La lechuza de Minerva extendía por la noche las alas de la sabiduría; es la luz difusa de la luna, y no el sol cegador, la que nos hace ser conscientes de los límites, de lo que no somos.
La Modernidad descubrió que las cosas inestables se pueden cambiar; lo inacabado se abrió a los hombres ingeniosos que lo quisieran transformar, pero siempre se suponía que el resultado había de ser sólido y estable.
En nuestra época globalizada, de Modernidad líquida, las metas se funden a toda velocidad, y difícilmente sirven como proyecto de vida:
“El que empieza su carrera en Microsoft no tiene ni idea de donde la terminará. Empezarla en Ford o Renault suponía por el contrario la casi seguridad de acabarla en el mismo sitio”.
La tarea ya no es reunir fuerzas para recorrer el camino trillado, sino “escoger el menos arriesgado en la siguiente encrucijada, cambiar de dirección antes de que el camino se haga impracticable...o antes de que el destino codiciado sea trasladado a otra parte, o haya perdido su anterior atractivo”
Este estado produce fragilidad e incertidumbre, e impide el mínimo de creencia en el porvenir necesario para revelarse. Los problemas caen sobre el individuo como una losa con la que él solo debe cargar.
A las narraciones individuales de cada persona, ofrece la sociología su particular narración, para mostrar que hay otras fomas de contar la propia historia.
La sociedad individualizada / Zygmunt Bauman
Susana Corullón