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Martes, 10 de diciembre de 2024

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Colaboración científica, un mundo de ventajas (con un pequeño inconveniente)

Universidades y centros de investigación de toda España han creado el ciclo de webinars Reflexiones transversales en ciencia, en los que se busca pensar y poner en común ideas sobre muchos temas que están en el ADN del trabajo de los científicos, pero sobre los que no prestan mucha atención en la vorágine del día a día. En las sesiones se plantean preguntas como ¿Qué va a ser de la ciencia (y las universidades) españolas después de la pandemia? ¿Qué futuro nos espera? ¿Será verdad que la sociedad se ha dado cuenta de que sin ciencia no hay futuro? ¿Se olvidarán los políticos de los científicos después de la pandemia?... El 18 de mayo, Jesús Pérez Gil, decano de la Facultad de Ciencias Biológicas de la UCM, ha participado en el ciclo con una charla titulada "Colaborar para sobrevivir en la ciencia moderna (¡Y más aquí!)", en la que ofreció un decálogo de las ventajas que aportan a la ciencia los grupos de colaboración.

 

Jesús Pérez Gil asegura que su larga experiencia, de más de treinta años, le ha llevado a creer firmemente en la importancia de la colaboración en investigación, y de ahí ha extraído ese decálogo. La primera de las razones es que "permite trazar mejores objetivos y responder a las preguntas más importantes". Tiene claro el decano de Biológicas, que la investigación puede ser especializada en una determinada disciplina, con una metodología conocida, y esa es la zona de confort, pero "sin salirse de ella es muy difícil resolver los grandes problemas, porque son multifactoriales y requieren un acercamiento mucho más complejo". De ahí surge la investigación enfocada, que requiere abordajes múltiples que son muy cambiantes y "lo ideal es alcanzar una especie de equilibrio entre la especialización y el avance en la comprensión de los sistemas que son necesarios entender. La colaboración permite complementar la especialización con otros consorcios".

 

La segunda ventaja es tener acceso a mucha más y mejor infraestructura. Por ejemplo, "en Biofísica el equipamiento científico es crucial, así que hay que colaborar con grupos que permiten complementar lo que tenemos en casa, y esto es imprescindible para acceder a la financiación de agencias internacionales".

 

La tercera razón es "aportar un enfoque multidisciplinar, haciendo que todo converja en el estudio de un mismo problema, lo que aumenta de manera exponencial la resolución de problemas".

 

La cuarta sería la posibilidad de una investigación interdisciplinar, que implica estudiar en ámbitos que surgen precisamente en la frontera entre diferentes disciplinas. De ahí "surgen capacidades técnicas únicas y modelos nuevos que no se pueden entender de una única disciplina, como por ejemplo la propia Biofísica, que requiere el abordaje, desde el principio, de la comprensión de los diferentes puntos de vista".

 

Se podría hablar, de acuerdo con Pérez Gil, de la investigación transdiciplinar, que integra ciencias experimentales y humanidades, y "eso hay que abordar de manera muy urgente y lo debe liderar la universidad, porque es el centro donde convergen expertos y capacidades en ámbitos muy distintos, cuya colaboración puede aportar innovaciones que no están disponibles en grandes centros de investigación". El reto está en desarrollar un lenguaje común, porque cada ámbito tiene su metodología y conocimiento, pero si no se consigue es difícil tratar de manera conjunta los problemas.

 

La investigación traslacional sería la quinta razón, que surge de la colaboración de la investigación en el ámbito fundamental y el ámbito clínico. En los últimos años, de acuerdo con el decano, han surgido mecanismos para facilitar una comunicación mucho más intensa entre esos dos mundos y "poder tener acceso a recursos del ámbito clínico, como muestras de pacientes o datos, permite integrar esa información en los estudios fundamentales para elaborar modelos simplificados que simulen problemas reales y complejo y además se consigue que los clínicos se involucren de forma profunda en la tarea investigadora". Hay instrumentos generados en los últimos años, también en España, como el establecimiento de redes que han incrementado la comunicación y también los institutos de investigación en los grandes hospitales, que son una manera de atraer al ámbito clínico a investigadores.

 

El punto seis es la importancia de colaborar con la industria para aplicar la investigación. Según Pérez Gil "no se puede ni se debe hablar de investigación aplicada, sino que sólo hay que hablar de buena o mala investigación, y la buena siempre acaba siendo útil para el desarrollo como sociedad". Está colaboración implica la transferencia de tecnología y conocimiento desde un punto de vista colaborativo, a partir de una investigación en la que hay una colaboración real y estable entre la academia y la industria. El reto aquí es "cómo generar, estimular y consolidar en el tiempo esas investigaciones".

 

La séptima razón es la mayor productividad que se consigue, así como la mayor visibilidad de los resultados de la investigación.

 

La octava es la colaboración para contribuir a la transformación social, algo que en su caso les ha permitido "ayudar para poner en marcha laboratorios de análisis en el ámbito médico en otros lugares del mundo, y ese es un objetivo muy importante, sobre todo para la investigación del ámbito público, especialmente la que se realiza desde la universidad". Un buen ejemplo de esto serían los siete grupos de investigación que han participado en la estructura creada en la UCM para el laboratorio de análisis de muestras del coronavirus. Lluis Montoliu, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), reconoce que en ese caso concreto "la Complutense ha dado un ejemplo a todos de colaboración, aunando diferentes instituciones, para conseguir ese laboratorio de análisis de muestras de residencias de mayores".

 

La penúltima razón que esgrime Pérez Gil es que "la colaboración genera ambientes mucho más formativos, con ambientes más ricos, más multidisciplinares, mucho más conectados internacionalmente, con otros nichos profesionales, más multiculturales y estimulantes".

 

Y lo último es que "gracias a la colaboración, todos los que hacen ciencia está mucho más felices".

 

Unos pocos consejos y una pega

El decano explicó que para mantener esa colaboración es fundamental definir bien las tareas o aportaciones de cada parte y los objetivos que se persiguen con la colaboración; mantener una buena, y frecuente, comunicación; ser transparentes y honestos; establecer de forma temprana los niveles de corresponsabilidad en trabajos y derechos de explotación, y tener conocimiento detallado de todo el trabajo colaborativo. La idea es que al final todos los grupos que participan sean corresponsables, y eso requiere un conocimiento fundamental de lo que se hace. El resumen es que "las colaboraciones de éxito se consolidan con la confianza, lo que acaba generando una complicidad que termina en amistad, y esa es otra parte de la riqueza de una red colaborativa importante".

 

También aconsejó a los doctorandos y jóvenes investigadores que incluyan el nivel y calidad de las redes colaborativas a la hora de valorar a qué grupo incorporarse, y que sepana que el establecimiento de las redes de colaboración empieza en las primeras etapas, así que animó a leer, interaccionar con autores, con científicos en congresos, asistir a seminarios...Para los incipientes IPs, aseguró que "las colaboraciones pueden ser claves para facilitar el arranque de una carrera académica autónoma, y que el crecimiento de esa red de colaboración mejorará la calidad del ambiente de trabajo".

 

Carmen Pérez-Esparrells, del Departamento de Hacienda y Económica Pública de la UAM, considera que "la gente joven ya lleva en el ADN el tema de la colaboración, no entienden la investigación de otra manera. Los jóvenes investigadores no tienen miedo, saben que lo importante son las relaciones humanas, con buenos mentores, y darse cuenta de cuáles son las colaboraciones buenas, aprendiendo de las que salgan mal". El reto, para ella, es que se llegue a valorar bien esa colaboración en las nuevas formas de evaluar la ciencia. José Manuel López-Nicolás, vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia, reconoce que la gente de otras generaciones es mucho más reticente a colaborar.

 

Pero como no todo puede ser perfecto, en la colaboración también existe una pega y es que "lo multidisciplinar se penaliza a veces en las convocatorias de proyectos". Por tanto, Pérez Gil pide a los gestores que se reconozca el impacto colaborativo multifactorial y que se implemente en las convocatorias el reconocimientos de establecer las redes, ya que "el fin último es el progreso de la ciencia y el conocimiento, así que un abordaje colaborativo puede ser un instrumento muy poderoso para conseguirlo, por encima de las complejidades que pueda suponer entenderse y publicar con muchos autores".

Jesús Pérez Gil, decano de la Facultad de Ciencias Biológicas de la UCM, ha participado en el webinar con una charla titulada Colaborar para sobrevivir en la ciencia moderna (¡Y más aquí!)Jesús Pérez Gil aconsejó a los doctorandos y jóvenes investigadores que incluyan el nivel y calidad de las redes colaborativas a la hora de valorar a qué grupo incorporarseParticipantes en el ciclo de webinars Reflexiones transversales en ciencia: José Manuel Torralba, Jesús Pérez Gil, Lluis Montoliu, Carmen Pérez-Esparrells, Margarita del Val y José Manuel López-Nicolás
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