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Amanda Robledo: Aufgabe

AUFGABE

Amanda Robledo

Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes.

Universidad Complutense de Madrid

Del 1 de junio al 30 de septiembre de 2009 

 

El espíritu de la comunicación

"Aufgabe" es la primera exposición individual de Amanda Robledo.

La autora es doctoranda en la Facultad de Bellas Artes y ahora está escribiendo la tesina, que espera leer en septiembre, sobre el tema de los procesos creativos y las personas con diferentes capacidades.

La exposición de Amanda Robledo está llena de armazones que encierran figuras con rasgos humanos. Los fondos están decorados con un edificio clavadito al Palazzo della civiltà del Lavoro de Roma (conocido comúnmente como “El Coliseo cuadrado”). Y el título de la muestra es Aufgabe, una palabra alemana que significa abandono. Pero en la obra de esta joven artista nada es lo que parece, los armazones son mucho más, el edificio no tiene nada que ver con Italia y el nombre de la muestra surgió de repente, de entre las páginas de uno de los libros expuestos.

En 2007, en la exposición “DIN-A3” ya vimos un dibujo de Amanda en el que aparecían unos armazones similares a estos, ahora convertidos en esculturas. La autora nos explica que lleva dando vueltas a esta misma idea desde hace tres años, cuando leyó “un texto de Eduardo Galeano que habla sobre la comunicación y los espacios”. De ese modo, todos estos entramados reflejan tanto los límites entre lo exterior y lo interior como el propio cuerpo humano, que puede convertirse en una jaula, pero también ser el espíritu y esencia de la persona. Frente a la obra se pueden adoptar dos posturas, la del nostálgico que decide quedarse dentro, sin comunicarse con los demás, o la del que decide salir de la prisión. Al fin y al cabo, como apunta Amanda, son jaulas que no están cerradas del todo y se puede salir si se ve por dónde.

El edificio que aparece al fondo de casi todas las vitrinas bien pudiera ser un  reflejo de las instituciones que se crean para encerrar a personas que no encajan en la sociedad (uno de los temas principales de trabajo de Amanda), y además sirve para enmarcar las obras en un entorno envolvente. El referente de esa construcción es un palomar que descubrió la autora en un viaje por España. Ella lo ha adaptado para representar nichos individuales donde habitan las personas. Y una vez más, la decisión de comunicarse depende de cada uno. Por último, Aufgabe le entró a Amanda por los ojos y además le encantó la sonoridad de la palabra. El abandono al que hace referencia el vocablo alemán era una característica de estos libros mientras estaban en la estantería de sus padres. Ahora en estas vitrinas han vuelto a ser útiles, como apoyo de la belleza.

Jaime Fernández (Tribuna Complutense, 9 de julio de 2009, nº 89)   

 

Celebración de la voz humana/2 

Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por debajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:

-Algunos teníamos mala letra- me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.

La dictadura uruguaya que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.

Algunos presos pasaron más de diez años encerrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían , se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de ésas que no tienen respuesta.

Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada. 

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos

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