Desde hace 9 años profesores de Veterinaria de universidades españolas se desplazan al sur de Líbano, cerca de la localidad de Marjayún, para desarrollar tareas de cooperación. Allí está la base española Miguel de Cervantes, que forma parte del entramado que desde hace décadas la ONU tiene dispuesto para vigilar la frontera de Líbano con Israel. Es una zona "caliente", en la que las facciones de Hezbollah históricamente luchan contra Israel. Desde 2006, 15 militares españoles han fallecido allí. Este año la misión veterinaria ha estado liderada por la Universidad Complutense, con la presencia de seis profesores de la Facultad de Veterinaria, a quienes han acompañado un profesor de la Universidad de Córdoba y otro de la Autónoma de Barcelona.
Como explica el decano de la Facultad de Veterinaria, Pedro Lorenzo, la idea de organizar una misión anual de apoyo veterinario en la zona surgió hace 9 años, a través de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba, pero desde hace 4 años esa cooperación se rige por un convenio firmado entre el Ministerio de Defensa y la Conferencia de Decanos de Facultades de Veterinaria de España. La idea es que dependiendo de la procedencia de la unidad militar que cada año se desplaza a la base española en la misión de la ONU en Líbano, un equipo docente de la universidad más próxima a esa unidad organice una misión de cooperación veterinaria. Este año está en Líbano la Brigada Aerotransportada de Galicia, por lo que debía haber sido la Universidad de Lugo la encargada de organizar la cooperación. Sin embargo, como explica el decano Pedro Lorenzo, la Facultad de Lugo finalmente no pudo hacerse cargo, "por lo que yo, como presidente de la Conferencia de Decanos, ofrecí a la Complutense. Pedí voluntarios y para allá nos fuimos". Esos voluntarios, que estuvieron 10 días a mediados de marzo en Líbano, fueron los profesores Rafael Calero, Fernando Criado, Carlos García, Carlos Coronel, Alberto Díez, y, por supuesto, el propio Pedro Lorenzo.
¿Pero por qué es necesaria una misión veterinaria en una zona de conflicto tan delicada como la frontera entre Líbano e Israel? La pregunta tiene varias respuestas. Por un lado, porque las decenas de localidades que quedan dentro de la zona protegida por la ONU -la zona es de unos 34 kilómetros de largo por unos 40 de ancho- se apoyan desde hace muchos años en una economía de mera subsistencia, basada en la ganadería y la agricultura. Las condiciones no son las mejores ni para los campos ni para los animales ni, por supuesto, para las personas. La pobreza es extrema para la mayor parte de la población, por lo que, como señala Pedro Lorenzo, allí un veterinario es un lujo "caro o inexistente". Sin embargo, son realmente necesarios. La presencia anual de los veterinarios españoles sirve sobre todo para marcar una mínimas pautas higiénicas y nutricionales a los ganaderos de la zona. También aprovechan para realizar alguna operación urgente, cirugías menores, desparasitaciones... Una segunda razón, y no menos importante, de la existencia de este programa de cooperación ya durante cerca de una década, es que se ha convertido en un "cinturón de seguridad" para los militares en la zona, ya que hace que la población esté contenta e incluso agradecida con su presencia.
Asistencia primaria y educar en prevención
En esta ocasión la misión veterinaria ha visitado establecimientos ganaderos de 15 localidades, cubriendo una población de alrededor de 20.000 animales, entre cabras, ovejas, vacas, pollos, perros, borricos y caballos, principalmente, y, gracias a la colaboración de Veterindustria -equivalente de Farmaindustria-, ha repartido alrededor de una tonelada y media de medicamentos, por valor de unos 30.000 €. Como explica el profesor Carlos García, se han desarrollado decenas de cirugías menores, desparasitaciones, " mucho tratamiento nutricional, y mucha indicación de manejo, de limpiezas y desinfección de los establos... Y, sobre todo, hemos intentado educar en la importancia de poner tratamientos preventivos, ya que las infecciones allí están a la orden del día". También se ha llevado a cabo una cirugía mayor. La realizó -"con gran éxito", recalca el profesor García- el profesor Fernando Criado. "Fue una cirugía por desplazamiento de abomaso, algo que aquí se hace mucho, pero que allí no es tan fácil de hacer", explica el propio profesor Criado. "De los cuatro estómagos de la vaca, uno de ellos se desplaza, y hay que operarla, abrirla y fijarlo, para que pronto empiece de nuevo a comer, a rumiar y a dar leche, que es lo que al fin y al cabo ellos necesitan". "Nos han escrito hace poco y nos han dicho que la vaca está bien", recalca Carlos García.
Formación a estudiantes de Beirut
Pero además de toda esta atención primaria directa, la misión veterinaria de este año ha incorporado una importante novedad: la formación de estudiantes libaneses. En concreto, como explica el decano Pedro Lorenzo, han estado junto a los profesores españoles alrededor de una veintena de alumnos y alumnas de la Universidad de Beirut. "Como Conferencia habíamos desplazado estudiantes españoles alguna vez, aunque algunas facultades no estábamos de acuerdo en llevar estudiantes a un lugar tan peligroso. Lo que sí llevábamos era tres años persiguiendo un acuerdo con los ministerios de Educación y de Agricultura de Líbano. Uno para que hicieran un censo y se implicaran en programas de vacunación, y otro para que se implicaran los veterinarios en formación. Este ha sido el primer año que hemos logrado que estudiantes de veterinaria de allí pudiesen venir con nosotros. Aunque 20 quizá han sido más de lo adecuado, ha sido una experiencia muy buena. Se ha tratado un poco de lo mismo que enseñamos aquí, pero con una veterinaria de hace 40 años".
Imposible sin el equipo militar
Para el profesor Rafa Calero, quien ya participó el año pasado, la formación a los estudiantes, sin duda, supone una importante mejora en la misión, ya que además del beneficio directo que reporta a esos futuros profesionales, su mera presencia se convertía en un enlace con la población que antes no tenían "Han hecho de apoyo, de ayuda, de interpretación entre lo que nosotros íbamos exponer y hacer y lo que la población iba a recibir. También el equipo militar -continúa el profesor Calero- ha funcionado muy bien. Su apoyo es imprescindible para que nos lleven a un punto determinado en la zona de operaciones, para poder visitar un determinado número de granjas en un día". Según explica, Pedro Lorenzo, desde "alrededor de un mes y medio antes de nuestra llegada los militares ya van preparando cuáles son los sitios en los que hay que intervenir. Y lo más importante, han hablado con los alcaldes, porque allí quien tiene el poder y el mando son los alcaldes de los pueblos. Son pueblos con distintas confesiones religiosas, hay cristianos, cristianos maronitas, chiís, sunís, drusos... Hay pueblos en los que se puede actuar y otros en los que no".
Algunas sonrisas y muchas lágrimas
Durante los diez días que dura la misión los profesores conviven con los militares de la misión de la ONU. Como explican, en la base española habrá más de 1.000 personas, de los que unos 600 son españoles. Durante ese tiempo se establecen lazos e, incluso, se llegan a pasar momentos divertidos. Casi un par de meses después de volver a sus quehaceres diarios, los profesores complutenses aún sonríen cuando se recuerdan en un improvisado karaoke o reviven la "impresionante" actuación bajo palos del profesor Carlos García en un partido de fútbol "internacional" que les enfrentó a un combinado indonesio.
Pero no todo son sonrisas. "Es una experiencia que te marca. A nivel humano -habla el profesor Carlos García- ves niños pequeños descalzos en la mierda, en la porquería... A veces, vas a ver a una vaca y te encuentras con un niño con unas toses... Ves a niños de seis años con una vara, cargando las ovejas y manejando las vacas. Todas llenas de pulgas, con garrapatas como aviones... Y en esa situación, ves a la gente superagradecida y con la sonrisa por delante... Te das cuenta de muchas cosas". "Recuerdo -señala Pedro Lorenzo- en una granja que estuvimos, que había por allí niños descalzos en el barro, algún caballo, gallinas sueltas, una vaca atada y dos o tres cabras sueltas. Y, de repente, llega un tío con un atillo y saca 10 peces que debía haber cogido de algún río. Y va y se pone a limpiarlos con una manguera y tirando los deshechos allí, en medio de los niños y los animales. Al fondo, se veía la frontera de Israel y las casas llenas de tiros. Esa es la imagen que me quedo de lo que es aquello". "Es algo que hay que vivirlo", concluye Carlos García.