en el recuerdo... Esa combinación entre lo vivido, lo soñado, lo recordado, es un poco el juego. Luego, es una novela que está escrita en segunda persona básicamente. Es una larga carta. Es una especie de conversación con un interlocutor o una interlocutora ausente. Entonces, pues igual que habla del tiempo habla de la ausencia.

 

Trieste, Rilke, Morgana y el fantasma

- La historia se desarrolla en Trieste y sus entornos. Duino, el nombre que forma parte del título, es un pueblo que está al lado de Trieste, donde está el castillo de Duino, donde Rilke recibió la iluminación del primer verso de las Elegías de Duino, y a partir de ahí durante 10 años escribió esa obra, que es una obra fundamental de la historia de la literatura. A mí me llamó mucho la atención lo de Duino, y en circunstancias personales complicadas de enfermedades familiares, decidí ir a Duino en un invierno, que era el invierno en el que se cumplía el centenario de la voz del ángel que habló a Rilke. Aquello a mí me marcó mucho. Conocí Trieste, me interesé mucho por su historia... Dos años después decidí volver, en verano, y cambiar un poco también las perspectivas. Y entre medias se me coló la historia de Morgana, que es el fantasma, y al final junté las dos cosas. Como digo, creo que hay bastante de viaje en ello y hay una especie de juego literario. Es una especia de metaficción, si nos ponemos estupendos, o autoficción o cualquiera de esas cosas. Siendo, básicamente, una novela que es una larga carta a una persona ausente.

 

La ventaja de podérselo permitir

La conversación con el profesor González Cano es fluida, amena, ágil. Se nota que disfruta con lo que hace. Sin duda, ese es su secreto. Cuenta que en sus cuadernos, los que desde que decidió darse una oportunidad literaria siempre lleva encima, apunta de todo, cosas sin sentido aparente, contradictorias muchas, algunas "iluminaciones espontáneas". Su propósito para este verano es organizar esas notas, aunque sabe que para ello necesitaría que este verano durase dos años. Dice que su ventaja es que su trabajo no es finalista, no necesita "publicar ni ser un escritor famoso, porque me puedo permitir no serlo porque tengo un trabajo que no tiene nada que ver".

 

Tampoco sabe qué es lo próximo que hará. Confía en encontrar algo en sus notas. De hecho, algunos proyectos ya los tiene "relativamente avanzados". La novela le ha interesado, pero también le apetece explorar otros géneros un poco más híbridos. "En realidad mi novela es un poco prosa poética, que es un poco mi territorio". Dice que publicar por primera vez y además hacerlo con el sello de Ediciones Complutense, le hace especial ilusión. No obstante, el mundo editorial no le motiva en exceso.

 

- Tampoco me quiero involucrar, buscar editores y demás, porque hay un aspecto comercial que me gusta poco por la pérdida de control de tu obra que supone. A lo mejor al final caigo, y algún día tendré que asumir que soy escritor además de físico, pero de momento no tengo grandes pretensiones. Este libro saldrá y veremos lo que pasa. Luego a lo mejor salen otros... Ojalá. Pero si no, tampoco pasará nada.

 

Agustín González Cano, en su despacho de la Facultad de Óptica
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